miércoles, 20 de marzo de 2019

31 (31, 2016) 102´



Un grupo de amigos que viajan en furgoneta son secuestrados y obligados a participar en un macabro juego que tiene lugar durante el día de Halloween y cuyo objetivo es simple, se trata de sobrevivir a doce horas de infierno al acoso de una serie de personajes con demacrada fisonomía de payasos pero intenciones letales.



Para esta, su séptima película, Rob Zombie hubo de contar con el apoyo económico de sus fans tras los discretos resultados económicos de sus anteriores trabajos. Es así como 31 fue financiada mediante el uso del crowfunding para poder recaudar el presupuesto necesario para que Zombie llegara a filmar una película que vuelve sus pasos sobre el estilo visual de su opera prima a través de una historia simple y repetitiva pero efectiva en el sentido que logra no aburrir al respetable, siendo esta su principal baza ante una suma de irregularidades qua hacen de 31 uno de los trabajos más discretos de su realizador.



En lo referente al elenco de actores principales, lo de siempre en el cine de Zombie, protagonismo central de Sheri Moon, quien en esta ocasión pasa de ser verdugo en cintas como La casa de los 1000 cadáveres o Los renegados del diablo, a víctima de una sarta de psicópatas a los que les une el utilizar una caracterización de clowns asesinos que es todo un acierto. Le acompañan en su huida Jeff Daniel Phillips (The lords of Salem), Lawrence Hilton Jacobs (El justiciero de la ciudad, Raices), Meg Foster, a quien también vimos como la bruja líder en The lords of Salem y Kevin Jackson. Por lo que respecta a los villanos de la función, como maestros de ceremonias de tan infausto juego tenemos a unos desaprovechados Malcolm McDowell (La naranja mecánica, Calígula, Halloween el origen), Jane Carr y Judy Geeson (El estrangulador de Rillington Place, The lords of Salem), mientras que en el lado de los psicópatas encargados de hacer de émulos de los acosadores que en la película de 1987 Perseguido trataran de dar caza a Arnold Schwarzenegger, nos encontramos con Pancho Moler transmutado en un Hitler latino, David Ury y Lew Temple, visto en Los renegados del diablo, como pareja de psicópatas con motosierra incluida, o Torsten Voges (The lords of Salem) y Elisabeth Daily como otra de las parejas de asesinos. Es sin embargo el actor Richard Brake y su personaje de Doom-Head, el mayor hallazgo de toda la cinta. Brake es uno de esos secundarios siempre eficientes y de dura fisionomía a quien hemos podido ver en títulos como Batman begings, Munich o Kingsman, brindándonos en 31 una perfecta interpretación de lo que podríamos considerar todo un Joker pagano. Es de hecho el protagonista de las dos secuencias más reseñables de 31, aquella que abre la película y filmada en blanco y negro, y el momento en que se prepara para entrar en el juego maquillándose mientras trata de ordenar una inestable cabeza enmarcada de locura.



La película se estructura como un sencillo correcalles en el cual el quinteto protagonista ha de ir avanzando pantallas, como si de un videojuego al uso se tratara, en su afán por sobrevivir de un grupo de villanos que van subiendo de intensidad conforme van acabando con estos. La idea de justificar esta cantidad de tropelías como de un juego de Halloween practicado por un grupo de gente pudiente de estética dieciochesca no sirve, sin embargo, para dar el empaque suficiente a un guion de historia pobre que trata de paliar mediante una estética visual con pegada en lo que respecta a las caracterizaciones de los personajes que pululan por pantalla además de los escenarios en los cuales se desarrolla la historia. Nada de todo ello salva a 31 de ser un mero trabajo de transición de Zombie a la búsqueda de un proyecto que a nivel de industria devuelva al músico y cineasta su lugar dentro del cine de horror del nuevo milenio. 



Como ya apuntábamos, Zombie retorna de alguna manera con 31 a su opera prima en lo que respecta a una estética excesiva, y que en esta ocasión funciona peor que lo hacía en La casa de los 1000 cadáveres, siendo lo más repudiable un abuso a la hora de mover la cámara que, en su afán por introducir al espectador en las propias entrañas de la historia, provoca el efecto contrario, sacándote de la película al llegar en algún momento a no ser capaz de ver con claridad que es lo que sucede en escena, recurso que también es utilizado en la medida que sirve para ocultar las limitaciones de presupuesto con las que contó la cinta. Asimismo 31 nos devuelve ese aire de circo de lo macabro que ya se evidenciaba en La casa de los 1000 cadáveres, partiendo de la propia idea de presentar al grupo de víctimas como trabajadores de una atracción de feria. De esta manera asistimos a un constante juego de excesos visuales y conceptuales que ubican la historia de la película en un universo de tintes casi oníricos. 



Resumiendo, la principal tara de la película se encuentra en una sensación de deja vu constante en la que los personajes, situaciones y diálogos de la película nos suenan a repetitivos. Aunque es innegable que Zombie es un autor con una capacidad visual muy marcada capaz de imaginar personajes y situaciones que logran enganchar al espectador, 31 marca un punto de inflexión que debería superar con su siguiente proyecto, y que es el regreso de la familia Firefly en el cierre de la trilogía iniciada con La casa de los 1000 cadáveres y llevada a su máxima expresión con Los renegados del diablo. Veremos si Three from hell, título de este cierre de saga, es una nueva vuelta de tuerca en la filmografía de un director al que hay que reconocer una estilo propio a la hora de encauzar su filmografía hasta el punto de que cada una de sus películas tiene marcada la particular marca de agua del realizador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario