lunes, 4 de mayo de 2020

MIEDOS 3D (THE HOLE, 2009) 92´



Dane y Lucas son dos hermanos que acaban de mudarse junto a su madre a una tranquila localidad para empezar una nueva vida. En el sótano de su nueva casa y de manera fortuita descubren, junto a su nueva vecina, una trampilla cerrada con seis candados. Una vez logran abrirla dan con un oscuro agujero en el suelo que parece no tener fin, abriendo sin ser conscientes la puerta a sus mayores temores.





Un título muy apropiado para que los más jóvenes puedan disfrutar del género de terror, ya que la propia historia y su evolución, así como la forma en que esta ha sido plasmada en pantalla, convierten a Miedos en un título muy recomendable como iniciático dentro de un género que por la propia temática que trata, así como por el hecho de ampararse de manera casi obligada en la violencia o escabrosidad, lo convierte en prácticamente un tabú para los más jóvenes. No sucede lo mismo con esta propuesta, heredera de alguna manera de la serie de libros de R.L Stines Pesadillas, reconvertida en serie de televisión y con adaptación cinematográfica protagonizada por Jack Black incluida. Este tratamiento edulcorado del terror puede llevar al equívoco de pensar que el presente título fracasa como ejercicio dentro de este género, algo que sucederá si es que nos dejamos llevar por el error de acercarnos a ella desde nuestra condición de adultos y no lo hacemos teniendo en cuenta el target principal al que está destinado la película, un público que está dejando atrás la infancia y adentrándose en la adolescencia y la madurez, lo que no es impedimento para que quienes no estamos comprendidos en esta franja de edad no podamos disfrutar de este retorno de Joe Dante al cine tras seis años de parón.





La historia ha sido guionizada por Mark L. Smith, autor igualmente de los guiones de Habitación sin salida y su secuela, el remake de Martyrs o la galardonada El renacido. Este autor deja patente su amor por el género de terror volcado en un libreto que homenajea a este pero de una manera muy controlada, sin ir a lo fácil que sería introducir grandes y evidentes guiños, aunque sí que estos están introducidos más de soslayo, sin que Miedos se convierta en un constante ir y venir de referentes del género, no siendo ese su objetivo principal, sino el devolver a este una carta de amor especialmente pensando en ese niño fan del miedo que algunos hemos sido alguna vez. El director de la película no es otro que Joe Dante,  todo un referente del cine fantástico y de terror, introduciendo no obstante en su cine siempre un tono de desenfado y hasta de ciertos ribetes de humor, y nunca obviando el amor del director por el cine de ciencia ficción de los años cincuenta, al que homenajea de manera constante en su filmografía, ideas estas que quedan perfectamente atestiguadas si hacemos un repaso por su carrera, donde destacan títulos como Piraña, Aullidos, Gremlins, En los límites de la realidad, Exploradores, El chip prodigioso, No mataras al vecino, Pequeños guerreros o Matinee, lo que nos da una idea de porque en la década de los ochenta Dante era considerado el Steven Spielberg (con quien por cierto colaboraría en varias películas) de la serie B. Este director, además de tener un gran conocimiento a la hora de filmar películas con una historia como la que presenta Miedos, donde se mezclan fantasía y realidad con unos tonos lúgubres pero que no llegan a adentrarse en el género de terror más puro, es un especialista a la hora de trabajar en películas protagonizadas por niños y jóvenes, como demostrara en varios de los títulos enumerados anteriormente. Esta doble experiencia le convertía en el director idóneo para llevar a buen puerto un proyecto como el de presente. 





Y es que como ya se apuntaba en la sinopsis inicial, los grandes protagonistas de la película son dos adolescentes y un niño, personajes con los que el espectador logra conectar inmediatamente sin que lleguen a resultar cargantes, soporíferos o directamente no te los creas, algo que suele no ser extraño en películas en las que el protagonismo recae en actores tan jóvenes, y que bien puede ser debido a una mala escritura del propio personaje o por una interpretación donde la inexperiencia lleva al exceso por parte del intérprete sin que el director llegue a controlar esta situación. No es este el caso y tanto Chris Massoglia, Nathan Gamble como Haley Bennet resultan atinados en sus papeles, con un simpático desenfado que hace no les pase factura el cargar con todo el peso de la trama central, encontrándonos a un trío de niños monos pero que además resultan simpáticos y hasta por momentos carismáticos. Frente a estos actores tan jóvenes nos encontramos con Teri Polo, conocida sobre todo por co protagonizar junto a Ben Stiller la saga iniciada con Los padres de ella, y que ejerce el rol de madre de la pareja de niños protagonistas. Un veterano Bruce Dern, quien ya había trabajado con el director en la divertida No matarás al vecino, compone un interesante papel al que si se le puede achacar que se le podía haber sacado algo más de partido. Y como no puede ser de otra manera en una película dirigida por Dante, no falta el consabido cameo de Dick Miller, actor fetiche de este a lo largo de toda su filmografía y que de alguna manera ejerce de alter ego del director.



La película se inicia con un aire familiar, que nos retrotrae indefectiblemente a plenos años ochenta, con una familia mono parental y a la que persiguen fantasmas del pasado trasladándose a una nueva ciudad, a una nueva vida, y llegando a un barrio de casas unifamiliares y agradables vecinos de jardín, inicio muy habitual en las cintas de dicha década, y puesto de moda por ser uno de los tratamientos habituales utilizados por Spielberg en su cine (todos recordamos ET o Poltergeist). Y es que el espíritu de la película es eminentemente ochentero, con ese aire de inocencia que dibuja unos personajes simples pero efectivos. Esto hace que la cinta se deje de divagaciones y vaya directo a la trama central, desgranando el misterio del agujero que da título a la película en su versión original de una forma que te atrapa ante los acontecimientos que se van narrando, a la par que engancha por su dinamismo en el montaje, a pesar de que podamos atisbar ciertos agujeros en la trama fácilmente perdonables.





Si bien en el trasfondo Miedos es cien por cien hija de los ochenta en cuánto a personajes, historia y desarrollo de la misma, no podemos decir lo mismo de sus formas visuales, algo que queda claro con ese primer movimiento de cámara según se acerca al automóvil de la familia protagonista cuando llegan a su nueva residencia. Los tiempos han cambiado y eso se nota en la forma de rodar y en un tono en la fotografía, estupenda por otra parte, más oscuro y que sin embargo nos permite disfrutar de todo lo que acontece frente a la cámara, obviando ese recurso tan propio del terror actual como es el de oscurecer tanto la secuencia que acabamos por perdernos muchos de los detalles. Y obviamente su filmación mediante el uso de cámaras 3D es lo que más la aleja de la forma de rodar hace treinta años y la ubica técnicamente en un momento más actual. Lo bueno es que la forma en que es utilizado el 3D posibilita que quien quiera disfrutar de este recurso a la hora de ver la película pueda regocijarse en cómo se utiliza para aumentar la profundidad de campo o potenciar el efecto del onírico escenario utilizado en el último acto, aunque no pueda evitar integrar planos evidentes de personajes lanzando objetos a cámara. Pero quien, como es el caso, no necesite o no quiera estar sometido al visionado en el formato creado por James Cameron para Avatar, no tiene por otra parte la sensación de estar delante de una película creada ex profeso para la explotación de este recurso.



Y llega el momento de valorar Miedos en su conjunto. Quien abogue porque se trata de una película de terror que no da terror ha de abandonar el prejuicio de compararla con el cine de este género creado y filmado para adultos, especialmente en la vertiente más gore y explícita del mismo. Es una película para niños y jóvenes, con lo que la manera en que ha de manejarse el miedo en las secuencias ha de tener este hecho en cuenta, forzando pero sin llegar al límite. Y sin embargo sí que se logran buenos momentos en lo que se refiere al manejo del suspense y el miedo, como el instante en que el pequeño Lucas se enfrenta en el sótano con un atroz bufón de porcelana o la primera aparición en los lavabos de la cafetería de la niña fantasma. Es cierto que en su desenlace la historia tira de lo fácil y utiliza un recurso sencillo para solucionar el entuerto creado, pero por otra parte es algo evidente tratándose como decíamos de una película para niños, algo que pueda parecer no es así por la nefasta y errónea calificación moral otorgada a la película en nuestro país. Es por ello que es importante saber qué es lo que vamos a ver, y en el caso de Miedos es una buena excusa para iniciar a los más jóvenes en un género poco dado a presentar películas como Miedos, donde se les tenga en cuenta como público potencial. La sangre y el terror al límite es para otro momento, ahora toca un terror más light y desenfadado.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario