Un
nutrido y variopinto grupo de parroquianos se encuentra en una tasca de mala
muerte en medio de la nada entre cervezas, partidas de billar y vidas anodinas.
Repentinamente, irrumpe en el local un tipo empapado en sangre y portando en la
mano una escopeta, quien avisa a quienes se hallan en el bar que algo
monstruoso le ha atacado afuera, en la carretera, algo que ahora dirige sus
pasos hacía ese mismo lugar.
John Gulager, hijo del actor Clu Gulager (veterano
intérprete y toda una institución entre los fans del terror gracias a su
participación en títulos como El regreso de los muertos vivientes, Pesadilla en
Elm Street 2 o Hidden lo oculto y que aparece en lo último de Quentin
Tarantino, Erase una vez en Hollywood), es el máximo artífice de una irreverente
trilogía nacida gracias al llamado Proyect Greenlight, un concurso
cinematográfico creado con el objetivo
de descubrir nuevos talentos dentro del circuito independiente. Allí presento su
ópera prima, que entusiasmo tanto a los conocidos actores y amigos íntimos Matt
Damon y Ben Affleck, que no dudaron a la hora de producir esta locura enmarcada
dentro de la denominada serie B. Asimismo podemos vislumbrar entre los
diferentes productores de la cinta el nombre del mítico director de terror Wes
Craven, lo mismo que a los hermanos Weinstein, encargados de la producción
ejecutiva a través de Dimension Films, una de las filiales de Miramax,
productora y distribuidora cinematográfica fundada a finales de los setenta por
estos famosos hermanos caídos en desgracia tras el escándalo de acoso sexual
protagonizado por Harvey Weinstein. La película está escrita al alimón por
Patrick Melton y Marcus Dunstan, quienes acostumbran trabajar juntos, dando como
resultado los guiones de sagas tan conocidas como Saw, de la que son
responsables de los libretos de las entregas cuarta a séptima, así como del
guion de The collection o Piraña 2 3D, dirigida por el propio Gulager. Este
triunvirato entre director y autores del guion se mantendría además durante las
dos secuelas posteriores que tendrían lugar.
Los protagonistas de la historia, por cierto
bastante coral, son presentados por el director mediante unas fichas que
remarcan, con mucha ironía además, los aspectos más representativos de cada uno
de ellos, como si de un juego de rol se tratara. Es una manera
inteligente, rápida y directa, de dar a
conocer al nutrido grupo de personajes que pulularan a lo largo de la trama sin
caer en un primer acto pausado y ralentizado precisamente por esa necesidad de
ubicar a tanto personaje con peso en la historia, consiguiendo de esta manera
que ya en el minuto diez la película despegue en un crescendo que ya no parará
hasta los títulos de crédito finales. Y enlazando con ese estilo de baraja de
cartas, he aquí los intérpretes más destacados de la cinta:
Balthazar Getty: Interpreta a Bozo, un
perdedor nato, obligado a actuar a la fuerza y en contra de su voluntad como
héroe a raíz de los terroríficos acontecimientos que tienen lugar en el bar en
el que trata de timar a algún pardillo entre partida y partida de billar. Getty
es miembro de la multimillonaria familia encabezada por Jean Paul Getty y en
cine llegó a lograr cierto reconocimiento profesional a comienzos de su carrera
gracias a títulos como El señor de las moscas, Intrépidos forajidos, Juez
Dreed, Tormenta perfecta o Carretera perdida.
Duane Whitaker: Da vida a Boss Man, el
personaje más odioso de toda la película ya desde su propia presentación,
status que refrendará en actuaciones posteriores. Duane Whitaker es un veterano
actor conocido especialmente por aparecer en Pulp Fiction, interpretando al
dependiente de la tienda en la que el personaje de Bruce Willis está a punto de
pasarlo muy mal, aunque tiene una extensa filmografía donde cabe rescatar
películas de género como Hobgoblins, La matanza de Texas 3, Abierto hasta el
amanecer 2 o en las cintas de Rob Zombie Los renegados del diablo y Halloween
2.
Krista Allen: Una camarera con muy mala
suerte que justo cuando piensa que nada puede ir a peor se topa con el mayor de
los dramas. Krista Allen es una modelo y actriz que entre montones de series
para televisión encarnaría a una de las exuberantes vigilantes de la playa de
la serie del mismo título.
Navi Rawat: Una de las heroínas de la
película, y que ha de adoptar dicho rol para tratar de salvar la situación. Está
interpretada por esta actriz californiana a la que veríamos posteriormente en
la antes citada The collection.
Clu Gulager: Da vida al veterano camarero que
regenta el tugurio convertido en escenario único de la película, y que acabará convertido
en refugio de clientes y trabajadores. Como ya hemos apuntado, el padre del
director tiene un papel con peso en la trama, lo que a su vez es un guiño a los
aficionados del género por la consideración de mito de este intérprete.
Junto a este plantel central hay otro nutrido
grupo de actores con nombres como los de Joshn Zuckerman, quien da vida al
hermano minusválido de Bozo, y cómplice de sus trapicheos, Jason Mewes, para
siempre Jay en la serie de películas dirigidas por Kevin Smith, y que se
interpreta a sí mismo en una breve aparición, Henry Rollins, visto en Heat, y
que encarna a un orador incapaz de arengar al grupo de supervivientes o Eric
Dane, conocido por aparecer en Anatomia de Grey y que aquí interpreta al hombre
que irrumpe bruscamente en el bar advirtiendo a sus clientes de la que se les viene
encima. También encontramos entre el grupo de secundarios a dos actrices que
aumentarían, y mucho, su protagonismo en películas posteriores de la saga, caso
de Jenny Wade o Diane Ayala Goldner.
Como apuntábamos al comienzo, la historia se
inicia con un grupo dispar de clientes en una taberna en medio del más
recóndito de los lugares. Sin tiempo para que el espectador se acomode, una
pareja entra en tropel en el bar para prevenir a los que allí se encuentran del
terrible peligro que corren. Pero el director no concede una tregua a la hora
de terminar su interlocución, ya que unas terribles criaturas hacen acto de
presencia con la única finalidad de matar a todos los presentes. Con este
arranque, a priori tan poco original, Gulager nos presenta sin embargo una
cinta que sorprende, y muy gratamente, en un anquilosado género demasiado
acostumbrado a ofrecernos más de lo mismo. En esta ocasión el director utiliza
elementos tan reiterativos como son un ambiente opresivo y claustrofóbico, un
poco en la línea de clásicos como La noche de los muertos vivientes o Asalto a
la comisaría del distrito 13, acompañado de un grupo variopinto de personajes
que, dentro de su estudiada simplicidad, presentan más gamas de comportamiento
que películas pretendidamente más sesudas. Si a esto añadimos golpes de efecto
casi con cada secuencia y una perfecta mezcla de humor y horror, nos
encontramos ante un título de esos que sorprenden para bien por las pocas
expectativas que genera a priori y el buen sabor de boca que nos deja su
visionado.
Cabe destacar como el director logra mantener
un ritmo endiablado durante la cerca de hora y media de metraje de la cinta,
situando al espectador en constante alerta, principalmente por la forma en que
presenta los ataques de las criaturas, ya que estos se pueden producir en
cualquier momento, muchas veces en el menos esperado, logrando eso tan difícil
que es que quien está visionando la película no averigüe a cada momento lo que
va a suceder, en un constante juego con el espectador. El guion es en buena
parte también responsable de esta idea, ya que casi a cada minuto está
ofreciendo situaciones que no son sino giros inesperados sobre los tópicos de
este tipo de cintas, como la manera en que acaban muchos de los personajes que
intuimos tendrán mayor peso en la trama, o en determinados momentos a los que
pensamos la película no se atrevería a llegar. Esto convierte a Feast
(estrenada en nuestro país como Atrapados y que tiene más sentido en su
traducción literal como banquete) en una rara avis dentro del cine de horror,
gracias a su frescura y a su valentía a la hora de romper buena parte de los
cánones establecidos en este tipo de historias. En la forma en que está filmada
la película queda patente la pericia técnica de un director novato que sin
embargo ya había trabajado como director de fotografía con anterioridad, lo que
le había dotado de cierta maña que queda perfectamente expuesta en que a pesar
de bruscos y conscientes movimientos de cámara y al hecho de que la fotografía (como
no puede ser de otra manera en una película ambientada en una única noche y en
un bar de carretera) se mueve entre luz artificial y claroscuros, Feast es una
película que no resulta visualmente mareante y en la que además se puede ver
todo lo que acontece frente a la cámara.
Uno de los alicientes de Feast es la propia
presencia de las criaturas que asolan el bar donde los protagonistas se hallan
cobijados. El director, inteligentemente, pasa buena parte de la película
mostrándolos de refilón, mediante bruscos y rápidos movimientos de cámara, fogonazos
u ocultos entre sombras. Además, y para
ahondar en la sensación de terror que provocan unos seres de los que no
se da un ápice de información sobre de donde vienen o que buscan, se cubre a
estos con pieles y huesos, acrecentando el terror que provoca su sola presencia.
Solo en el tramo final podemos ser testigos de la fisonomía completa de unas
criaturas con un potente diseño visual donde destaca un cuerpo musculado, unas
largas extremidades acabadas en tenazas y muy especialmente una cabeza alargada de aspecto xenoforme donde se atisban unos minúsculos ojos y coronada por una imponente mandíbula
repleta de afilados dientes. A este respecto y como curiosidad, resaltar que
entre el elenco de profesionales encargados de la tarea de efectos especiales y
de maquillaje destaca la presencia de Stephen Norrington, encargado de efectos
visuales y protésicos en títulos como Gremlins, Lifeforce, Aliens o La
maldición de las brujas, y que fue el director de las muy estimables Maquina
letal y Blade. Por último y respecto a las criaturas de Feast, a la concepción
visual de unos seres que generan auténtico pavor, hay que sumar el propio
desarrollo vital que se confiere a estos, entregados durante todo su tiempo a matar, comer y copular.
Así pues y en definitiva, nos hallamos con
Feast ante uno de esos placeres culpables para el cinefago de pro, una película
que acierta con los momentos de tensión y terror pero que a la vez resulta
gamberra e irreverente, a la que no parece preocuparle la censura y que no
escatima en la profusión de sangre y fluidos corporales de todo tipo. Pero
además se trata de una cinta que nos deleita por los continuos giros de guión
que dentro de una historia predecible y asumible, otorga gratas y continuas
sorpresas al espectador. Todo envuelto con un trasfondo de humor negro que no
impide disfrutemos sufriendo con secuencias aterradoras. Eso sí, el que piense
que Feast es demasiado burra y escatológica debería ausentarse del visionado de
sus secuelas, donde la gamberrada es llevada al paroxismo. Avisados
quedan.
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