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jueves, 19 de diciembre de 2019

EL EXORCISTA 3 (THE EXORCIST 3, 1990) 106´



El teniente Kinderman investiga una serie de asesinatos rituales que le hacen rememorar los crímenes que tuvieron lugar años atrás cometidos por el asesino en serie conocido como Geminis. Pero Geminis fue ejecutado en la silla eléctrica, lo que imposibilita que sea este el autor material de los nuevos asesinatos, a pesar de darse determinados patrones en las muertes que solo este psicópata conocía. En su investigación, Kinderman se enfrentará a fantasmas que creía enterrados y que tienen que ver con un exorcismo realizado quince años atrás. 





William Peter Blatty, autor de la novela El exorcista y guionista de la cinta de 1973, libreto por el que cual ganó el Oscar, toma las riendas de esta franquicia de terror, y lo hace volviendo a apoyarse en una obra literaria propia, en este caso Legión, publicada en 1983, para intentar hacer un lavado de cara a la saga tras el fiasco que para el público supuso la segunda parte dirigida por John Boorman trece años atrás. No se trata sin embargo de la primera experiencia de Blatty tras la silla de director, quien en 1980 dirigiera la interesante y psicológica La novena configuración, ofreciendo con esta tercera entrega de El exorcista una dirección firme y consistente, y donde demuestra haber aprendido de realizadores como el propio William Friedkin a la hora de crear una ambientación y un trasfondo donde el suspense sea la carta de presentación central.



Y es que esta continuación realmente no era tal, ya que, si bien toma como protagonista principal a uno de los personajes más interesantes de El exorcista, ese cinéfilo empedernido y eficaz a la vez que árido inspector de policía Kinderman, realmente no es una secuela de la película de 1973. La novela en la que se basa la película, Legion, si bien podemos decir se desarrolla en el mismo universo ficticio creado por Blatty para su Exorcista, tomando inclusive como apuntábamos personajes ya aparecidos en su novela anterior, es una historia totalmente diferente, incluso en género, dejando de lado el terror para ubicarse como una obra policiaca. Serían las propias presiones del estudio las que obligarían a llevar a cabo las suficientes modificaciones sobre el libreto inicial para interrelacionar ambas historias a través de personajes y trama, e interconexionándolas forzosamente a través del pirotécnico exorcismo final, para de esta forma, poder estrenarla como una continuación oficial de la película de William Friedkin, debiendo su director de acabar claudicando ante las exigencias de la productora frente al proyecto que él tenía en mente. Y sin embargo y aún con todo, nos encontramos ante una interesante película y que funciona como estupenda trama policiaca con ribetes de terror, anteponiéndose con nota a títulos futuros como El silencio de los corderos, estrenada solo un año más tarde, o Seven. 



Como venía siendo habitual en las dos películas anteriores, esta tercera entrega se apoya en unos intérpretes de renombre y gran categoría profesional, comandados en esta ocasión por George C. Scott, eterno Patton y ligado con anterioridad al género de terror a raíz de la estupenda Al final de la escalera, quien recibe el testigo de Lee J. Cobb a la hora de dar vida a un abatido teniente Kinderman, papel en el que resulta tremendamente convincente. Junto a Scott vemos a Ed Flanders, quien ya había coincidido con Blatty en la anteriormente mencionada La novena configuración, y que a los fans del terror les sonará por haber dado vida a uno de los personajes de la miniserie reconvertida en largometraje El misterio de Salem´s Lot, estrenada en nuestro país con el engañosos título de Phantasma 2. Este veterano intérprete da vida al Padre Dyer, cuyas conversaciones con Kinderman se encuentran entre lo mejor de la película. Otro de los rostros que el aficionado rápidamente reconocerá es el de Brad Dourif, quien vuelve a dar vida a un psicópata tras encarnar al Charles Lee Ray de Muñeco diabólico poniendo igualmente su voz al servicio del conocido asesino Chucky a lo largo de toda la saga de Muñeco diabólico. Contrariamente a lo que sucede con los diálogos entre Dyer y Kinderman, los coloquios entre el inspector de policía y este personaje acaban por momentos resultando algo tediosos, pareciendo que el autor no discierne en dichos momentos el lenguaje literario del cinematográfico creando secuencias innecesariamente alargadas. Como ya apuntábamos, la historia fue retorcida para conectar de manera artificial con la historia de El exorcista, y es por ello que se hacía necesario unir ambas películas mediante uno de los actores de la cinta de 1973. Es por ello que en un papel secundario aparecerá nuevamente Jason Miller dando vida al Padre Karras, y es por ello que su intervención resulta forzada y algo irrelevante. Para finalizar el apartado artístico y como curiosidad comentar que en la onírica escena del purgatorio podemos ver reconvertidos en ángeles celestiales a personajes como el jugador de baloncesto Patrick Ewing o al modelo Fabio, apareciendo igualmente entre el maremagno de almas en espera un desconocido Samuel L. Jackson.



Esta tercera entrega, tras el universo de tintes oníricos y psicodélicos tan personal creado por John Boorman para la primera secuela, vuelve en parte sobre los cimientos de la película de William Friedkin aunque siendo mucho más rica en elementos fantasiosos y alegóricos. Se crea de esta forma un curioso largometraje que hibrida entre el género policiaco, y que de hecho se anticipa por poco a la moda de psicokillers que hallaría en la década de los noventa un estupendo caldo de cultivo cinematográfico, y el terror demoniaco ligado al catolicismo, elemento que el director se esfuerza en reforzar mediante una profusa inserción de imágenes y escenas de tintes religiosos, con numerosos fotogramas que muestran esculturas, iconos y demás imaginería creyente, junto con secuencias pertenecientes a un orbe más místico y de ensueño, ejemplificadas en momentos como la visión de ese limbo plagado de ángeles que acompañan a las almas que allí se encuentran o el momento en el tramo final en el que vemos emerger cientos de cuerpos desde las mismas entrañas de la tierra liderados por un crucificado que no es otro que el niño asesinado al comienzo de la película. Y es que no podemos olvidar a este respecto que Peter Blatty es un católico confeso muy ligado además al ámbito de los Jesuitas, por lo que el tema religioso siempre ha estado muy presente en sus obras literarias.



En lo que concierne a su faceta como director, el novelista se presenta como un gran conocedor de los resortes que mueven el género de terror cinematográfico, valía que literariamente ya había demostrado con creces, pareciendo que la película ha sido dirigida por alguien con gran veteranía en el medio, y no siendo el resultado de un director que ejecuta su segundo trabajo tras las cámaras, a lo que hay que sumar las mencionadas presiones a las que Blatty fue sometido para que la película acabara convertida en secuela de El Exorcista, con las modificaciones sobre el guion original y planes de rodaje que ello supuso. Todo esto apunta a que Blatty tomo buena nota de todos los rodajes a los que estuvo ligado en su faceta como guionista, y muy especialmente en la filmación de El exorcista diecisiete años atrás. Para dotar de un mayor énfasis a la historia se apoya, acertadamente además, en planos, sonidos, iconografía religiosa y voces que refuerzan las sensaciones negativas que posee la cinta. Cierto que en algún momento la trama puede antojarse algo lenta, consecuencia de que el director apueste claramente por una película de sensaciones. Pero cuándo la película se propone insertar un susto acaba creando momentos antológicos, no pudiéndonos olvidar a este respecto la grandiosa escena del turno de noche en el hospital, representado con un alejado plano fijo y que guarda en sus casi cuatro minutos un par de momentos de esos que te hacen brincar de la butaca. 



Notable producción de terror que logra crear esa sensación de malestar buscado y que en su momento fue bastante maltratada por la crítica, y que si hubiera buscado un desarrollo alejado de la cinta de Friedkin, tal como quería su máximo responsable, labrándose un universo propio, posiblemente hoy en día sería mejor considerada, ya que como parte de la franquicia de terror iniciada en 1973 con El exorcista, acaba siendo sometida a unas, en ocasiones, injustas comparaciones con la película de William Friedkin que acaban pasándole factura.

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