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domingo, 20 de octubre de 2019

LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES (LAND OF THE DEAD, 2005) 93´



El mundo se encuentra prácticamente en su totalidad a merced de los muertos vivientes, y únicamente un pequeño grupo de supervivientes se concentra en una ciudadela fortificada, donde se hacina la población, y coronada por un enorme rascacielos, hogar de los ricos y poderosos. Estos cuentan además con un vehículo acorazado y un grupo de paramilitares con los que llevan a cabo expediciones al exterior en busca de suministros y algún que otro artículo de lujo que les haga olvidar la pesadilla en la que viven.



Veinte años más tarde de El día de los muertos, Romero retoma su saga más fructífera con La tierra de los muertos vivientes, proyecto que pudo ver la luz a raíz del gran éxito cosechado por la opera prima de Zack Snyder, El amanecer de los muertos (de hecho los títulos de crédito de esta nueva entrega del director afincado en Pittsburgh recuerdan indefectiblemente a los de película de Snyder), precisamente un remake de la cinta de Romero de 1978, éxito que iniciaría una nueva edad dorada del género zombie, la cual ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días. La idea de rodar una nueva entrega obedecería en esta ocasión mas a la necesidad de un nuevo éxito para George Romero, que en los últimos años no había conseguido destacar especialmente con sus películas, que a la necesidad de contar algo nuevo. Sin embargo, el resultado final merece la pena y ahonda un poco mas en todas esas ideas desarrolladas con anterioridad.



Romero nos muestra en esta ocasión, y en su creciente historia sobre el apocalipsis zombie, como el mundo es ya un planeta en declive. Los zombies han ocupado toda la tierra y los pocos humanos supervivientes viven en ciudades fortificadas y protegidas por grupos paramilitares, quienes hacen batidas al exterior para poder aprovisionarse de materiales de primera necesidad como comida y medicamentos. Pero los zombies están evolucionando, en franca contraposición con un ser humano al que la situación desatada desde la iniciática La noche de los muertos vivientes le ha hecho involucionar, amparándose en sus instintos más primarios. Y es que, una vez más, la tragedia será desencadenada por la propia maldad y mezquindad del ser humano.





A nivel interpretativo La tierra de los muertos vivientes es la película de la longeva saga que cuenta con actores más solventes y conocidos. Así, la cinta está protagonizada por un carismático Simon Baker, conocido especialmente en nuestro país por protagonizar la serie El mentalista. Le acompañan nombres como los de Robert Joy (Amityville 3, La mitad oscura, Fallen o el remake de Las colinas tienen ojos), John Leguizamo (La jungla 2, Super Mario Bros, Atrapado por su pasado, Romeo y Julieta, Spawn, Summer of Sam…), todo un valor seguro tal y como se constata en su intervención en el título que nos ocupa o Dennis Hopper (Easy Rider, Apocalypse Now, Terciopelo azul, Waterworld…) en uno de esos roles de villano en los que tan bien encajaba. A modo de guiño Romero contaría con la presencia de la personalísima Asia Argento, hija de su partenaire en Zombie Dario Argento, y que una vez más daría cuenta de su capacidad para comerse la pantalla con su sola presencia, incluso en un papel menor y menos desarrollado como es el caso. 





Romero se sitúa en esta ocasión y de manera inequívocamente  abierta del bando de los zombies, a quienes dota de sentimientos y cierta capacidad de raciocinio, en una evolución imparable desde esos primeros compases donde actuaban por impulsos irracionales. Y es que en esta ocasión no atacaran al grupo de humanos sin motivos aparentes, sino que será en venganza por la actuación de estos contra sus semejantes. Si en El día de los muertos vivientes se centraba esta simpatía por los zombies en la figura de Bub, se quiso hacer lo propio en esta ocasión mediante la figura de un líder dentro del grupo de los muertos vivientes, ese gasolinero negro que actúa como cabeza pensante de la muchedumbre zombie que inicia su peregrinaje hasta la ciudad fortificada tras ser atacados por el grupo de humanos. Si que es cierto que Romero no logra con este personaje alcanzar las cotas del Bub de El día de los muertos vivientes, pero si que es significativo como, mientras en el bando de los humanos la característica principal es el egoísmo y la traición, en este caso se nos presenta un emulo de líder capaz de sacrificarse por el grupo.





Una vez más Romero continua jugando a encerrar a los protagonistas frente al acoso de los zombies, que son quienes se encuentran en espacios abiertos, frente a los claustrofóbicos ambientes en los que moran los personajes no muertos, algo presente desde la película de 1968. Así, en la primera entrega se les retenía en una casa aislada, más tarde en un centro comercial, una fortificación militar en la tercera entrega y ahora, en una ciudad amurallada. El espacio se va agrandando, pero no por ello desaparece la sensación de claustrofobia y miedo a ser asaltados en cualquier momento. Si se aprecia sin embargo en esta entrega que la población superviviente acepta como normal la situación, fruto de una convivencia de años con este extraño y terrorífico fenómeno. Lo anómalo y terrorífico convertido en cotidiano, la capacidad de sobrevivir y sobreponerse pero no como elemento positivo, sino como forma de pervertir esa misma resistencia, lo que queda muy evidenciado en como los muertos vivientes son usados dentro de la ciudad amurallada como forma de entretenimiento de las masas, momento donde por cierto veremos un simpático cameo de los actores Simon Pegg y Edgar Wright caracterizados como zombies encadenados frente a los cuales la gente se fotografía, a la sazón director y actor principal de la divertida parodía Shawn of the dead.



La película continua sirviendo como acicate de los perores vicios de nuestra sociedad, corriente que nacería de manera involuntaria en La noche de los muertos vivientes pero que Romero y su equipo convertirían en una marca de la casa de la saga. En esta ocasión la película ejerce una crítica abierta contra la sociedad actual, y así mientras unos pocos disfrutan de todos los privilegios representados en la torre que se erige en medio de la ciudad, la mayoría malvive en las calles y apenas tienen para alimentarse. Un primer mundo que se erige altivo y sin escrúpulos frente a un tercer mundo marginal y hambriento. Pero por debajo de ese tercer mundo hay un cuarto mundo, el de los zombies, que no dudarán en, lejos de la capacidad de conformidad de los habitantes menos favorecidos de la ciudad fortaleza, tomar por la fuerza lo que se les ha negado, quizás una advertencia de lo que nos puede deparar el futuro si seguimos acrecentando las desigualdades sociales y económicas.





Lo película contó con el apoyo económico de la mayor Universal Studios, lo que posibilitó que esta cuarta entrega fuera la de mayor presupuesto de todas las películas sobre muertos vivientes estrenadas por Romero, algo que se evidencia en el acabado de la cinta, tanto a nivel de escenarios, maquillajes o efectos visuales, área en la que Romero volvería a contar con Nicotero, aprendiz en El día de los muertos y maestro en esta ocasión, acompañado del no menos destacable Howard Berger. De esta manera el director vuelve a un estilo de comic a la hora de narrar su particular Armagedón zombie, algo que es especialmente patente en unos personajes tan resultones como esos secundarios tan esteticamente atractivos enviados por el personaje al que da vida Dennis Hooper y que acompañaran a los protagonistas en su misión, con unos nombres igualmente propios del mundo del tebeo como son Manolete, Motown y Brubaker. Lo mismo sucede con la presencia de ese vehículo especial de nombre El azote de los muertos, volviendo de esta forma Romero a las formas de puro entretenimiento de El amanecer de los muertos y dejando por el camino ese estilo más deprimente de El día de los muertos.



Una nueva muesca en el revólver de Romero en su particular filmografía zombie, descubriendo este director como con esta saga de muertos vivientes, en esta ocasión rebautizados como podridos, podía sacar los colores de la sociedad capitalista en la cual se mueve la franquicia, atacando al consumismo (amanecer), militarismo (día) o en esta ocasión las desigualdades sociales. Última gran película de una saga que poco después iniciaría un triste declive manifestado en dos últimas películas para olvidar. 

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