GENEROS DE TERROR
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domingo, 27 de octubre de 2019
...Y EN NOVIEMBRE
En Noviembre continuamos nuestro particular homenaje a la saga de muertos vivientes de Romero repasando sus remakes oficiales, que siga el Armagedon zombie.
LA RESISTENCIA DE LOS MUERTOS (SURVIVAL OF THE DEAD, 2009) 89´
En medio de un mundo donde los muertos se
levantan de sus tumbas para devorar a los vivos, una isla en medio del mar
parece obviar la dramática situación que se vive en todo el planeta. En el
lugar hay dos facciones enfrentadas, los O´Flynn, que apuestan por acabar con
todos los zombies que aún merodean por la isla para asegurar su propia
supervivencia, y los Muldoon, quienes creen poder reeducar a estas criaturas
para evitar ataquen a los vivos.
Última y por desgracia la más floja de
cuántas aproximaciones llevara a cabo Romero al universo cinematográfico que el
mismo creara hoy hace más de medio siglo, y que repite el esquematismo de su
anterior aportación con El diario de los muertos (con la que enlaza mediante el
personaje del Sargento Crockett), esto es, presupuesto exiguo, intérpretes
desconocidos, rodaje rápido y estreno directo en formato doméstico. Tal y como sucediera con el título inmediatamente
anterior estrenado en 2007, lo peor que puede achacársele a La resistencia de
los muertos es que no posee la esencia visual Romeriana propia de su tetralogía
inicial, si exceptuamos un par de apuntes interesantes en el epílogo, con esos
zombies de ambos líderes de los clanes atacándose entre sí incluso una vez
muertos frente a una brillante y rojiza luna llena, o el momento en que los
hombres de Patrick O´Flynn con este a la cabeza se encuentran con que los
zombies a los que tienen que disparar en la cabeza son dos niños de corta edad
encadenados en sus cunas.
La película se construye desde una idea
argumental interesante, algo que todas las películas de Romero poseen, con ese
enfrentamiento que ya viéramos en El día de los muertos entre quienes
consideraban que había que tratar de aniquilar a todos los zombies posibles y
quienes apostaban por que la única opción para sobrevivir al apocalipsis era
tratar de reeducar a los muertos vivientes. En esta ocasión no serán estamentos
como el militar y el científico los que se enconen, sino dos clanes rivales, lo
que permite a Romero volver una vez más sobre su constante crítica social,
donde vuelve a apostar por el desencuentro entre los humanos como principal generador
de nuestra propia destrucción. Y es que, si nos atenemos a la propia evolución
de la saga y lo que en ella se nos cuenta, la aparición en escena de los
muertos vivientes es solo el elemento desestabilizador que ha acelerado nuestra
propia autodestrucción, incapaces de unir fuerzas siquiera en una situación
apocalíptica como la planteada. Hay a lo largo de la película varios momentos
en los que la película presenta secuencias de corte cercano al absurdo, como
esa detonación que hace caer toda una pared dejando al descubierto a varios
tiradores cubiertos de hollín, descolocan sobre la visión de la película, y
acaban por no dotarla de una entidad propia en ese baile entre situaciones
dramáticas con otras más banales.
Romero plantea esta sexta entrega como un
hibrido de estilos cinematográficos, donde, si bien el terror es evidente, hay
que desbrozar algo más la película para llegar a atisbar un western tardío, con
esas dos facciones enfrentadas donde además se manejan numerosos elementos
iconográficos de este género, duelo al sol incluido. Da la sensación sin
embargo de que Romero ha gestado tanto la preparación como el rodaje y la post
producción de manera precipitada, en un afán por ofrecer rápidamente una nueva
muestra del cine de muertos vivientes, siendo por este motivo, los resultados
tan discretos y lejanos de obras capitales del cine de terror moderno como
Zombie (1978) o El día de los muertos vivientes (1985), dirigidas también por
Romero. Y es que si para estrenar las tres primeras películas de la franquicia
hubieron de pasar diecisiete años, para ver las otras tres cintas el periodo
fue tan solo de cuatro, casi a película de zombies por año.
En lo que respecta al apartado técnico más de
los mismo, nos encontramos con una cinta del montón con estilo de
telefilm y donde ni siquiera los maquillajes y efectos de casquería se
encuentran a la altura del resto de la saga, siendo en esta ocasión Greg
Nicotero únicamente consultor en materia de efectos, lo que acaba por pasar
factura a una producción como se estrenaron decenas en aquellos años. Únicamente
recomendada para fans acérrimos del maestro de Pittsburgh, a quienes la
subjetividad les empuje a destacar los aciertos que tiene la película,
concretamente en cuánto a ideas planteadas, frente a sus puntos débiles, muchos
de ellos en la propia ejecución de dichas ideas. La resistencia de los muertos
tiene añadido un toque que la hace especial además para el seguidor de su
director, y es que sería su última película estrenada antes de su fallecimiento
en 2017. Y es que podemos perdonarle estas dos últimas aproximaciones al
subgénero que el mismo invento precisamente por eso, por ser el creador
principal de un género dentro del cine de terror que tan buenos malos momentos
nos ha hecho, y nos hará pasar, con los muertos vivientes como leit motive
principal. Es por ello que, aunque parezca una contradicción, solo falta desear
larga vida a los muertos vivientes.
miércoles, 23 de octubre de 2019
EL DIARIO DE LOS MUERTOS (DIARY OF THE DEAD, 2007) 91´
Un grupo de alumnos se encuentra rodando una
película de terror de serie B como proyecto de la carrera. Inesperadamente la
radio comienza a emitir información relativa a extraños sucesos en cadena
protagonizados por gente aparentemente fallecida que ha llevado a cabo violentos
ataques contra la población. Desconcertados por lo que está pasando deciden
montar en una caravana y partir en busca de la verdad sobre lo que está
aconteciendo. Jason, director de la película de ficción, decide documentarlo
todo con su equipo cinematográfico.
Apenas un par de años después de estrenada La
Tierra de los muertos vivientes, película que al menos funcionó correctamente
en taquilla, Romero se embarcaría en una nueva película de su longeva saga.
Esta vez contaría con un presupuesto mucho menor, prácticamente nueve veces
menos que para su película anterior, algo que le supone una de cal y otra de
arena. Así, mientras de una parte la historia queda limitada en base a un
reducido montante económico, el director gozaría de una mayor libertad creativa,
algo de lo que, estando atado a un gran estudio, probablemente careciera. Una
vez más, y tal como sucediera con todas las películas sobre muertos vivientes
de esta franquicia, el propio Romero se haría cargo de la escritura del
guion, planteando por primera vez, tras
una serie de películas que con cada entrega avanzaban en la situación central
del planteamiento de un apocalipsis regido por la vuelta de los muertos a la
vida, una vuelta a los inicios. Así, El diario de los muertos supone volver a contar
el inicio del fenómeno, cambiando radicalmente, eso sí, la forma narrativa.
La película se abonaría al formato de found
foutage o metraje encontrado, estilo
cinematográfico dado a conocer en el género especialmente con Holocausto
caníbal y recuperado a finales de los noventa con el estreno de El proyecto de
la bruja de Blair, con incontestables éxitos cercanos en el tiempo como las
sagas Paranormal activity o Rec, de la que el propio Romero se manifiesta fan
confeso y que de hecho sería homenajeada
en el momento en que agentes con trajes especiales irrumpen en una vivienda
donde una pareja de ancianos mantienen encerrados a sus fallecidos. Así, toda
la película se presenta como una filmación auténtica llevada a cabo por uno de
los protagonistas, y que se intercala con grabaciones de cámaras de seguridad o
imágenes televisivas, imágenes que por momentos se apoyan en la voz en off de
otra de las protagonistas de la historia. De esta forma el director quiere que
este nuevo acercamiento a la génesis del fenómeno de la vuelta a la vida de los
muertos, el espectador lo viva desde otro punto de vista, otro ángulo. Así como
en la película de 1968 el estilo amateur confería a la película de manera
inconsciente cierto aire de documental, en esta ocasión se busca
deliberadamente ese poso de realidad en las imágenes. Algo que por desgracia no
sucede, perdiendo además en el proceso el estilo propio, la marca de la casa,
ese ADN de Romero que el resto de películas enclavadas dentro de la franquicia
poseían, pareciendo por momentos una cinta de serie B de productoras como
Asylum o similares más que una propuesta de un curtido director casi
septuagenario. El hecho además de tener que presentar toda la película como si
de una filmación en tercera persona se tratara genera en ciertos momentos
situaciones del todo injustificables e ideas ilógicas, como la de ser testigo
de ataques de zombies y no dejar de grabar para ayudar, llegando a grabar tu
propia muerte. Pero como dice en un momento el personaje del propio Jason, “la
cámara lo es todo”.
El elenco de intérpretes es desconocido,
comandado además por un grupo de jóvenes en la línea del cine de terror para
adolescentes más estereotipado, dejando de lado por vez primera Romero a unos
personajes más trabajados y variados. Como nota curiosa decir que uno de los
protagonistas es Shawn Roberts, quien ya participara en un pequeño papel en La
tierra de los muertos vivientes, y que de hecho da vida a otro personaje
distinto en esta ocasión. Si bien las interpretaciones no son deleznables, si
que no están a la altura, ni por carisma de los personajes ni por complejidad
en la composición de estos, de ninguna de las películas anteriores de la saga,
y es que en El diario de los muertos las preocupaciones de Romero eran otras.
El director utiliza la película para
experimentar con nuevas técnicas de filmación como la cámara digital, o un
montaje abrupto, algo que además de permitirle tratar de hacer algo diferente
lejos de los formalismos y maneras más academicistas, le sirve como justificante
a la hora de presentar su particular y personal crítica al sistema, todo un
clásico dentro de su filmografía sobre muertos vivientes. Romero pone su mira
en esta ocasión en el auge de las redes sociales y la deshumanización de la
sociedad según avanza la tecnología, aunque una vez más no evita la crítica al
estamento militar en la secuencia en la que unos soldados roban al grupo
protagonista. Unido tanto al bajo presupuesto como a esa idea de recurrir a
nuevas técnicas de rodaje, surgen unos efectos especiales que dejan de lado los
trucajes mecánicos y artesanales, mucho más caros, para poner la vista en la
infografía y los efectos especiales computerizados. Greg Nicotero continúa
fiel a Romero, no olvidando quien le dio su primera oportunidad en el cine, y
continua ofreciendo gracias a su habilidad, notables secuencias de corte gore a
la par que unos zombies, que si bien carecen del empaque de entregas anteriores
(recordemos una vez más la limitación presupuestaria), están muy por encima de
la mayoría de títulos sobre zombies estrenadas por aquel entonces a decenas. Y
es que, aunque en menor medida, la cinta seguirá mostrando secuencias donde la
sangre es la protagonista.
El estatus de director de culto permitiría a
Romero poder contar con la participación de gente como Stephen King, Wes Craven
o Quentin Tarantino, entre otros, con pequeñas colaboraciones, en una especie
de ritual habitual por el cual amigos o gente del equipo participan de una
manera u otra delante de la pantalla. Y es que, aunque El diario de los
muertos supone una bajada del listón marcado por el propio Romero a lo largo de
su saga sobre muertos vivientes, aún y todo es mejor que un alto porcentaje de
películas de corte similar estrenadas de manera masiva en base al abaratamiento
de costes precisamente en el área de efectos especiales.
El diario de los muertos sería el primero de
los experimentos de Romero dentro de su particular saga de los muertos
vivientes, lejanos ya los años más boyantes, fructíferos y exitosos de su carrera
como director, y que suponen una pérdida de la propia identidad de la saga. La
tetralogía inicial es un muy buen ejercicio de cine de género, en no pocos
momentos brillante, y con algunas de las secuencias más recordadas por el
aficionado del terror. Lo que vendría después de La tierra de los muertos
vivientes es otra cosa, un triste epílogo al que sin embargo merece la pena dar una oportunidad, el maestro Romero así lo merece.
domingo, 20 de octubre de 2019
LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES (LAND OF THE DEAD, 2005) 93´
El mundo se encuentra prácticamente en su
totalidad a merced de los muertos vivientes, y únicamente un pequeño grupo de
supervivientes se concentra en una ciudadela fortificada, donde se hacina la
población, y coronada por un enorme rascacielos, hogar de los ricos y poderosos.
Estos cuentan además con un vehículo acorazado y un grupo de paramilitares con
los que llevan a cabo expediciones al exterior en busca de suministros y algún
que otro artículo de lujo que les haga olvidar la pesadilla en la que viven.
Veinte años más tarde de El día de los
muertos, Romero retoma su saga más fructífera con La tierra de los muertos
vivientes, proyecto que pudo ver la luz a raíz del gran éxito cosechado por la
opera prima de Zack Snyder, El amanecer de los muertos (de hecho los títulos de
crédito de esta nueva entrega del director afincado en Pittsburgh recuerdan
indefectiblemente a los de película de Snyder), precisamente un remake de la
cinta de Romero de 1978, éxito que iniciaría una nueva edad dorada del género
zombie, la cual ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días. La idea de rodar
una nueva entrega obedecería en esta ocasión mas a la necesidad de un nuevo
éxito para George Romero, que en los últimos años no había conseguido destacar especialmente
con sus películas, que a la necesidad de contar algo nuevo. Sin embargo, el
resultado final merece la pena y ahonda un poco mas en todas esas ideas
desarrolladas con anterioridad.
Romero nos muestra en esta ocasión, y en su
creciente historia sobre el apocalipsis zombie, como el mundo es ya un planeta
en declive. Los zombies han ocupado toda la tierra y los pocos humanos
supervivientes viven en ciudades fortificadas y protegidas por grupos
paramilitares, quienes hacen batidas al exterior para poder aprovisionarse de materiales
de primera necesidad como comida y medicamentos. Pero los zombies están
evolucionando, en franca contraposición con un ser humano al que la situación
desatada desde la iniciática La noche de los muertos vivientes le ha hecho
involucionar, amparándose en sus instintos más primarios. Y es que, una vez más,
la tragedia será desencadenada por la propia maldad y mezquindad del ser humano.
A nivel interpretativo La tierra de los
muertos vivientes es la película de la longeva saga que cuenta con actores más
solventes y conocidos. Así, la cinta está protagonizada por un carismático
Simon Baker, conocido especialmente en nuestro país por protagonizar la serie
El mentalista. Le acompañan nombres como los de Robert Joy (Amityville 3, La
mitad oscura, Fallen o el remake de Las colinas tienen ojos), John Leguizamo
(La jungla 2, Super Mario Bros, Atrapado por su pasado, Romeo y Julieta, Spawn,
Summer of Sam…), todo un valor seguro tal y como se constata en su intervención
en el título que nos ocupa o Dennis Hopper (Easy Rider, Apocalypse Now,
Terciopelo azul, Waterworld…) en uno de esos roles de villano en los que tan
bien encajaba. A modo de guiño Romero contaría con la presencia de la
personalísima Asia Argento, hija de su partenaire en Zombie Dario Argento, y
que una vez más daría cuenta de su capacidad para comerse la pantalla con su
sola presencia, incluso en un papel menor y menos desarrollado como es el caso.
Romero se sitúa en esta ocasión y de manera
inequívocamente abierta del bando de los
zombies, a quienes dota de sentimientos y cierta capacidad de raciocinio, en
una evolución imparable desde esos primeros compases donde actuaban por
impulsos irracionales. Y es que en esta ocasión no atacaran al grupo de humanos
sin motivos aparentes, sino que será en venganza por la actuación de estos
contra sus semejantes. Si en El día de los muertos vivientes se centraba esta
simpatía por los zombies en la figura de Bub, se quiso hacer lo propio en esta
ocasión mediante la figura de un líder dentro del grupo de los muertos
vivientes, ese gasolinero negro que actúa como cabeza pensante de la
muchedumbre zombie que inicia su peregrinaje hasta la ciudad fortificada tras
ser atacados por el grupo de humanos. Si que es cierto que Romero no logra con
este personaje alcanzar las cotas del Bub de El día de los muertos vivientes,
pero si que es significativo como, mientras en el bando de los humanos la
característica principal es el egoísmo y la traición, en este caso se nos
presenta un emulo de líder capaz de sacrificarse por el grupo.
Una vez más Romero continua jugando a
encerrar a los protagonistas frente al acoso de los zombies, que son quienes se
encuentran en espacios abiertos, frente a los claustrofóbicos ambientes en los
que moran los personajes no muertos, algo presente desde la película de 1968. Así,
en la primera entrega se les retenía en una casa aislada, más tarde en un
centro comercial, una fortificación militar en la tercera entrega y ahora, en una ciudad amurallada.
El espacio se va agrandando, pero no por ello desaparece la sensación de
claustrofobia y miedo a ser asaltados en cualquier momento. Si se aprecia sin
embargo en esta entrega que la población superviviente acepta como normal la
situación, fruto de una convivencia de años con este extraño y terrorífico
fenómeno. Lo anómalo y terrorífico convertido en cotidiano, la capacidad de
sobrevivir y sobreponerse pero no como elemento positivo, sino como forma de
pervertir esa misma resistencia, lo que queda muy evidenciado en como los
muertos vivientes son usados dentro de la ciudad amurallada como forma de entretenimiento
de las masas, momento donde por cierto veremos un simpático cameo de los
actores Simon Pegg y Edgar Wright caracterizados como zombies encadenados
frente a los cuales la gente se fotografía, a la sazón director y actor
principal de la divertida parodía Shawn of the dead.
La película continua sirviendo como acicate
de los perores vicios de nuestra sociedad, corriente que nacería de manera
involuntaria en La noche de los muertos vivientes pero que Romero y su equipo
convertirían en una marca de la casa de la saga. En esta ocasión la película
ejerce una crítica abierta contra la sociedad actual, y así mientras unos pocos
disfrutan de todos los privilegios representados en la torre que se erige en
medio de la ciudad, la mayoría malvive en las calles y apenas tienen para
alimentarse. Un primer mundo que se erige altivo y sin escrúpulos frente a un
tercer mundo marginal y hambriento. Pero por debajo de ese tercer mundo hay un
cuarto mundo, el de los zombies, que no dudarán en, lejos de la capacidad de conformidad
de los habitantes menos favorecidos de la ciudad fortaleza, tomar por la fuerza
lo que se les ha negado, quizás una advertencia de lo que nos puede deparar el
futuro si seguimos acrecentando las desigualdades sociales y económicas.
Lo película contó con el apoyo económico de
la mayor Universal Studios, lo que posibilitó que esta cuarta entrega fuera la
de mayor presupuesto de todas las películas sobre muertos vivientes estrenadas
por Romero, algo que se evidencia en el acabado de la cinta, tanto a nivel de
escenarios, maquillajes o efectos visuales, área en la que Romero volvería a
contar con Nicotero, aprendiz en El día de los muertos y maestro en esta
ocasión, acompañado del no menos destacable Howard Berger. De esta manera el
director vuelve a un estilo de comic a la hora de narrar su particular
Armagedón zombie, algo que es
especialmente patente en unos personajes tan resultones como esos secundarios
tan esteticamente atractivos enviados por el personaje al que da vida Dennis
Hooper y que acompañaran a los protagonistas en su misión, con unos nombres
igualmente propios del mundo del tebeo como son Manolete, Motown y Brubaker. Lo
mismo sucede con la presencia de ese vehículo especial de nombre El azote de los muertos, volviendo de esta
forma Romero a las formas de puro entretenimiento de El amanecer de los muertos
y dejando por el camino ese estilo más deprimente de El día de los muertos.
Una nueva muesca en el revólver de Romero en
su particular filmografía zombie, descubriendo este director como con esta saga
de muertos vivientes, en esta ocasión rebautizados como podridos, podía sacar
los colores de la sociedad capitalista en la cual se mueve la franquicia,
atacando al consumismo (amanecer), militarismo (día) o en esta ocasión las
desigualdades sociales. Última gran película de una saga que poco después
iniciaría un triste declive manifestado en dos últimas películas para olvidar.
sábado, 12 de octubre de 2019
EL DÍA DE LOS MUERTOS (DAY OF THE DEAD, 1985) 96´
Un heterogéneo grupo de militares y
científicos conviven en un refugio subterráneo tratando de resguardarse y
protegerse de una situación de apocalipsis total, con un planeta tomado por los
muertos vivientes y donde los supervivientes cada vez son menos. Ambos
estamentos chocaran frontalmente por la manera opuesta en la que tratan de
abordar la situación, ya que mientras los soldados únicamente conciben la aniquilación
de los zombies, los investigadores tratan de hallar una solución al problema
mediante la domesticación de los muertos vivientes.
Corría el año 1985 cuando se presentó la
tercera aproximación al mito de los muertos vivientes por parte de Romero. Su titulo,
El día de los muertos, conformando de esta forma una pretendida continuidad en
la forma de titular cada nueva entrega que finalizaría con esta secuela,
pasando de la noche en la cinta de 1968 al amanecer en la primera continuación
estrenada en 1978 y finalmente al día, tal como reza el presente título.
Un grupo de supervivientes de lo que es ya
claramente una situación apocalíptica, y que queda perfectamente representado
en una escena inicial que muestra ciudades desiertas, millones de víctimas
potenciales, y en definitiva, un mundo poblado y ocupado por los zombies, permanece
oculto y atrapado a la vez (una constante de la franquicia) en un refugio
subterráneo, acosados por cientos de zombies que se encuentran apostados tras
las verjas que dan acceso al complejo. Las tensiones que se viven entre los
habitantes del refugio, quienes se dividen en civiles y militares, son cada vez
mayores, fruto de una situación caótica y terrorífica alargada en el tiempo.
Esta tensión devendrá en una ruptura dentro del grupo convirtiéndose el
fanatismo de los militares, y muy especialmente el de su jefe, en el desencadenante
de la tragedia cuando se permita el acceso de los zombies al refugio. Como
vemos, Romero vuelve a tratar nuevamente, al igual que ya había hecho en las
entregas anteriores, el tema de la claustrofobia y la angustia. Los
protagonistas se encuentran prisioneros en su propia casa, modificando esta
situación sus conductas y llegando a convertirse los humanos en sus peores
enemigos, muy por encima de los propios zombies, a los que Romero trata con más
cariño que a los personajes vivos, siendo el papel de Bub un ejemplo claro de
esto. La película supone pues una feroz critica contra el ser humano, siendo
esta crueldad humana representada especialmente en la figura del líder de los
militares, extraordinariamente interpretado por el actor Joseph Pilato, actor
ya ligado a la saga desde Zombi, donde participaría como actor de reparto
además de colaborar en labores de maquillaje.
Es esta labor interpretativa la que destaca
en El día de los muertos por encima de los dos títulos anteriores estrenados
por Romero sobre el tema, encontrándonos en esta tercera entrega los mejores
personajes y actuaciones de entre las tres cintas. Y es que además de la
salvaje interpretación de Pilato como villano de la función, no podemos obviar
a una Lori Cardille que dejaba atrás visiones más timoratas del papel de la
mujer tanto en La noche de los muertos vivientes como, aunque algo menos, en
Zombie, para mostrarnos a una de esas heroínas de acción que empezaron a
despuntar en el cine tras el papel de Sigourney Weaver en Alien. Cardille de
hecho llegaría a recibir el premio de interpretación en el prestigioso festival
de Sitges. Pero si hay un papel que ha quedado grabado a fuego en la retina del
espectador ese es el de Bub, un zombie al que el equipo de científicos se
afanan por domesticar tratando de buscar una salida no violenta a la situación
de guerra abierta existente entre los muertos y los vivos. Sherman Howard,
actor que diera vida a tan singular personaje, se basaría en la forma de actuar
de los mimos para hallar el punto de partida a la hora de interpretar un papel
tan aparentemente sencillo pero que realmente es harto complicado.
El día de los muertos ha sido tachada en
numerosas ocasiones de un título menor dentro de la inicial trilogía presentada
por Romero sobre el tema de los muertos vivientes. Nada más lejos de la
realidad, ya que esta tercera entrega presenta una madurez y un negativismo que
encaja y complementa el clasicismo de la primera película sobre el tema y la
más alocada y colorista, tanto visual como conceptualmente, segunda parte. De
inicio el propio director había escrito un ambicioso guion tratando de llevar a
cabo el rodaje de la película definitiva sobre el género, ahora que el tema de
los muertos vivientes, recordemos mediados de los ochenta, estaba en uno de sus
momentos de mayor apogeo copando las pantallas de cine y muy especialmente las
estanterías de los videoclubs de cintas, en la mayoría de los casos de dudosa
calidad. Pero para poder rodar el extenso y complejo libreto inicial ideado por
Romero se hacía necesario un holgado presupuesto, montante económico que la
productora únicamente aprobaría estrenando
una película más comercial, esto es, lejos de una violencia que mermara su
recorrido en la taquilla. Afortunadamente para el fan, Romero no transigió, lo
que provocaría contar con un presupuesto menor y debiendo rehacer el guion
original, de manera que la sinopsis final de la película desarrollada en la
base subterránea y en las minas era solo una parte de esa historia original.
Destaca asimismo frente a los que se refieren a ella como la peor película de
las tres iniciales una banda sonora más certera, desasosegante y angustiosa que
en los dos films anteriores, y que encaja a la perfección con esa ubicación de
la historia, lóbrega, oscura y claustrofóbica. Un score musical que parece
querer imitar el estilo lento y desacompasado de los movimientos de los muertos
vivientes.
La película volvió a contar para su apartado
de efectos especiales con la inestimable colaboración de Savini, quien una vez
mas aporto muestras de su buen hacer, pudiendo considerarse sin apenas género
de duda a El día de los muertos como su mejor
trabajo. Parte de culpa de que esta película sea recordada con tanto
cariño por todos los amantes de la casquería y el buen gore se debe también a
que junto al propio Savini, y como su asistente, trabajaría dentro del apartado
de efectos especiales y de maquillaje un joven y neófito Greg Nicotero, toda
una institución en el campo de los efectos, recordado especialmente en
películas donde la sangre y la explicitud es parte esencial del resultado
final. Destacan en este apartado los momentos de intestinos desparramados o las
amputaciones de miembros, produciéndose todo un festín de sangre y carnaza una
vez los zombies irrumpen en el recinto subterráneo y se cobran cumplida
venganza sobre esos militares que han representado durante la película la peor
cara del ser humano. Pero especialmente destacable es la secuencia en la que
los zombies logran dar caza al líder militar partiéndolo literalmente en dos y
esparciendo sus tripas por el suelo para a continuación darse un delicioso
festín, toda una demostración de la portentosa capacidad de Savini y Nicotero para
crear escenas truculentas y repelentes. Como anécdota adicional, para el rodaje
de esta escena se usó casquería en mal estado, ya que la cámara frigorífica en
la que debía mantenerse refrigerada se averió, dando como resultado un hedor
insoportable en el momento de la filmación, de ahí que la cara de asco de
Pilato sea totalmente verídica.
Como venía siendo habitual en toda la saga,
la cinta tiene un aire pesimista y
desalentador, no hay posibilidad de escapar de un destino dramático y aterrador,
y ello a pesar que tanto en Zombi como en el título que nos ocupa Romero
finaliza la historia con un guiño a la esperanza, a la huida. Nada más lejos de
la realidad, ya que el director deja claro el destino de sus protagonistas
desde una secuencia de arranque de ensoñación para el recuerdo. Además, y
contrariamente a lo que debiera ser por la propia naturaleza de las
circunstancias presentadas, es siempre el propio hombre y su falta para
entenderse, trabajar juntos y ponerse de acuerdo, el responsable de dicha
desgracia. El día de los muertos se erige de esta forma, y frente al sentir
de parte de la crítica, como la obra culmen de la saga zombie firmada por
George A. Romero, su visión más personal y particular que además es la que
mejor rodada está y la que recoge además muchos de los mejores momentos
enclavados en el gore no solamente de la franquicia, sino de la hsitoria. Habrá
quien se quede con La noche de los muertos vivientes y su mito como origen de
todo, quien prefiera Zombi, su ritmo más dinámico y su crítica al consumismo
regada de escenas míticas en el género. Personalmente elijo este El día de los
muertos.
domingo, 6 de octubre de 2019
ZOMBI, EL REGRESO DE LOS MUERTOS VIVIENTES (DAWN OF THE DEAD, 1978) 127´
La epidemia zombie que asola las ciudades
está próxima a quedar sin control, es por ello que un heterogéneo grupo formado
por una periodista, dos policías y un piloto de helicópteros deciden huir y
tratar de buscar refugio en un centro comercial donde los muertos vivientes no
han podido acceder, aún.
Hubo de transcurrir nada más y nada menos que
una década para que Romero escribiera y dirigiera el segundo capitulo de su
saga sobre los muertos vivientes, contando para esta, su sexta experiencia tras
la cámara, con una mayor experiencia y sobre todo, mayores medios económicos y
técnicos para poder llevar a buen puerto la producción. Y es que en esta
ocasión Romero se aliaría con el maestro del terror italiano Dario Argento para
la gestión y posterior distribución del proyecto, a cambio de que el director
de Suspiria o Tenebre dispusiera de la explotación de la película fuera de
Estados Unidos. Este fue uno de los motivos, pero no el único, por los que
finalmente existan varias versiones de Zombie, una inicial presentada en el
Festival de Cannes de 1978, el montaje estrenado en Estados Unidos y otra
revisión mucho más centrada en la acción y el gore que es la que Argento
traería a Europa.
Romero nos sitúa en esta ocasión en una
situación de caos total. La rebelión de los muertos ha adquirido dimensiones
mundiales, las ciudades se encuentran colapsadas, hay una situación prácticamente
de guerra abierta y la supervivencia se ha convertido en el principal objetivo
de los que todavía siguen vivos. Todo esto lo muestra Romero de manera sublime
en las primeras escenas de la película, con la entrada de los Swat en el
edificio atestado de zombies mientras vemos como en televisión sesudos expertos
divagan y discuten sobre el origen de una plaga que aterroriza a la población a
la vez que hace que aflore lo peor del ser humano. Y es que en Zombie Romero sí
que utilizará de manera consciente la metáfora de lo que narra en pantalla para
evocar una evidente crítica social fragmentada en varios elementos, y ya
manifestada desde el momento en que la protagonista habla abiertamente nada más
comenzada la película de que estamos perdidos, pero no por culpa de los
zombies, sino de nuestra propia cobardía. Y es que al director toda la caterva
de interpretaciones sociales y políticas lanzadas en el momento de estrenar en
1968 La noche de los muertos vivientes le serviría para utilizar la saga que
vendría después como una manera de abordar desde el terror numerosos elementos
desde un punto de vista crítico y mordaz.
Y tras realizar esta presentación general, de
nuevo Romero coloca a un grupo de personas en una situación comprometida,
sustituyendo en esta ocasión la casa de la primera entrega por un centro
comercial, siendo por otra parte la situación muy parecida. Los zombies les
rodean y acosan y el nerviosismo, el cansancio y el miedo van haciendo mella en
los protagonistas. El hecho de que en esta ocasión la trama se desarrolle en un
centro comercial donde puedes encontrar absolutamente todo lo que necesites y
quieras, permite jugar al director con la dualidad de por un lado disponer absolutamente de todo pero no poder
disfrutar de nada dadas las circunstancias que rodean la situación, toda una critica abierta contra la sociedad de
consumo actual, en exceso materialista y poco dada a abordar áreas del ser humano
más espirituales o interiores. Y es que, de que nos sirve tenerlo todo si no
somos capaces de poder disfrutar de ello.
La película tiene un ritmo endiablado, un
tempo narrativo perfectamente engranado, desde las primeras secuencias antes
mencionadas del asalto al bloque de edificios y la huida de los protagonistas
en helicóptero, hasta el violento final, no dejando un solo minuto de respiro
al espectador. Aunque si hay un descenso de esta frenética y salvaje acción
durante alguno de los momentos que tienen lugar en el centro comercial, segmento
y escenario que ocupa casi todo el metraje y que fue filmado en uno auténtico
ubicado en Pittsburgh, localidad que le debe mucho a la saga de muertos
vivientes de Romero, pudiendo el equipo de la película disponer del edificio
durante dos semanas, lo que obligó al director y su equipo a volver a filmar a
contrarreloj en sesiones maratonianas marcadas por la necesidad de dejar todo
el set de grabación en perfecto estado para la vuelta a la normalidad. Durante
este acto intermedio Romero desacelera el ritmo endiabladamente brutal para
narrar el día a día de los protagonistas en una situación que intentan llegar a
normalizar, aunque acaba por ser imposible, algo perfectamente reflejado en la
presentación de momentos en los que los protagonistas, una vez limpiado y
despejado el interior del edificio de zombies, se dedican a pasar las horas
muertos entre tienda y tienda, buscando entretenimientos con los que llenar
todo el tiempo libre del que disponen.
Destacar asimismo y frente a la entrega anterior, un aumento
considerable de las escenas sangrientas y enmarcadas claramente ya dentro de la
tipología del cine gore, dado que el mayor presupuesto con el que se contó
posibilito la inclusión de numerosas escenas explicitas y macabras, incluyendo machetazos
en la cabeza, numerosos impactos de bala en cuerpos o desmembramientos varios,
todo un lujo para el goreadicto de pro. En este sentido si que los
personalísimos maquillajes utilizados para los zombies, con unas tonalidades
grisáceas que en pantalla lucían sin embargo azuladas, acaban resultando
demasiado artificiales, lo mismo que una sangre en exceso rojiza y liquida.
Aunque incluso de sus defectos logra sacar partido la película, que acabaría
por hacer de estos fallidos maquillajes una marca de la casa de la película, ya
que confieren a Zombie una marcada estética de comic que le sienta de maravilla
y que además la diferencia notablemente de La noche de los muertos vivientes y
de su veracidad, ya que aquí el exceso, aunque no le resta terror a la
propuesta, la hace más fantasiosa e irreal. Por cierto que en lo referente a las escenas más
explícitas y sanguinolentas, estas cuentan con la inestimable participación del
genio de los efectos especiales y actor ocasional (Abierto hasta el amanecer,
Los hijos de los muertos vivientes, Death Prof….) Tom Savini, un autentico
maestro en lo que se refiere a la creación y desarrollo de todo tipo de efectos
de casquería, y quien, no por casualidad, sería el director escogido para
filmar el remake de La noche de los muertos vivientes que se estrenaría en 1990.
Decir que Savini además interviene como actor en esta segunda entrega
encarnando a uno de los miembros de la banda de motoristas. Y es que Savini,
nacido precisamente en Pittsburgh tenía pensado haber participado en La noche
de los muertos vivientes, pero no pudo hacerlo al trasladarse a Vietnam donde
trabajaría como fotógrafo. Pero a partir de esta segunda entrega de la saga
pudo resarcirse de esa ausencia inicial, alcanzando de hecho su culmen como
especialista en efectos especiales en la tercera parte de la franquicia
estrenada en 1985, El día de los muertos.
Precisamente a través de esta banda de
moteros de la que Savini es miembro destacado, Romero vuelve a plasmar una idea
básica en toda su filmografía sobre el tema, y es que, como bien plasmaría
Hobbes en su mítica frase “El hombre es lobo para el hombre”, efectivamente el hombre es peor que los
propios zombies. En esta ocasión será este grupo de delincuentes motorizados
quienes lleven el caos y la destrucción hasta el lugar donde se encuentran
ocultos los protagonistas, siendo responsables directos de que los zombies
penetren en el centro comercial y se inicie un autentico baño de sangre, y
además tratando a los muertos vivientes de manera que incluso el espectador
sufra ante los desmanes provocados en estos seres. Y es que mientras los
ataques de los zombies a los humanos se tratan desde la irracionalidad, son un
acto reflejo de supervivencia, en las acometidas de los hombres hacía los
zombies quedan patentes elementos de maldad, crueldad y absoluta falta de,
precisamente, humanidad.
La película supuso todo un bombazo en la
taquilla mundial, confirmando a Romero como uno de los grandes directores de
terror y suponiendo una más que dignísima y acertada continuación de la obra de
1968, siendo considerada incluso por no pocos como la mejor de la serie. Fue
gracias a Zombie cuando el genero de los muertos vivientes alcanzo a finales de
los setenta y muy especialmente durante los ochenta, el momento de mayor
apogeo, hasta el revival nacido a principios de los dos mil, abundando sin
embargo las malas imitaciones de las películas de Romero con títulos como La
noche de los muertos vivientes, de Benjamín Clark o Zombie holocausto dirigida
en 1980 por Frank Martin ente otras muchas, llegándose a estrenar incluso
secuelas apócrifas de la propia película de Romero. Se iniciaba además con
Zombie una tendencia del director que sin embargo no pudo llevar siempre a
cabo, estrenar un título de su franquicia más significativa cada década. La
noche de los muertos vivientes fue estrenada en 1968 y Zombie en 1978. Habría
que esperar otros siete años antes de ver el siguiente capítulo de este
Apocalipsis cinematográfico. Pero eso es un capítulo aparte.
jueves, 3 de octubre de 2019
LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (NIGHT OF THE LIVING DEAD, 1968) 96´
“Vienen
por ti Barbra”
Dos hermanos se encuentran en un solitario
cementerio visitando la tumba de un familiar cuándo son atacados brutalmente y
sin previo aviso por un extraño hombre que surge de la nada. Es el comienzo de
una terrorífica jornada que devendrá en la peor de nuestras pesadillas, y es
que los muertos se están levantando de sus tumbas para atacar y devorar a los
vivos.
George A. Romero, director y uno de los
principales artífices de la película, vivió una infancia retraída y solitaria
marcada principalmente por la Segunda Guerra
Mundial y por una estricta educación católica. Esta timidez hizo que se
refugiara en las películas y en los tebeos de la conocida editorial
norteamericana E.C., especializada en relatos de terror, algo que a la postre
marcaría su futuro, encaminando sus pasos hacia la dirección de películas de
este género, dando sus primeros coletazos en el terreno cinematográfico
rodando pequeñas películas caseras con una vieja súper 8 mm , regalo de su tío. El año
1968 se convertiría en fundamental para Romero, y por extensión para todo el
cine de terror contemporáneo, el cual se vería convulsionado por la aparición
en escena de la opera prima del director, película que marcaría el nacimiento
de todo un subgénero cinematográfico dentro de la extensa obra del horror y
que, con altibajos en su aceptación por parte del público, parece constatado
que vino para quedarse. La película tuvo por nombre La noche de los muertos
vivientes, y dio a conocer a estos seres sobrenaturales y ficticios al gran
público, poniéndoles sobre la palestra en el lenguaje cinematográfico e
iniciando una extensa serie de películas sobre el tema, que, aunque ya había
conocido alguna aproximación tiempo atrás, siendo las más conocidas la película
de Jacques Tourneaur Yo anduve con un zombie o la protagonizada por Bela Lugosi
La legión de los hombre sin alma, diferían bastante tanto en la forma como en el
espíritu de lo que veríamos a partir del éxito de La noche de los muertos
vivientes. Y es que la cinta de Romero sentaría las bases y directrices a
seguir desde ese momento, otorgando una serie de características propias a este
tipo de criaturas y por extensión de películas, unas señas de identidad que el
propio Romero explotaría a lo largo de la saga con la que el director exploraría
el tema de los muertos vivientes a lo largo de más de cuatro décadas.
Pero remontémonos nuevamente al año 1968, momento
en el que un novato Romero, quien únicamente había filmado un cortometraje y
que por aquel entonces se dedicaba a la filmación de anuncios promocionales, se
rodeó de un nutrido grupo de personas coincidentes con el en la idea de llevar
a cabo el rodaje de una película. Para poder llevar a buen fin este proyecto decidieron
juntarse de inicio un total de diez personas que aportarían al proyecto
seiscientos dólares cada uno, capital que iría ampliándose poco a poco hasta
llegar a los cerca de ciento cuarenta mil dólares que finalmente costaría la
película. Los nombres principales dentro de este plan eran, junto al de Romero,
John A. Russo, autor del guion junto al propio director y asimismo productor de
la cinta, lo mismo que Russell Streiner y Karl Hardman, obviamente también productores
que además darían vida a los personajes de Johnny y Harry respectivamente,
aportando además en aspectos más técnicos como maquillaje o efectos especiales.
Tras estudiar numerosas posibilidades, finalmente se opto por debutar en el
terreno del largometraje con una historia de terror puro, dadas las
posibilidades y libertades que ofrecía una obra de este genero. Se decanto de
esta manera por trasladar a la gran pantalla un relato propio, Anubis, el cual
se basaba a su vez en la conocida obra
de Richard Matheson Soy leyenda, relato adaptado a su vez al lenguaje
cinematográfico en varias ocasiones. Decidido que es lo que se quería hacer
tuvo lugar el como, y como suele ocurrir con este tipo de producciones
totalmente independientes, la filmación estuvo enmarcada en todo tipo de
problemas económicos y técnicos para poder trasladar en imágenes lo que estaba
escrito sobre el papel. Se rodaba de noche, en jornadas de veinticuatro horas,
solo podía filmarse los fines de semana, que es cuando el equipo técnico y
artístico tenía tiempo libre, entre todos se ocupaban de los efectos especiales,
iluminación, montaje…Pero finalmente y tras un arduo trabajo para poder rodar y
vender el trabajo realizado, pudo llegar a estrenarse la ópera prima de Romero,
para la cual se barajaron diferentes títulos como fueron Nigth of Anubis o
Nigth of the flesh, optándose en última instancia por el hoy archiconocido La
noche de los muertos vivientes. Este baile de nombres provocaría que la cinta
acabara estrenándose sin ser correctamente registrada de cara a la posterior
explotación económica vía copyright, generándose la curiosa diatriba de que,
pese a acabar recaudando la friolera de treinta millones de dólares, sus
responsables no vieran nada de este dinero proveniente de los derechos de
autor.
La película narra cómo un día y sin previo
aviso, por causas desconocidas, los cadáveres comienzan a volver a la vida
atacando a toda aquella persona con la que se cruzan en su camino. Romero no
explica de manera fehaciente a lo largo de la película el por que de tan
inquietantes hechos, no es algo que le interese (aunque si se apunten posibles
causas radiactivas), limitándose a plantear el problema, una especie de Apocalipsis
en la Tierra
con los muertos levantándose de sus tumbas y los vivos desconcertados y
atemorizados ante tan espeluznantes hechos. El director nos dibuja con la
película la situación de acoso y tensión a la que se ven sometidos varios
individuos de muy diferentes, y en ocasiones encontrados caracteres, y como
tratan de sobrevivir en medio de una situación tan extrema como es el estar
rodeados de cadáveres putrefactos que quieren aniquilarlos. Nos encontramos de
esta forma ante una especie de western crepuscular, pudiendo incluso referirnos
a la hora de hablar de La noche de los muertos vivientes como de una nueva
versión de la obra de John Ford Centauros del desierto, con los personajes de
la casa ejerciendo el papel de vaqueros acorralados por decenas de indios, rol
adoptado de manera inconfesa por los muertos vivientes que rodean el refugio.
Incluso podríamos hablar del grupo de civiles que emprende la caza de estos
muertos y que vemos en el cierre de la película como de un séptimo de
caballería en ciernes. Romero sitúa a una serie de personajes en una situación
crítica, dibujando a estos con unos trazos generales que permiten
identificarlos rápidamente. Así, Barbra es insegura y temerosa, Ben adopta el
papel de héroe a la fuerza, Harry Cooper carga con el villano de la función… haciéndoles
reaccionar ante una situación del todo anormal y caótica, lo que acabará
generando reacciones igualmente impulsivas e irracionales, fruto del miedo que
atenaza a estos personajes centrales.
La novedad de la cinta reside en la aparición
en escena de los muertos vivientes como elemento desestabilizador, a los que Romero
y sus colaboradores dotaron de una serie de características físicas y de
comportamiento que acompañarán a estos personajes en futuras producciones que traten
el tema, las cuales a raíz del éxito incontestable de este título serán muchas.
Su estética (rostros cadavéricos, ropas roídas, miradas perdidas…), esos
andares desacompasados y patosos (es como si hubieran vuelto a aprender a
caminar), los gestos lentos y torpes… todo es fruto de las diferentes ideas que
fueron surgiendo durante el proceso de rodaje y que se irían sumando en un
maremagno de aportaciones hasta lograr esa caracterización de cómo debía ser y
comportarse un individuo que acabara de volver de la muerte. Destaca la idea
del propio Romero de convertirlos en caníbales para acrecentar el terror, y
curiosa también es la idea, que aquí ya se apunta muy de soslayo pero que será
explotada en sus totalidad en posteriores entregas de la serie, de presentar
muertos vestidos con traje de novia, jugadores de fútbol americano, payasos…
como queriéndonos decir que la muerte esta presente en todos los aspectos de la
vida cotidiana, esta mezclada entre nosotros y puede llegar en cualquier
momento.
Si La noche de los muertos vivientes supuso
toda una conmoción en el momento de su estreno es porque acabaría por redefinir
el género, marcado por aquel entonces por cierto tono poético propio de las
producciones de la Hammer o de las adaptaciones que Roger Corman llevara a cabo
de los relatos de Edgar Allan Poe. No hay nada de lirismo en la película de
Romero, es directa, cruel, desmoralizadora y de una violencia desaforada, otro
elemento que supuso un shock para el espectador, y es que frente al gore de Hershell
Gordon Lewis en películas como 2000 maniacos o Blood feast, el visto en La
noche de los muertos vivientes carece del más mínimo ápice de humor negro o
desenfado. La película, a la que acompaña un tono dramático y desalentador acentuado
en escenas como la de la explosión de la camioneta o el pesimista final, ha
sido fuente de inspiración de numerosas interpretaciones realizadas a
posteriori, fruto de que la película hubiera sido rodada en una época tan
convulsa como lo fueron los finales años sesenta, llena de cambios y
movimientos sociales. Se habla así de la amenaza nuclear como trasfondo de la
historia, pero también se interpreta la cinta como una obra de denuncia social,
siendo su mensaje el de que o todos cambiamos o acabaremos devorándonos los
unos a los otros, metafóricamente hablando. El hecho de que el héroe de la
historia fuera una persona de color, enérgicamente interpretado por Duane
Jones, también provocó que se hablara del movimiento negro, de plena actualidad
en aquel momento, año del asesinato de Luther King. Todo tipo de interpretaciones
para satisfacer a todo tipo de personas, y que pueden reconocerse como
acertadas o ridículas, ya que en muchos casos los propios responsables de la
película han desechado algunas de estas teorías de doble sentido aludiendo a
que su único objetivo era filmar una película de terror sin dobles lecturas en
su intencionalidad, siendo todo un ejemplo de esta idea el hecho de que Duane
Jones fue contratado para interpretar a Ben por tratarse del único actor
profesional del equipo, no planteándose Romero y compañía ni de lejos la
connotación racial de su elección. Independientemente de estas ideas que
sugirió la película no puede dejar de reconocerse lo que objetivamente es, ya
que La noche de los muertes vivientes esta considerada como una de las obras
cumbres del cine de terror y fuente de inspiración de todo el cine de este género
rodado a partir de entonces. Y es que en las secuelas que vendrían más tarde
filmadas por el mismo Romero sí que se acentuarían los elementos de crítica
social, y esta vez de manera consciente.
La fotografía en blanco y negro, una
iluminación amateur y esos movimientos de cámara manuales y en ocasiones torpes,
dado que el rodaje se llevó a cabo cámara al hombro al no disponer de más equipo
con el que poder configurar los planos, confirieron a la película un tono semi documental
que hace mas real ante los ojos del espectador lo que se esta contando en
pantalla, influyendo esa manera de rodar en posteriores obras capitales del
cine de terror como La matanza de Texas, convirtiéndose una vez más esa
carestía de medios e inexperiencia profesional en toda una virtud que aportaba
al resultado final un acercamiento más real y cercano, y por ende más
terrorífico. Resaltar el hecho que el exiguo presupuesto con el que se contó
hizo imposible el poder contar con una banda sonora propia compuesta ex profeso
para la película, con lo que sus responsables compraron material sonoro
compuesto para películas de serie B antiguas. Sin embargo es de recibo reconocer
que la manera en que se complementan música e imágenes es muy notable, incluso
pareciendo un score compuesto de manera expresa para las imágenes a las que
acompaña.
En 1998 y aprovechando el treinta aniversario
de la película se estrenaría una nueva versión filmada por Russo que tomaría la
película de Romero y añadiría un prólogo y epílogo totalmente innecesarios,
igual que desecharía la banda sonora original para incluir una nueva pieza
musical esta vez sí creada para la película pero que curiosamente funciona
peor. Todo ello como mera excusa para poder tratar de resarcirse del citado
estreno tres décadas atrás de La noche de los muertos vivientes sin copyright e
ingresar, esta vez sí, unos ingresos económicos por esa vía. Sin embargo esta
revisitación del clásico es totalmente prescindible y únicamente se recomienda
a esos completistas de pro. No sucede lo mismo con un atinado remake estrenado
en 1990, producido y guionizado por Romero y dirigido por Tom Savini, película
de la que hablaremos en su momento.
Sea como fuere La noche de los muertos
vivientes es la constatación del fruto del esfuerzo de un grupo de neófitos del
cine que pusieron todo de su parte para poder estrenar un título de terror
diferente, personal. Y vaya si consiguieron su objetivo, aportando a la
historia del cine de horror una de sus
obras seminales, fuente de numerosas imitaciones e inicio no ya de una saga,
sino de todo un subgénero que en el momento actual se encuentra en lo alto de
su popularidad, traspasando las pantallas del cine y convertido ya en referente
sociológico que ha inundado ya la propia televisión, el mundo de los
videojuegos o el literario, en una resurrección del cine de muertos vivientes
que a día de hoy parece tener cuerda para rato. Es posible que vista hoy en
día, cincuenta años después de su estreno, pueda parecer una película poco
impactante, por momentos lenta, pero hay que ponerse en situación y analizarla
desde el punto de vista de un público prácticamente virgen en cuanto a la
utilización tan desaforada y brutal que se hace no solo de la violencia, sino
de la propia esencia pesimista que inunda toda la cinta y que la aleja de
convencionalismos y de finales felices. Romero y su equipo marcaron un hito
dentro del género, en buena medida sin darse cuenta de ello y más fruto de la
inexperiencia que de sus cualidades profesionales como cineastas, pero en La
noche de los muertos vivientes contrariamente a lo que apunta su título nació
algo grande para el fan del terror.