GENEROS DE TERROR

MI OTRO BLOG

jueves, 25 de abril de 2019

... Y EN MAYO

En Mayo nos enfundaremos en la bandera de España para hacer un recorrido patrio por la productora  Fantastic Factory, nobles intenciones con funesto final.

lunes, 22 de abril de 2019

EL RETORNO DE LOS MALDITOS (THE HILLS HAVE EYES 2, 2007) 89´



Un grupo de soldados en periodo de formación son enviados hasta una posición ubicada en pleno desierto de Nuevo México para entregar material en una base de científicos con apoyo militar. Sin embargo al llegar a su destino se encuentran con el lugar aparentemente abandonado, sin saber que están siendo observados a su vez entre las rocosas colinas que rodean el emplazamiento por quien en realidad ha masacrado al destacamento original.



Rápida secuela escrita por el propio Wes Craven, quien esta vez contaría para ello con el apoyo de su hijo Jonathan. Tras la buena acogida del remake estrenado un año antes, no se tardó más que unos meses en tener lista esta segunda entrega, que sin embargo queda lejos de los logros recogidos en el trabajo de Alexander Aja, siendo en esta ocasión otro director de origen europeo, en este caso el alemán Martin Weisz, el escogido para dirigir la película, quien brinda un trabajo rutinario que aunque medianamente entretenido, carece de todos los elementos centrales que caracterizan a la saga, volviéndose de alguna manera a repetir los errores de la secuela de 1984, obviar los elementos de crítica social dejando también de lado ese horror más veraz, creíble e impactante de las dos películas de inicio, aunque en este caso el resultado final no es tan desastroso como lo había sido con la secuela dirigida en los años ochenta. 



Protagonizada prácticamente en su totalidad por actores enclavados en el mundo de la televisión, a quienes hay que criticar además que en ningún momento resultan creíbles como soldados de la Guardia Nacional en periodo de formación y donde se abusa de clichés a la hora de representar a estos personajes, esta segunda entrega recupera a Michael Bailey Smith para un nuevo papel dentro del clan de mutantes, ya que con las caracterizaciones bajo las cuales ha trabajado en ambas películas no hay manera de reconocerlo. Derek Mears, convertido en un nombre habitual dentro de producciones de terror del nuevo milenio, en las que en numerosas ocasiones aparece bajo capas de maquillaje, es otro de los siniestros seres que aguardan en las colinas que dan nombre a la saga, en este caso en el interior de las mismas. Mears de esta manera ha llegado a interpretar a uno de los aliens de Hombres de negro 2, al hombre lobo de La maldición (precisamente dirigida por Craven), a Jason Vorhees en el remake de Viernes 13 o a uno de los Depredadores de Predators. Destacar como para el resto de mutantes que vemos a lo largo de la película el director ha tirado de stunts o especialistas sin apenas bagaje interpretativo para darles vida, caso de Gáspár Szabó o Jason Oettle, lo que es indicativo de cuáles son las prioridades de la producción, impactantes caracterizaciones y efectos sangrientos frente a personajes con fuerza y potenciación del suspense, y es que mientras en la cinta de Aja estos cuatro elementos estaban presentes en igual medida, para esta ocasión se han potenciado los dos primeros en detrimento de los segundos, y que en definitiva eran los que engrandecieron la película de 2006.  



La película, a la que de entrada hay que recriminar una traducción en nuestro país del título totalmente desacertada,  comienza jugando a lo fácil, y en cierta forma de manera tramposa, y es que vuelve la mirada sobre la guerra en Irak en la secuencia de presentación del grupo protagonista, tratando Craven de hacer una correlación entre este conflicto armado y el de Vietnam, que recordemos, sería uno de los gérmenes originadores de la película de 1977 en tanto esta es fruto y reflejo del desapego de la sociedad norteamericana entre otros cosas por el largo periodo de intervención del ejército americano en esta región del sudeste asiático. Pero la película no tarda en alejarse de esta vía, entrando pronto en el terreno del horror prototípico por el cual un grupo de personajes que han sido presentados a golpe de cuatro brochazos que los caractericen, va siendo diezmado de uno a uno por un terrible y desconocido enemigo. Mientras que la primera entrega de este nuevo tandém de películas ubicaba la morada de los mutantes caníbales en un pueblo abandonado utilizado por el gobierno como enclave para prácticas nucleares, en esta ocasión se rompe esta idea indicando que estos seres viven entre las galerías subterráneas de las indispensables colinas protagonistas, lo que acerca a la trama a los postulados vistos en las dos entregas de The descent. Alabar en este sentido como juega con la claustrofobia en dos momentos puntuales, la salida de una de las víctimas del primer ataque de la letrina portátil y el momento en que uno de los soldados es introducido por una abertura hasta el interior de las cuevas, algo que no vuelve a repetirse sin embargo durante toda la trama que tiene lugar entre las galerías subterráneas.





El retorno de los malditos se abre con una interesante escena en la que vemos a una joven dar a luz a una criatura engendrada por uno de los mutantes, una idea atrevida que es explicada posteriormente indicando que aquellas mujeres jóvenes que caen bajo las garras de estos caníbales son violadas y usadas para la procreación, y por consiguiente, la subsistencia de este clan. La película deja de lado las consecuencias de las pruebas atómicas, a pesar que intenta abordar esta subtrama de soslayo, y frente a unas criaturas que en el caso de la película de Aja eran presentadas teniendo en cuenta efectos reales de la radiación sobre las personas, en esta ocasión tenemos a un grupo de monstruos para cuyo diseño únicamente se ha buscado el impacto a través de físicos colosales y mutaciones difíciles de explicar, caso del caníbal con piel de piedra. Y es que lo que prima principalmente en este retorno de los malditos es la truculencia de las muertes, donde no se escatiman amputaciones, sangre ni virulencia, para lo cual se vuelve a contar liderando el departamento de efectos visuales y de maquillaje con Berger y Nicotero, lo que asegura al menos unos buenos resultados en este sentido.



Una secuela que por lo menos no se indigesta, pero que queda lejos de ese resurgir estrenado un año atrás de la idea planteada a finales de los setenta con la iniciática Las colinas tienen ojos, y que se queda en lo superficial a la hora de abordar una historia de continuación que finalizaba con un guiño que presagiaba un cierre de trilogía que nunca fue.  Y es que a estas alturas había empacho de caníbales mutantes.

domingo, 21 de abril de 2019

LAS COLINAS TIENEN OJOS (THE HILLS HAVE EYES, 2006) 101´



Un placentero viaje familiar acabará convertido en una terrorífica pesadilla para los miembros de este clan cuándo, engañados por el dueño de una vieja gasolinera, se adentren en un inhóspito desierto en el cual el gobierno ha llevado a cabo en el pasado numerosas pruebas nucleares sin conocer que el lugar permanecía habitado por unas familias, las cuales con el paso de las décadas se han convertido en sangrientos caníbales sobre quienes han hecho mella de manera terrible la radiación presente entre las áridas colinas entre las que moran.





El éxito y también el impacto causado por su película Alta tensión, convirtió de la noche a la mañana al galo Alexandre Aja en uno de los máximos exponentes de la nueva ola del terror francés, corriente cinematográfica que en los primeros dos mil inundara la cartelera de títulos brutales e impactantes a partes iguales, y que pusieron sobre el mapa a un puñado de realizadores a tener en cuenta dentro del panorama del género de horror. Es por ello que a la hora de abordar una revisión de su película Las colinas tienen ojos, Wes Craven, productor de la cinta junto a Marianne Maddalena, colaboradora habitual del director de Pesadilla en Elm Street y Peter Locke, quien ya hubiera producido la cinta de 1977, puso su  mirada en este joven autor, que de esta manera conseguiría dar el salto a Hollywood. Aja escribe también el guion de este remake, y lo hace junto a Grégory Levasseur, mano derecha de este en muchos de sus proyectos. De esta manera nos encontramos con el perfecto exponente de lo que debiera ser un remake, que no es sino una revisión actualizada de una película de gran calado, transcurrido el tiempo prudencial para evidenciar la necesidad de esa nueva versión (en este caso treinta años) y que en esta caso además aporta elementos de mejora sobre la obra original, en base a poder contar con una mayor disposición de medios económicos. 



La película se apuntala en un solvente grupo de intérpretes, con actores como Ted Levine, visto en El silencio de los corderos, Heat o la primera entrega de Fast and Furious, Kathleen Quinlan, con quien Aja repetiría en la posterior Cuernos,  Aaron Stanford (Pyro en X Men), Vinessa Shaw, conocida por su participación en la simpática El retorno de las brujas, y los más jóvenes Emilie de Ravin, Claire en la exitosa serie Perdidos o Dan Byrd. Todos ellos conforman una familia al uso perfectamente dibujada en los primeros minutos de metraje, y que será convertida en víctima en primer lugar de los desmanes de los caníbales que asolan las colinas entre las que se encuentran aislados, para acabar transmutando en vengativos asesinos capaces de sacar lo peor de ellos mismos en su lucha por sobrevivir. Pero como suele ser habitual en este tipo de películas, lo más interesante a nivel de los actores que forman parte del elenco, viene del lado de los villanos de la función. En este caso podemos encontrarnos entre capas de efectivo y efectista maquillaje a actores como Michael Bailey Smith, culturista de más de metro noventa y quien debutaría dando vida al super Freddy de la quinta entrega de la saga de Pesadilla en Elm Street para acabar apareciendo en multitud de películas y series para televisión en el que sacar partido de su colosal físico, y que en Las colinas tienen ojos interpreta a Pluto. Otro nombre a tener en cuenta es el de Billy Drago, papa Júpiter en la cinta, actor de fisonomía particular y fácilmente identificable y conocido por sus apariciones en El jinete pálido, Invasión USA o Los intocables de Elliot Ness. Por último destacar la intervención de Robert Joy, reconocible por el gran público por dar vida al forense Sid Hammerback en la exitosa CSI Nueva York, pero que es igualmente todo un nombre dentro del género tras sus intervenciones en películas como Amityville 3, el pozo del infierno, La mitad oscura o La tierra de los muertos vivientes. 





La película comienza con un prólogo brutal en el que un desconocido con una fuerza brutal acaba en apenas unos segundos con un grupo de científicos que se encuentran realizando diferentes pruebas de mediciones de radioactividad entre las colinas que dan nombre a la película, secuencia que deja evidenciadas dos de las premisas fundamentales de este revisión. De una parte que Aja continua ofreciendo títulos con un alto componente de violencia entre su celuloide, aprovechándose para ello del enorme talento de dos grandes en esto del diseño de efectos truculentos y enmarcados abiertamente en el gore, como son Howard Berger y Greg Nicotero (este último por cierto con cameo incluido como uno de los mutantes). Además, en esta ocasión se va a dar un mayor peso en la historia a la trama que versa sobre las pruebas atómicas llevadas a cabo en el paraje en el que se desarrollan los acontecimientos y los efectos causados entre sus habitantes, no solo en lo que se refiere a su aspecto físico, donde las mutaciones son patentes, sino en la recreación de una sociedad propia y aislada de toda civilización, y que ha llevado a los caníbales protagonistas a buscarse radicales formas de subsistencia. Todo ello remarcado en unos impactantes títulos de crédito iniciales que bajo el melódico tema More and more de Webb Pierce, nos muestra imágenes reales de ensayos nucleares y las terribles consecuencias de estos sobre la población. 



Como remake que es toma la historia filmada por Craven y la actualiza pero sin aportar grandes cambios en lo que respecta a la trama, haciendo una traslación bastante fidedigna de lo narrado treinta años atrás. Es en su tercer acto donde la película traza una línea propia presentando el poblado donde se ocultan los mutantes caníbales y en el cual se desarrolla buena parte de este tramo final, habiéndose mostrado previamente como uno de los cráteres generados por las citadas pruebas atómicas se ha convertido en un cementerio de los vehículos atacados por el grupo de salvajes. Esta incorporación frente a lo visto en la primera versión de Las colinas tienen ojos viene dada por el mayor presupuesto con el que se contó para la realización de esta nueva versión, y que permitió a Aja filmar escenas imposibles de abordar en la película de 1977 por la falta absoluta de capital. Además de tomar la historia primigenia y respetarla de cara a esta nueva adaptación, el director también se esfuerza por trasladar igualmente esa idea de Craven vista en su película de jugar con la dualidad de una familia totalmente normal y mundana que por circunstancias se ve obligada a jugar las mismas cartas que el grupo de acosadores asesinos, los cuales consiguen en un inicio acabar con buena parte de esta familia. De hecho el francés va un paso más allá, dibujando una evidente dicotomía entre los personajes del gran Bob y su yerno, totalmente reacio este último al uso de armas (se hacen varias bromas sobre este tema en la primera parte de la cinta), y que curiosamente se verá obligado a cometer los más terribles y violentos actos en aras de rescatar a su hija de las garras de sus captores y salvar su propia vida, llegándose incluso a momentos en los que se muestra a este personaje casi como un héroe cercano a los postulados del western, idea que se remarca con una música de tintes épicos en los instantes en los que un prácticamente derrotado Doug saca fuerzas de flaqueza para derrotar a sus enemigos, y que de hecho descuadran del tono que por otra parte mantiene la película en todo momento. 



En su versión, Aja manifiesta una mayor pericia que Craven a la hora de filmar, ofreciendo un movimiento de cámara constante, unos encuadres más trabajados y mejor presentados, en resumen un superior acabado técnico. El trabajo del director de fotografía es igualmente destacable a la hora de resaltar la aridez y sequedad de los escenarios donde tiene lugar la historia, transformando de esta forma los desiertos de marruecos donde se llevó a cabo el rodaje en una perfectamente creíble recreación de los paisajes norteamericanos donde supuestamente tiene lugar la historia, rematado en el anteriormente mencionado pueblo abandonado y totalmente inerte donde se refugian los mutantes que han asolado a la familia protagonista. Pero si la ambientación es un elemento crucial a la hora de transmitir esas sensaciones en el espectador y que trasladan lo sufrido por los protagonistas al otro lado de la pantalla, en Las colinas tienen ojos juega un papel primordial la tremenda banda sonora de Tomandandy, y que concretamente en su tema Forbidden zone, enmarcado en un machacón soniquete electrónico, sirve de genial acompañamiento a las imágenes en las que se inserta, multiplicando varios enteros la fuerza de unas secuencias ya de por si desasosegantes, con una introducción musical presagio de que algo terrible está a punto de suceder.



La película es uno de esos exponentes de remake necesario, que toma una buena película y la mejora, aportando elementos que redondean la propuesta inicial pero respetando en el trayecto todas aquellos componentes que hicieron de la obra primigenia un título destacado hasta llevarlo a la consideración de obra de culto entre el fandom del cine de terror. Y es que si Las colinas tienen ojos supuso un puñetazo en el estómago sobre el aficionado, este remake toma ese puño y lo retuerce una vez ha impactado en el vientre del espectador. Y es que, hablando de puños, esta película es todo un golpe sobre la mesa del recién llegado Alexander Aja de su forma de ver y mostrar el terror en pantalla.  

viernes, 19 de abril de 2019

LAS COLINAS TIENEN OJOS 2 (THE HILLS HAVE EYES, PART 2, 1984) 82´




Han pasado varios años desde que los Carter fueran atacados en medio de desierto por una familia de caníbales mutantes, acabando con varios de sus miembros. Por ello, Bobby, uno de los hijos supervivientes, y que sigue recreando en su cabeza una vez tras otra los traumáticos acontecimientos, se niega a volver cerca del lugar de los hechos junto a varios de sus amigos cuando estos deciden acudir a una competición de motocross. Y es que las colinas siguen observando a quien osa cruzar entre sus caminos.



Tras varios títulos consecutivos sin el éxito de sus primeras películas, Wes Craven se vería obligado a volver a Las colinas tienen ojos, escribiendo y dirigiendo una segunda entrega que no solo no logró el objetivo deseado, sino que acabaría convertida en uno de los más flojos trabajos de su realizador, quien afortunadamente ese mismo año dirigiría la exitosa Pesadilla en Elm Street, reescribiendo de esta manera su historia dentro del cine de terror moderno contemporáneo. Pero eso es otra historia, mientras que lo que nos encontramos con esta tardía secuela es una cinta que manifiesta la desgana con la que se gestionó y filmó.





La primera diferencia evidente entre la película de 1977 y esta segunda parte nos la encontramos en el grupo protagonista, y es que mientras que en la primera matanza las víctimas eran una familia norteamericana tipo, ahora nos encontramos con el prototípico grupo de jóvenes carne de cañón que veríamos miles de veces en el cine de terror de los ochenta, en un mismo esquema argumental que llega hasta nuestros días. Robert Houston, Bobby en la saga, repite personaje en una breve participación mediante una introducción que sirve de nexo de unión entre ambas historias. Asimismo volvemos a ver a Janus Blythe como Rudy, parte de la familia de caníbales de la primera película y que tras erigirse en salvadora del bebe de los Wood ha sido acogida por los Carter en su huida de su propia familia de asesinos mutantes. Entre los protagonistas y nuevas víctimas de los habitantes de las colinas nos encontramos a un plantel de actores desconocidos y en algún caso con apenas un puñado de trabajos como intérpretes, caso de Tamara Stafford, Kevin Spirtas (protagonista también de la séptima entrega de Viernes 13), Willard E. Pugh (Robocop 2), Peter Frechette (Grease 2) o John Laughlin (La roca). Entre la familia de caníbales mutantes y tras lo visto en la primera entrega de Las colinas tienen ojos, Craven recupera, como no podía ser de otra manera tras convertirse en el rostro visible y principal reclamo que promocionara la película en posters y caratulas, a Michael Berryman, quien de esta manera se descubre no murió tras el ataque de Bestia, uno de los perros de los Carter en la primera película, tal y como todo parecía apuntar. Asimismo se saca de la manga un nuevo miembro dentro de esta familia de mutantes de las colinas, con el indisimulado sobrenombre del destripador, y a quien da vida John Bloom, actor acostumbrado a prestar un físico imponente de más de dos metros veinte para papeles donde su apariencia era su principal arma interpretativa, como así lo atestiguan sus apariciones entre otros en títulos como Dracula contra Frankestein o Star Trek.



Craven filma un guion propio desganado y plagado de clichés y una coherencia argumental mínima, donde además tira de numerosos flashbacks, entre los que para nuestra incredulidad nos encontramos uno del propio Bestia, que van narrando y desgranando lo ocurrido en la primera película, y que sirven principalmente para ocupar metraje que permita a la película llegar a la hora y media estándar de duración, burdo truco que ya deja claro que el director carece de historia para por si misma armar una película al uso, pero que igualmente deja patente toda la ausencia de pasión y ganas que si se pusieron en el rodaje de la película de 1977. 



Un elemento que evidencia los años transcurridos entre una y otra película, es que mientras en el caso de la cinta de finales de los setenta nos encontramos con un título enclavado en el género de survival horror y con unas marcas identitarias muy propias dentro del cine de horror de la segunda mitad de los setenta, en esta ocasión la película bebe de todas y cada unas de las constantes del cine slasher, que puesto de moda tras el enorme éxito de Viernes 13, viviría precisamente en la década de los ochenta su edad de oro con infinidad de títulos con un esquema argumental similar y constantes que aquí vemos igualmente replicados. A saber y como ya hemos apuntado con anterioridad, protagonismo de un grupo de jóvenes despreocupados que irán siendo diezmados de uno en uno hasta que únicamente quede la denominada final girl, en este caso representada en el papel de la invidente Cass, aunque bien es cierto que igualmente sobrevivirá su novio en la ficción. También las muertes son diferentes, y es que mientras que en la primera matanza estas eran abruptas, directas y brutales, en esta ocasión el recital de asesinatos es más imaginativo, tratando de que cada uno de los ataques sea diferente y visualmente impactante, cosa que en la mayoría de los casos no consigue. Tenemos también a un asesino despiadado y que acosará a sus víctimas hasta las última consecuencias, representado no tanto en un Plutón utilizado como reclamo y guiño a los seguidores de la película original, sino en un destripador que nos obsequiará además con otro giro habitual dentro del slasher, el doble final. Inclusive a la hora de trazar paralelismos con el cine de terror más de moda del momento podemos hablar de un par de desnudos femeninos totalmente gratuitos, otra de las bazas de este tipo de cine cuyo público target objetivo eran lo adolescentes de la época.



Pero si esta segunda parte de Las colinas tienen ojos es una película que se enmarca sin ningún género de dudas dentro del slasher ochentero, no podemos obviar igualmente la influencia que la saga Mad Max provocaría en Craven a la hora de escribir la historia. Esta idea se sustenta no solo en el nuevo look otorgado a los mutantes de la película, mucho más cercano al estilo utilizado por Miller en  su saga, sino en la filmación de una larga secuencia de persecución entre motos en medio del desierto que parece querer satisfacer las ansias de Craven por rodar su propia escena de este tipo.



Las colinas tienen ojos se aleja, posiblemente de forma inconsciente, de todos aquellos elementos que hicieron de la película estrenada ocho años atrás un título de culto entre el circuito más underground del cine de terror, ofreciendo la enésima versión de un tipo de películas repetitivas, que estira en demasía la presentación de unos personajes que no nos interesan, así como unas escenas de pretendida tensión que brilla por su ausencia, todo ello supeditado a mostrar unas muertes que ni siquiera tienen la pegada que otras películas de slasher de los ochenta si mostraban, dejando además por el camino reducido al aterrador clan de caníbales de la primera entrega en dos idiotas fácilmente engañables. O lo que es lo mismo, Las colinas tienen ojos 2 es toda una antítesis de la formula que el propio Craven había planteado casi una década antes.  

martes, 16 de abril de 2019

LAS COLINAS TIENEN OJOS (THE HILLS HAVE EYES, 1977) 86´



“Los afortunados mueren primero”

La familia Carter se encuentra de viaje familiar rumbo a California, decidiendo aprovechar el trayecto para visitar unas minas abandonadas ubicadas en pleno desierto de Nevada. Es así como en mitad de ninguna parte sufren un aparatoso accidente de tráfico que les deja tirados en medio de una zona árida y rocosa, y lo que es peor, a merced de unas colinas desde donde alguien les está observando.


Tras su opera prima, La última casa a la izquierda, dirigida en 1972, y que había colocado a su director, Wes Craven, en el disparadero, este realizador decidió seguir cultivando un tipo de cine de terror visceral y tremendamente impactante, dentro de la denominada corriente cinematográfica american gothic, que es como se definió al cine de terror surgido entre finales de los sesenta y década de los setenta y que se caracterizaba por su crudeza, realismo y verisimilitud. Frente a propuestas más fantasiosas e increíbles, Craven entre otros autores, nos plantea una situación posible, un terror real, y lo muestra con toda la acritud y brusquedad posible, tratando no solo de atemorizar al espectador, sino de incomodarlo, asfixiarlo, atosigarlo. Las colinas tienen ojos es uno de los principales exponentes de este tipo de cine, película que, no podemos obviarlo, nace a su vez del éxito en que se había convertido La matanza de Texas, y que si en el caso de la cinta de Tobe Hooper se inspiraba en el caso real de Ed Gein, para su familia de caníbales, Craven tomaría como base argumental la historia de Sawney Beane, quien en el siglo XIV en Escocia y durante cerca de un cuarto de siglo se dedicaría a formar una numerosa prole de hijos bastardos dedicada a robar, asesinar y devorar a aquellos infortunados viajeros que circularan cerca de las cuevas donde estos vivían.


La película tiene a su favor como en apenas unos pocos minutos Craven logra dibujar una familia protagonista perfectamente definida y estructurada en sus roles y comportamientos, logrando además que el espectador empatize rápidamente con estos, lo que llevará a un mayor sufrimiento en el momento en que estos personajes empiecen a pasarlo realmente mal.  Los actores Virgina Vincent y Russ Grieve dan vida a los cabezas de familia de los Carter, quienes tienen tres hijos, interpretados a su vez por Susan Lanier, Robert Houston y Dee Wallace. El marido del personaje de Wallace lo interpretaría Martin Speer. Como podemos apreciar se trataba de actores bastante desconocidos, a excepción de una Dee Wallace quien, en Las colinas tienen ojos, se enfrentaba a uno de sus primeros papeles antes de convertirse en musa del fantástico de los ochenta gracias a sus apariciones en Aullidos, ET el extraterrestre o Critters entre otras producciones. Frente a los Carter la película contrapone a otra familia totalmente antagonista, quienes se encargaran de acosar y diezmar a estos, y que son quienes el espectador mejor recuerda en base a su fisicidad y al hecho que, además de tratarse de unos asesinos inmisericordes, son dibujados como caníbales, lo que añade aún más dramatismo a la historia. Craven bautizo a esta serie de personajes con nombres tan mitológicos como Plutón, Marte, Mercurio o Júpiter, presentándolos con unas taras y características físicas tales como dientes afilados, enormes cicatrices o extrañas deformidades. En este caso el fan del género siempre recuerda a Plutón, convertido en icono de la película y encarnado por el actor Michael Berryman, aquejado de displasia ectodérmica hipohidrótica, una extraña enfermedad que le confiere una inusual apariencia física (ausencia total de cabello y cráneo deformado entre otras características), algo que ha hecho de Berryman un actor encasillado en personajes donde su anómalo físico es su principal herramienta de trabajo, apareciendo de esta manera en títulos como La mujer explosiva, Los bárbaros o El señor de las bestias 2, siendo recuperado últimamente por Rob Zombie para varias de sus películas. El resto de intérpretes que dan vida a la familia de caníbales apenas han tenido trascendencia en películas posteriores, caso de James Withworth, Lance Gordon o Janus Blythe. El propio productor de la cinta, Peter Locke, daría vida uno de los asesinos, concretamente a Mercurio, a quien apenas se logra vislumbrar en la película más allá de entre sombras y que acabará siendo el primero de los caníbales en morir.


La película, al igual que sucediera con la mencionada La matanza de Texas, es todo un ejemplo de cine de guerrilla, rodando sin apenas presupuesto, en condiciones más que duras, en pleno desierto en verano, y tratando de convertir en ventajas las trabas propias de una filmación como la presente, donde eran más las ganas que los medios de los que se disponía, siendo sin embargo el resultado uno de los títulos de referencia dentro del cine de terror de los setenta, y demostrando Craven su valía a la hora de filmar y mostrar en pantalla el sufrimiento y el dolor. Es cierto que el director ofrece un trabajo rutinario a nivel técnico, y lleno de recursos del momento, como el uso del zoom, algo que hace que, vista hoy en día, la película esté lastrada por el uso de estas técnicas hoy en día totalmente demodé, pero la fuerza de la historia que se cuenta es tan grande que convierte Las colinas tienen ojos en cita obligada de todo aficionado al género que se precie de serlo.


En la película es más que evidente la contraposición que se realiza entre las dos familias protagonistas, pudiendo establecer ese mismo antagonismo entre dos Américas bien diferenciadas. De una parte tenemos a los Carter, una familia de ciudad prototípica del american way of life, el padre agente de policía retirado y la madre ama de casa y devota religiosa. Junto a sus tres vástagos, el marido de la hija mayor y la bebe de estos forman un grupo familiar unido, casi de bucólica estampa pero humanizados, creando un clan creíble para el espectador. Enfrente, la familia de caníbales afectados por la mutación radiactiva provocada por las pruebas nucleares llevadas a cabo en su hogar en las décadas anteriores, representantes de la peor cara de esa otra América, la denominada profunda, plagada de paletos carne de cañón de esa otra mitad del país que tiene la firme convicción de ser superiores no solo en conocimientos y estilo de vida, sino en moral y valores. Y sin embargo cuándo acabe la película seremos testigos de cómo los Carter han sido capaces de sacar lo peor de sí mismos, poniéndose al mismo nivel de crueldad y violencia de sus atacantes, mientras que de parte de la familia de asesinos veremos asomar una pequeña esperanza ejemplificada en el personaje de Rudy, curiosamente la única de los miembros del clan que no tiene nombre de origen mitológico, quien será capaz de enfrentarse a su propia familia en aras de realizar un acto de bondad absoluta. Pero además de estas dos familias hay un tercer protagonista de la cinta, y no es otro que las propias colinas en las que se desarrolla toda la trama, cuya importancia se dibuja ya en el propio título de la película y entre cuyas escarpadas veredas y riscos se desarrolla buena parte del metraje, viendo moverse tanto a personajes como a cámaras con total libertad entre un escenario tan inhóspito y complicado.  


Como buen referente del anteriormente citado estilo denominado american ghotic, la película posee un halo de crítica social evidente, incluso cierto poso de reproche de tinte político, siendo como eran los setenta una década convulsa y oscura dentro de la historia reciente de los Estados Unidos, con la guerra de guerrillas de Vietnam abriendo los telediarios y el escándalo Watergate haciendo dimitir a todo un presidente como Richard Nixon.  No es baladí que los propios Carter sean diezmados mediante técnicas de desgaste y ataques sorpresa, que nos recuerdan a la forma en que el vietcong desangró al ejército norteamericano. Otro elemento que evidencia este argumento es el hecho que la familia de caníbales sufre terribles mutaciones debido a las pruebas atómicas que el ejército llevó a cabo en las décadas de los años cuarenta y cincuenta en la zona en la que se ubica la historia, y que si bien es citada en la película y mostrados sus resultados en la familia de caníbales, se trata de una idea a la que no logró Craven sacar todo el partido que hubiera deseado, debido principalmente a razones presupuestarias, algo que solventaría dos décadas más tarde gracias al remake dirigido por Alexandre Aja. 


La violencia que impregna la película es otro de esos elementos que es imposible no mencionar, ya que ha marcado a fuego Las colinas tienen ojos en el imaginario colectivo como uno de esos títulos difíciles de digerir. Hablamos no solo de la violencia gráfica, y que Craven muestra con toda la explicitud posible, caso del momento en que el gran Bob es quemado vivo, la muerte del anciano que regenta la gasolinera o el ataque de Bestia a Plutón, sino que también subyace una violencia psicológica sobre los protagonistas y que por extensión se proyecta en el propio espectador, quien no puede quedar ajeno ante los acontecimientos de los que está siendo testigo. El momento más relevante de esta idea, y donde ambos tipos de violencia confluyen de la mejor forma es el ataque inicial a la caravana, iniciado precisamente con la muerte del personaje del padre de familia, quien es atado a un árbol y quemado vivo como forma de distracción para dividir a los miembros de la familia Carter y facilitar de esta manera el embate sobre la hija menor y el bebe, quienes se han quedado solos en la caravana familiar. Son esos momentos, con dos de los mutantes asolando la estancia, atemorizando hasta llevarla a un estado de catarsis a la joven y finalmente secuestrando al bebe tras matar a la madre y a la hija mayor, quienes regresan al percatarse de la situación, en los que más alto llega Craven en su afán por incomodar hasta el límite a quien se enfrente al visionado de la película.


Las colinas tienen ojos es un perfecto exponente de esa primera etapa de un Craven obsesionado en crear títulos que dejaran al espectador tocado, donde la violencia traspasara la pantalla y dejara malas sensaciones aún finalizada la proyección. Lo conseguiría con la dupla formada por La última casa a la izquierda y la obra que nos ocupa, siendo la punta de lanza de una carrera cinematográfica centrada en el terror y donde dejaría para el aficionado un buen puñado de títulos para el recuerdo. Puede que Las colinas tienen ojos adolezca de poco presupuesto y ciertas carencias a la hora de rodar, pero es evidente que la fuerza que posee es tal que hace que, junto a La matanza de Texas, sea una de las obras de referencia a la hora de hablar de un tipo de terror muy concreto y ubicado en una etapa igualmente determinada. Craven había convertido unas perfectas vacaciones familiares en un infierno provocado por unos seres exponentes de nuestros miedos más irracionales.

domingo, 14 de abril de 2019

Y PARA LA SEGUNDA QUINCENA DE ABRIL...

Continuamos en el mes del gourmet deleitando una saga que mezcla el voyeurismo con el canibalismo a partes iguales en una receta final  llena de dolor y sufrimiento.


miércoles, 10 de abril de 2019

CRITTERS 4 (CRITTERS 4, 1992) 100´



Tras salvar Charlie los dos últimos huevos de Critter y guardarlos en la cápsula espacial enviada a la Tierra a tal fin, este quedará accidentalmente atrapado en hibernación en el propio transbordador junto a los embriones y lanzado al espacio, siendo rescatado de su viaje interestelar cincuenta años más tarde por una nave de piratas espaciales.



Inmediata secuela que rescata y enlaza con el final de la tercera entrega, la cual había quedado totalmente abierta, y presentando el inicio de lo que sería esta última aportación hasta la fecha a la saga oficial de películas sobre los Critters, teniendo además el dudoso honor de ser la peor de las cuatro  cintas, muy lejano ya el espíritu de estupenda serie B que presentaban los dos primeros episodios de la franquicia. 



Rupert Harvey, encargado de producir toda la saga, además de de escribir la historia de las dos últimas películas, fue también el responsable de la labor de dirigir esta entrega, en lo que sería su primera y única participación como director. Una vez más, y como suele ser constante en este tipo de sagas, se optó por trasladar la acción tanto en el espacio como en el tiempo para ubicar a nuestras voraces criaturas en medio de una estación espacial, en la peor tradición de la infinidad de imitaciones que surgirían a raíz del fenómeno que sería Alien, el octavo pasajero, idea que por lo general suele ser sintomática de una pérdida significativa de calidad de la franquicia objeto de este fenómeno.



El único elemento de interés a nivel de intérpretes de esta cuarta entrega estriba en que se contó entre un elenco de actores de segunda con la actriz Angela Basset, quien viviría en la década de los noventa su momento de mayor esplendor gracias a películas como Días extraños, Tina o Contact, rescatada en la actualidad gracias a títulos como Black Phanter o la serie para televisión 911, y que participaría además en sus inicios en sendos títulos dentro del género vampírico como son Sangre fresca y Un vampiro suelto en Brooklyn. Todavía más destacada para los seguidores del terror es la presencia de un mito como Brad Dourif, la voz detrás de Chucky en la saga Muñeco diabólico, y que se ha convertido en uno de esos actores de referencia dentro del cine de horror, con participaciones en películas como El exorcista 3, La fosa común, Alien resurrección, Leyenda urbana, The wizard of gore o Halloween el origen, por citar solo un puñado de aportaciones dentro de una filmografía que supera las ciento cincuenta interpretaciones. Don Opper vuelve a dar vida por cuarta vez al torpe Charlie y Terrence Mann volvería a la saga en un cambio de registro que sirviera además de guiño a los seguidores más acérrimos.



La película es ante todo un despropósito que parte de intentar abordar la complejidad de ubicar la historia en el espacio, con los requerimientos a nivel de presupuesto, atrezzo, escenarios y efectos que esto supone, pero manteniendo un ínfimo presupuesto que queda en evidencia con el acartonamiento de lo finalmente mostrado en pantalla. No hay medios, y lo que es peor, no hay imaginación para suplir estos, y todo ello queda reflejado en un aburrido ir y devenir de los protagonistas entre estancias presumiblemente futuristas en un ralentí del ritmo de la cinta que acaba por desquiciar al espectador.



Pero lo más grave lo encontramos en la práctica ausencia de minutos en pantalla de los propios Critters, limitándose su aparición lo máximo posible, y haciendo que de hecho, la primera vez que asoman en la película sea pasado el minuto treinta y cinco. Podemos a este respecto destacar el primero de los ataques de estos alienígenas sobre el villano de la función, y donde podemos ver como uno de estas criaturas se introduce en la boca de su víctima hasta asfixiarlo. Ver a los Critters en su primera etapa de vida es el único consuelo que tendremos los fans de estos alienígenas, ya que incluso mostrar el ataque masivo final sobre el grupo de mercenarios que irrumpen en la estación en el último acto de la película es eludido, posiblemente debido a las necesidades económicas que una secuencia como la misma habría supuesto. Por todo ello podemos concluir que es la película de Critters con menos Critters de todas, y que además abandona esa mezcolanza entre humor y sustos de la franquicia.



Una pena que una tetralogía tan simpática haya acabado, al menos por el momento, de la peor manera posible, quedándonos el consuelo de cortometrajes como Critters, bounty hunter de 2014, y que daba buena cuenta del potencial de su director, Jordan Downey, a la hora de plasmar una serie para televisión que nunca fue.  Lo que sí ha llegado es una nueva versión en formato televisivo de Critters, a estrenar en este 2019, y que parece prometer devolver a estas criaturas ese aire de hibrido entre comedia y horror que tan buenos ratos nos hizo pasar en el pasado. Así que quédense a la mesa que todavía hay platos por degustar.

domingo, 7 de abril de 2019

CRITTERS 3 (CRITTERS 3, 1991) 86´



Los Critters llegan hasta un desvencijado edificio en la ciudad ocultos en los bajos de una caravana. Se trata de un complejo de apartamentos habitados por unas pocas familias que están siendo tratadas de ser desalojadas por el dueño del bloque, siendo este un problema menor cuándo los Critters se hacen con el control de la vivienda.



Tras la estupenda dupla de películas estrenadas en la segunda mitad de la década de los ochenta, la saga se estrenaba en los recién surgidos noventa con una película que bajaba varios enteros lo visto hasta ese momento, y que además volvía a presupuestos ínfimos, algo que queda patente a la hora de visualizar la película, que recurre nuevamente a un único escenario y donde la escasez de medios vuelve a ser la gran protagonista, aunque en este caso no se supla con talento e imaginación, tal como sucedió en 1986.



La película está dirigida de manera monótona por la directora Kristine Peterson, con una pobre filmografía como realizadora pero que es en su vertiente de ayudante de dirección o directora de segunda unidad donde podemos vislumbrar interesantes trabajos como El exterminador 2, Robots asesinos, Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (donde coincidiría con Stephen Herek, director de Critters), Pesadilla en Elm street 5 o Temblores. Sin embargo es evidente, al menos en el título que nos ocupa, sus limitaciones a nivel cinematográfico, ofreciendo un resultado mediocre, en la peor tradición de los telefilms de segunda (eso que la cinta llegó a estrenarse en algunas salas de cine) y sin ningún tipo de aliciente más allá de poder disfrutar una vez más de nuestras criaturas más voraces. La historia de la película está escrita por Rupert Harvey y Barry Opper, productores de toda la saga y que ofrecen un resultado simplón y sin pegada, siendo David J. Schow (La matanza de Texas 3, El cuervo, La matanza de Texas, el origen) el responsable de convertir esta trama banal y bastante infantiloide en un guion filmable.



Critters 3 es ante todo conocida por ser la carta de presentación en el mundo del cine de un imberbe Leonardo Di Caprio, algo que aprovecharía la película en reediciones posteriores, quien no tardaría en convertirse en el mejor actor joven de su generación, logrando conformar una carrera llena de grandes títulos y en la que ha podido trabajar con los más grandes directores del momento (Scorsese, Tarantino, Spielberg, Eastwood), pudiendo dejar patente su enorme talento para la actuación. Di Caprio se encuentra rodeado de un plantel de intérpretes de segunda donde una vez más aparece Don Opper en su sempiterno rol del caza recompensas Charlie, en esta ocasión sin la ayuda de los buenos de Ug y Lee, y en un rol que acaba por resultar cargante en su intencionalidad de confeccionar un personaje torpe pero de nobles intenciones, dada el escaso carisma y vis cómica del intérprete.



La película acaba resultando una huida entre las estancias de la vivienda de un poco atrayente grupo de supervivientes de las garras de unos Critters que acaban resultando una vez más lo más interesante de la función, siendo el momento más disfrutable la toma de la cocina de la señora Menges por estas insaciables criaturas, y que posibilita integrar gags visuales como la guerra de pasteles, el Critter ingiriendo todo el bote de lavavajillas o ver a otro de estos seres deleitándose con una cazuela de alubias rojas, lo que traerá flatulentas consecuencias. Como podemos ver la película aboga ya abiertamente por un estilo mucho más cómico y jovial, reduciendo en todo lo posible los momentos más oscuros y sangrientos, reducidos en esta ocasión a dos únicas muertes, nada explícitas por cierto, y que curiosamente serán las de los dos personajes más negativos de la historia.



Un título que al menos a su favor acaba por no resultar aburrido ni tedioso, eso vendría más tarde, y que se beneficia de, una vez más, un ajustado metraje, y un uso de unas criaturas que a estas alturas todo espectador de la película conocía a la perfección, aunque integren como novedad la idea de que las púas aletargantes de los Critters sean además alucinógenas. Cada vez que los alienígenas aparecen en pantalla logran captar nuestra atención, algo de lo que los responsables de la cinta parecen ser muy conscientes, ya que no se reprimen a la hora de dejar ver a los, no hay duda a estas alturas, los auténticos protagonistas de la tetralogía, unos imitadores de los Gremlins con carácter propio. 



Como curiosidad final, la película presenta un antecedente de las hoy constantes escenas post créditos, en esta ocasión implementando entre los títulos de crédito finales una secuencia que deja la historia abierta a una secuela que, para nuestra desgracia, no tardaría en llegar. Y es que contrariamente a esa última entrega de la franquicia por estrenar, puede que Critters 3 no sea delicatesen, pero será un plato que al menos les saciará.  

miércoles, 3 de abril de 2019

CRITTERS 2 (CRITTERS 2, 1988) 82´



Brad regresa a su pueblo natal, Grover´s Bend, para visitar a su abuela, coincidiendo su visita con la eclosión de los huevos de Critters que quedaron abandonados tras la primera aparición de estos seres en la granja de la familia Brown, siendo ahora estas criaturas mucho más numerosas que en su ataque anterior. Afortunadamente, los cazarrecompensas Gru y Lee, junto a su nuevo ayudante Charlie, son enviados nuevamente a la Tierra para completar su misión.



El incontestable éxito en cines de Critters y posteriormente en su explotación vía alquiler, hizo inevitable la realización de una rápida secuela, la cual se estrenaría apenas un par de años más tarde, siendo delegada su realización en un joven Mick Garris, quien con Critters 2 se estrenaría en el formato del largometraje tras foguearse en series para la televisión como Cuentos asombrosos o en los “making of” de auténticos clasicazos como Los goonies o La cosa. Garris alcanzaría cierto status como autor de cine de terror en buena parte gracias a su buena conexión con Stephen King, de quien adaptaría en formato de cine o como miniserie para la televisión varias de sus novelas más populares como Apocalipsis o El resplandor, siendo además el director escogido por el novelista para llevar a cabo su primera historia escrita directamente como guion cinematográfico, Sonámbulos. Garris también es el responsable de llevar a buen puerto la serie para el canal Showtime Masters of horror, una antología de historias de terror gestadas por grandes realizadores dentro del género. El director, además sería coguionista de la cinta junto al reputado David Twohy, quien se estrenaría en esta faceta con Critters 2 para desarrollar una carrera en la que podemos encontrarnos los guiones de película como Warlock, el brujo, El fugitivo, Waterworld, La teniente O´Neill o Pitch Black.



La película volvería a contar con Scott Grimes como único miembro de la familia Brown que retoma su papel, componiendo en esta ocasión un personaje igualmente importante pero con menor peso en la historia, ya que la cinta es más coral. Barry Corbin sustituiría a M. Emmet Walsh como sheriff Harv, siendo esta versión desapegada y antisocial primero y liderando la defensa contra los Critters más adelante, mucho más interesante que la compuesta por Walsh un par de años antes. Otra que repite es Lin Shaye, quien ha cambiado su trabajo en la oficina del sheriff por el del periódico de la localidad, donde se encuentra a las órdenes de otro actor veterano de rostro familiar, Sam Anderson, visto en infinidad de series y con quien Mick Garris volvería a contar para su ambiciosa Apocalipsis. Don Opper regresa como Charlie, Terrence Mann hace lo propio en el papel de Ug y el cazarrecompensas Lee continuará tratando de encontrar un cuerpo en el que encontrarse cómodo, siendo uno de los elegidos el de la actriz Roxanne Kernohan, habitual en cintas de serie Z, y quien fallecería trágicamente en accidente de automóvil con apenas treinta y tres años. Como anécdota, la encargada de poner la voz al personaje de Zanti sería Cynthia Garris, esposa del director y actriz habitual en la filmografía de este.





La película contó con un mayor presupuesto que su antecesora, y si bien podemos seguir hablando de una película de serie B, el mayor capital con el que se contó permitió ofrecer una película más grande a todos los niveles, mayor número de criaturas, explosiones más potentes, muchas más escenas de exteriores y rodadas a plena luz del día, unos efectos más sanguinolentos aunque manteniendo ese aire de cinta de horror para adolescentes…lo que acaba conformando una secuela más entretenida que la propia película de 1986, con la que forma un estupendo tándem de apenas dos horas y media que poder ver del tirón, algo a lo que ayuda el hecho de continuar la historia ahí donde quedó con ese cierre incluido tras el éxito de Critters y que hacía casi obligada la realización de una segunda entrega.





Garris hereda de Herek, director de la primera entrega de la saga, la idea de mezclar terror y comedia, y lo hace igual de bien que en el caso de la película de 1986, sabiendo encontrar ese equilibrio que también encontrábamos en Gremlins, la inspiradora de esta saga. Precisamente en relación a esta idea, el mayor presupuesto con el que contó la película serviría para poder incluir por vez primera algo que no pudo hacerse en la cinta de 1986 debido al poco dinero con el que contaron, una escena de masas de los Critters en la mejor tradición de lo visto en Gremlins tanto en la escena del bar como en la del cine mientras se está proyectando Blancanieves y los siete enanitos. Así, somos testigos de cómo estas peligrosas criaturas logran hacerse con la hamburguesería del pueblo, deleitándose con un festín que propicia se nos muestre a numerosos Critters en una salvaje interacción, aunque, obvio es decirlo, con las limitaciones propias de unas marionetas que carecían de la sofisticación técnica de sus hermanos mayores, los Gremlins.



En esa idea expuesta anteriormente de que Critters 2 lo que hace es coger los aciertos de la película de 1986 y aumentar los medios para trasladarlos a la pantalla, se repiten ciertos guiños a otras películas, como ya habíamos visto en la entrega anterior, siendo la más recordada el momento en el que el personaje de Lee a punto está de convertirse en el icónico Freddy Krueguer, saga que al pertenecer también a la productora New Line Cinema posibilitó la filmación del gag. Igualmente no podemos dejar de recordar esa gran idea consistente en que los Critters sean capaces de crear mediante su unión una gran bola andante capaz de aumentar el poder destructivo de estas criaturas, capacidad que en esta secuela puede ser mostrada con mayor explicitud que en la película de 1986, mucho más parca a nivel de efectos. Así, en Critters 2 podemos ver el esqueleto sanguinolento de una de las víctimas de estos alienígenas, el divertido pero terrible ataque sufrido por el personaje disfrazado de huevo de pascua o las terribles marcas de un ataque Critter en el cuerpo de la primera de sus víctimas.



Aplicándose la idea de secuela prototípica consistente en ofrecer lo mismo pero más grande, Critters 2 sabe hacer como propios los aciertos de la película inicial, aumentando el potencial de la historia en base al mayor presupuesto manejado. El resultado, una segunda cinta que para nada va a la zaga de Critters y que de hecho resulta un entretenimiento más redondo, consciente de que ya habíamos probado los entrantes y sabíamos de que iba esto de los Critters.