GENEROS DE TERROR

MI OTRO BLOG

lunes, 25 de marzo de 2019

...Y EN ABRIL

En Abril tendremos el placer de disfrutar de un exquisito buffet libre de manos de unos gourmets de primera, los Critters.




miércoles, 20 de marzo de 2019

31 (31, 2016) 102´



Un grupo de amigos que viajan en furgoneta son secuestrados y obligados a participar en un macabro juego que tiene lugar durante el día de Halloween y cuyo objetivo es simple, se trata de sobrevivir a doce horas de infierno al acoso de una serie de personajes con demacrada fisonomía de payasos pero intenciones letales.



Para esta, su séptima película, Rob Zombie hubo de contar con el apoyo económico de sus fans tras los discretos resultados económicos de sus anteriores trabajos. Es así como 31 fue financiada mediante el uso del crowfunding para poder recaudar el presupuesto necesario para que Zombie llegara a filmar una película que vuelve sus pasos sobre el estilo visual de su opera prima a través de una historia simple y repetitiva pero efectiva en el sentido que logra no aburrir al respetable, siendo esta su principal baza ante una suma de irregularidades qua hacen de 31 uno de los trabajos más discretos de su realizador.



En lo referente al elenco de actores principales, lo de siempre en el cine de Zombie, protagonismo central de Sheri Moon, quien en esta ocasión pasa de ser verdugo en cintas como La casa de los 1000 cadáveres o Los renegados del diablo, a víctima de una sarta de psicópatas a los que les une el utilizar una caracterización de clowns asesinos que es todo un acierto. Le acompañan en su huida Jeff Daniel Phillips (The lords of Salem), Lawrence Hilton Jacobs (El justiciero de la ciudad, Raices), Meg Foster, a quien también vimos como la bruja líder en The lords of Salem y Kevin Jackson. Por lo que respecta a los villanos de la función, como maestros de ceremonias de tan infausto juego tenemos a unos desaprovechados Malcolm McDowell (La naranja mecánica, Calígula, Halloween el origen), Jane Carr y Judy Geeson (El estrangulador de Rillington Place, The lords of Salem), mientras que en el lado de los psicópatas encargados de hacer de émulos de los acosadores que en la película de 1987 Perseguido trataran de dar caza a Arnold Schwarzenegger, nos encontramos con Pancho Moler transmutado en un Hitler latino, David Ury y Lew Temple, visto en Los renegados del diablo, como pareja de psicópatas con motosierra incluida, o Torsten Voges (The lords of Salem) y Elisabeth Daily como otra de las parejas de asesinos. Es sin embargo el actor Richard Brake y su personaje de Doom-Head, el mayor hallazgo de toda la cinta. Brake es uno de esos secundarios siempre eficientes y de dura fisionomía a quien hemos podido ver en títulos como Batman begings, Munich o Kingsman, brindándonos en 31 una perfecta interpretación de lo que podríamos considerar todo un Joker pagano. Es de hecho el protagonista de las dos secuencias más reseñables de 31, aquella que abre la película y filmada en blanco y negro, y el momento en que se prepara para entrar en el juego maquillándose mientras trata de ordenar una inestable cabeza enmarcada de locura.



La película se estructura como un sencillo correcalles en el cual el quinteto protagonista ha de ir avanzando pantallas, como si de un videojuego al uso se tratara, en su afán por sobrevivir de un grupo de villanos que van subiendo de intensidad conforme van acabando con estos. La idea de justificar esta cantidad de tropelías como de un juego de Halloween practicado por un grupo de gente pudiente de estética dieciochesca no sirve, sin embargo, para dar el empaque suficiente a un guion de historia pobre que trata de paliar mediante una estética visual con pegada en lo que respecta a las caracterizaciones de los personajes que pululan por pantalla además de los escenarios en los cuales se desarrolla la historia. Nada de todo ello salva a 31 de ser un mero trabajo de transición de Zombie a la búsqueda de un proyecto que a nivel de industria devuelva al músico y cineasta su lugar dentro del cine de horror del nuevo milenio. 



Como ya apuntábamos, Zombie retorna de alguna manera con 31 a su opera prima en lo que respecta a una estética excesiva, y que en esta ocasión funciona peor que lo hacía en La casa de los 1000 cadáveres, siendo lo más repudiable un abuso a la hora de mover la cámara que, en su afán por introducir al espectador en las propias entrañas de la historia, provoca el efecto contrario, sacándote de la película al llegar en algún momento a no ser capaz de ver con claridad que es lo que sucede en escena, recurso que también es utilizado en la medida que sirve para ocultar las limitaciones de presupuesto con las que contó la cinta. Asimismo 31 nos devuelve ese aire de circo de lo macabro que ya se evidenciaba en La casa de los 1000 cadáveres, partiendo de la propia idea de presentar al grupo de víctimas como trabajadores de una atracción de feria. De esta manera asistimos a un constante juego de excesos visuales y conceptuales que ubican la historia de la película en un universo de tintes casi oníricos. 



Resumiendo, la principal tara de la película se encuentra en una sensación de deja vu constante en la que los personajes, situaciones y diálogos de la película nos suenan a repetitivos. Aunque es innegable que Zombie es un autor con una capacidad visual muy marcada capaz de imaginar personajes y situaciones que logran enganchar al espectador, 31 marca un punto de inflexión que debería superar con su siguiente proyecto, y que es el regreso de la familia Firefly en el cierre de la trilogía iniciada con La casa de los 1000 cadáveres y llevada a su máxima expresión con Los renegados del diablo. Veremos si Three from hell, título de este cierre de saga, es una nueva vuelta de tuerca en la filmografía de un director al que hay que reconocer una estilo propio a la hora de encauzar su filmografía hasta el punto de que cada una de sus películas tiene marcada la particular marca de agua del realizador.

sábado, 16 de marzo de 2019

THE LORDS OF SALEM (THE LORDS OF SALEM, 2012) 96´



En 1696 un grupo hereje compuesto por varias brujas es condenado a la hoguera en la localidad de Salem por el Reverendo Hawthorne debido a sus prácticas satánicas. Más de trescientos años más tarde Heidi Hawthorne, una locutora de radio que conduce un programa de Hard Rock junto a otros dos compañeros y buenos amigos, recibe un disco de vinilo dentro de una caja de madera enviado por un grupo que se hace llamar The lords. Nada más ponerlo, Heidi comienza a experimentar una extraña sensación que la transporta mentalmente a un estado de semi inconsciencia incontrolada.



The lords of Salem representa la obra más personal  y arriesgada dentro de la filmografía de Rob Zombie, apostando por una historia de terror pausada y psicodélica, lejos del formato de terror contemporáneo y sacrificando el fondo por la forma, empujado por una corriente visual que es lo más destacable dentro de una película que por otra parte es innegable ha sido escrita y dirigida por alguien como el director de La casa de los 1000 cadáveres. Entre los productores de la cinta no podemos obviar el nombre de Jason Blum, padre de la productora Blumhouse productions, o lo que es lo mismo, máxime responsable de una compañía que ha logrado reflotar el género de terror gracias a películas como Insidious, Paranormal activity, Sinister, The purge o Ouija por citar las más representativas sagas surgidas de su mecenazgo.



Sheri Moon Zombie protagoniza la película en el que es el papel más complejo de su carrera, ya que además de ser una protagonista casi absoluta, se ve sometida a una involución de su personaje a lo largo de la trama que requiere de una gran aportación dramática por parte de la musa de Zombie, y si bien es cierto que tampoco es que logre crear una composición excelsa sí que logra al menos salvar los muebles. Junto a la actriz volvemos a disfrutar de un desfile incansable de nombres a destacar como es el caso de Jeff Daniel Philips, colaborador habitual de Zombie desde Halloween 2, Bruce Davidson, veterano secundario visto en títulos como Compañeros inseparables o Vidas cruzadas, Ken Foree, otro de los incondicionales del cine del director y convertido en mito del género gracias al Zombie de Romero, Judy Geeson (Rebelión en las aulas), Meg Foster (Están vivos, Masters del universo), Patricia Quinn (The Rocky horror picture show, El sentido de la vida), Dee Wallace, musa del cine de terror y fantasía de los ochenta gracias a Aullidos, ET, Critters o Cujo, María Conchita Alonso (Perseguido, Depredador 2) o Andrew Pine, el lagarto Steven en la mítica serie de televisión V. Acompañando a este estupendo cast central podemos atisbar cameos de gente como Michael Berryman, Sid Haig Barbara Crampton, Clint Howard, Udo Kier o Richard Lynch. Lo dicho, enésimo deleite para el fan seguidor de la filmografía de Rob Zombie.



La película se nutre de la leyenda e iconografía de Salem y los hechos que allí tuvieron lugar en el siglo XVII para orquestar una historia de terror que nuevamente se ancla en formas y estilo dentro de la década de los setenta. Incluso a nivel estético, y eso que es la única película hasta la fecha que Zombie ubica en la actualidad, la cinta tiene toda la esencia de estar ambientada en dichos años en cuanto a vestuario, diseño de producción y decorados. Nuevamente el director toma como referente películas señeras dentro del género, siendo en esta ocasión las principales homenajeadas La semilla del diablo y El resplandor. De la primera toma prestada esa historia de una mujer enfrentada a un peligro que desconoce, estando este en ambos casos focalizado en una aparente inocua vecindad, amén de la idea de convertirse la protagonista en involuntaria fuente de una vida engendrada por el mal en estado puro. De la obra de Kubrick hay innegables guiños al estilo de geometría visual de la adaptación de la novela de Stephen King, incluso podemos atisbar paralelismos entre ese tema central obra de la ficticia banda de The lords y que  imbuye a las mujeres de Salem que la escuchan a entrar en hipnótico trance, y el soundtrack de El resplandor, por ejemplo en el tema que nos introduce en la cinta y que acompaña a la secuencia del coche de los protagonistas serpenteando por una carretera casi inaccesible camino del hotel Overlook.



La obra de Zombie muestra su faceta más experimental en momentos como los de la secuencia en la que Heidi se introduce en el misterioso apartamento 5 para acabar adentrándose en una fastuosa sala de arquitectura de catedral donde tendrá lugar un orgánico y repulsivo encuentro de tintes sexuales con un aberrante demonio, siendo no obstante el momento de mayor delirio un tramo final con un aquelarre de imágenes no ya proyectadas, sino disparadas inmisericordemente, y que muestran, entre fogonazos y desnudos de mujeres, toda una ralea de imágenes inquietantes, siendo uno de los fotogramas más reprobables a la vez que valientes de la película aquel en el que una serie de criaturas vestidas con hábitos clericales se masturban. 


Es por todo ello que The lords of salem no es una película al uso, ni una cinta de terror fácilmente englobable dentro de un sub género del horror, sino que se trata de un descenso a los infiernos de la mente de manos de un director al que hay que alabar nuevamente que, a pesar de no tratarse de un trabajo redondo en su concepción, planteamiento ni desarrollo, si que se trata de una obra que logra mantener en tonos generales un aire malsano, molesto e inquietante, además de erigirse como una pesadilla delirante, insalubre y retorcida. Puro Zombie vamos.

martes, 12 de marzo de 2019

THE HAUNTED WORLD OF EL SUPERBEASTO (THE HAUNTED WORLD OF EL SUPERBEASTO, 2009) 77´



El Superbeasto es un contendiente retirado de la lucha libre mexicana que en la actualidad se dedica a filmar películas de corte erótico con él como máximo protagonista, pudiendo de esa forma dedicarse a lo que más le apasiona, las mujeres atractivas. Sin embargo no duda en enfrentarse a los múltiples peligros que acechan tras cada esquina de Monsterland, el lugar en el que vive. Es por ello que cuándo una exuberante stripper es secuestrada por un gorila con capacidad para el raciocinio, no duda en salir a su rescate.





Como todo buen artista polifacético que se precie, Rob Zombie ha cultivado además de la música y el cine otras facetas creativas, siendo la creación de comics una de ellas. Así es como gestó al personaje de El Superbeasto, emulo indisimulado del famoso personaje de El Santo, un luchador dentro del circuito de la lucha libre mexicana que trascendió dentro del ámbito del wrestling hasta convertirse en un auténtico icono pop, lo que le llevaría entre otras cosas a protagonizar varias decenas de películas con su enmascarado personaje como protagonista y donde se  enfrentaba a multitud de enemigos y peligros. Una vez convertido en un autor reconocido, Rob Zombie pudo cumplir su capricho de trasladar al formato de película de animación a este personaje y toda la caterva de secundarios que le acompañaban en sus aventuras sobre el papel, ofreciendo una curiosa y simpática anomalía dentro de su filmografía.



Zombie pudo contar con el apoyo de entre otros profesionales dentro de la profesión y del mundo de los dibujos animados, de gente como Douglas Lawrence, más conocido como Mr Lawrence, y quien es recordado por su labor en Bob Esponja, así como con Tom Klein, productor durante más de una década de los Simpson.  Si hay que buscar un referente, la cinta es cercana tanto en espíritu como en estética al estilo más gamberro e irreverente del tótem de la animación Ralph Bakshi, autor de cintas como El gato Fritz, El señor de los anillos, Tygra: hielo y fuego o Cool world, una rubia entre dos mundos. Lo que es lo mismo, Zombie deja de lado su vertiente más seria y retorcida para ofrecer un entretenimiento ligero, desvergonzado, zafio en su concepción del humor, freak, y totalmente plagado de guiños al fan del género del terror.



Como no podía ser de otra manera tratándose de Zombie, la película está plagada de actores, en esta ocasión poniendo voz a los personajes centrales y secundarios, que son toda una delicia para el aficionado al horror, y muy especialmente para el seguidor del propio director. Así, en su versión original la cinta recurre al doblaje de nombres como Ken Foree (Los renegados del diablo), Rosario Dawson (Sin City),  Dee Wallace (Lords of Salem), Cassandra Peterson (Elvira), Clint Howard (El vendedor de helados), Brian Posehn (Los renegados del diablo), Geoffrey Lewis (Los renegados del diablo), Danny Trejo (Los renegados del diablo), Bill Moseley (La casa de los 1000 cadáveres) Sid Haig (La casa de los 1000 cadáveres), Tura Satana (Faster, Pussycat! Kill! Kill!) o la eterna musa de Zombie Sheri Moon. Esta idea deja evidenciada la tendencia del director por rodearse de actores con los que ya hubiera trabajado, creando de alguna manera un grupo de colaboradores habituales sobre el que añadir o restar en función del tipo de proyecto a abordar.



La película presenta una curiosa diatriba por la forma en que contrapone una animación colorista, vital, caricaturesca y por momentos con un estilo visual enfocado al público infantil y juvenil consumidor de cartoon networks, frente a unas situaciones mordaces y adultas donde la violencia, el exceso verbal y un erotismo nada soterrado son constantes. La película juega además con esa idea impuesta desde los primeros largometrajes de animación de Disney de insertar temas musicales en la historia, llevando este principio al estilo absolutamente desenfadado de la propuesta con letras como “…kilómetros de tetas y un jardín por culo…, haciendo de la obscenidad y el exceso la principal carta de presentación de la cinta. 



The haunted world of The Superbeasto es además una coctelera en la cual su director puede permitirse el lujo de añadir casi cualquier cosa que se le pase por la cabeza, desde robots en constante estado de excitación, zombies nazis en busca de la cabeza del Fuhrer o un demonio onanista. Pero también es la forma en la que Zombie puede plasmar incesantes homenajes al tipo de cine que más le gusta, con lo que podemos atisbar a lo largo de metraje guiños a La novia de Frankestein, La mujer y el  monstruo, La matanza de Texas, La mosca, El resplandor, Halloween, Carrie, Alien, El fantasma de la ópera, Dr Jeckyll y Mr Hyde…amén de presentar caricaturas de personajes de la propia filmografía de Zombie como son el Capitán Spaulding, Otis, y Babe.





Sin ser un título redondo, básicamente porque al tratar de condensar tantos guiños, homenajes e ideas como hemos ido apuntando en los párrafos anteriores, acaba por convertirse en una cajón desastre que acaba perdiendo el sentido, su falta de pretensiones y su ajustada duración, acaban por convertir The haunted world of El Superbeasto en una curiosa rara avis dentro de la filmografía de un director no dado precisamente a hacernos reír.


viernes, 8 de marzo de 2019

HALLOWEEN 2 (HALLOWEEN 2, 2009) 105´

Esta entrada fue publicada originalmente el día 17 de Enero de 2019 dentro del especial dedicado a la saga Halloween. Clicka sobre la imagen para acceder a la entrada.

martes, 5 de marzo de 2019

HALLOWEEN, EL ORIGEN (HALLOWEEN, 2007) 114´

Esta entrada fue publicada inicialmente el 16 de Enero de 2019 dentro del especial dedicado a la saga de Halloween. Clicka sobre la imagen para acceder a la entrada.


lunes, 4 de marzo de 2019

LOS RENEGADOS DEL DIABLO (THE DEVIL´S REJECTS, 2005) 105´



Hasta la desvencijada granja de los Firefly llegan numerosos coches patrulla comandados por el sheriff Wydell con la intención literal de “impartir la justicia de Dios”, y es que este agente de la ley tiene cuentas pendientes personales con la familia de asesinos de su hermano.



Apenas tres años después de filmar La casa de los 1000 cadáveres y tras convertirse la opera prima de Zombie en pieza de culto dentro del cine más underground, nos llegaría esta continuación de las andanzas de la familia de psicópatas protagonistas de dicho título. Sin embargo su director plantearía esta secuela como un trabajo totalmente diferente, inclusive opuesto, tanto a nivel visual como conceptual, ofreciendo un título más directo, veraz y con un mayor tono documental que la película de 2002, que como apuntamos en su momento ofrecía un aire más alocado, surrealista y hasta fantasioso, casi de casa del terror para amantes de lo freak.



Zombie volvería a contar nuevamente para dar vida al triplete de asesinos con los actores Sid Haig, Bill Moseley y Sheri Moon. Haig continua dando vida a un Capitán Spaulding que, aunque igualmente dotado de un negrísimo sentido del humor, aporta un tono más paternal y consciente de la que se les viene encima a él y sus vástagos, aumentando de hecho su peso en la trama con lo que respecta a La casa de los 1000 cadáveres. Igualmente Bill Moseley hace que Otis abandone ese aire de artista de lo macabro para adoptar el rol de un Charles Manson indisimulado, incluso en cuánto a aspecto físico se refiere, y al que incluso se permite el lujo de tomar prestadas frases tan icónicas como aquella que dice, “Soy el diablo y he venido a hacer las cosas del diablo”. Por su parte Sheri Moon continua dando vida a la dulce y cruel Baby, quien sabedora de su físico y belleza lo utiliza a placer como trampa de aquellos incautos que tengan la desgracia de toparse con ella y su familia. En el caso del personaje de la matriarca del clan, los desacuerdos económicos con Karen Black llevaron a sustituirla por la actriz Leslie Easterbrook, para toda una generación la sargento Callahan de la interminable franquicia Loca academia de policía, y con quien Zombie volvería a contar para un pequeño papel en Halloween, el origen. Pero el gran personaje que Los renegados del diablo aporta a la historia de los Firefly es el del sheriff Wydell, un agente de la ley que no dudará en saltarse las normas a la hora de dar caza al grupo de criminales prófugos, convirtiéndose por el camino en aquello a lo que más odia, y a quien presta su brutal carisma un William Forsythe en estado de gracia. Forsythe es un enorme actor acostumbrado a papeles secundarios y cuyo talento no ha sido nunca del todo reconocido, habiendo no obstante participado en películas tan celebradas como Erase una vez en América, Arizona Baby, Dick Tracy o Cosas que hacer en Denver cuándo estás muerto. Como apuntamos en la reseña de La casa de los 1000 cadáveres, es en Los renegados del diablo que despunta la tendencia por Zombie a la hora de dejar asomarse entre su cine a grandes nombres dentro del cine de la serie B más potente y en la mayoría de los casos cercana al género de terror. Por esta parte no podemos obviar las apariciones bien simbólicas, bien con peso en la historia de Ken Foree (Zombi), Steve Railsback (Lifeforce), Tyler Mane (Halloween, el origen), Kane Hoder (Viernes 13), Duane  Whitaker (Pulp fiction), Ginger Lynn (musa del cine X de los noventa), Deborah Van Valkenburgh (The warriors), P.J.Soles (La noche de Halloween), Michael Berryman (Las colinas tienen ojos), Tom Towles (Henry, retrato de un asesino) o Danny Trejo (Machete) en lo que es todo un deleite para el aficionado más cinéfago.



La película presenta, frente a la eclosión visual de La casa de los 1000 cadáveres, unas formas mucho más serenas y cimentadas en un estilo fácilmente reconocible y que hibrida entre el western, con ecos evidentes al gran Sam Peckinpah en la enorme secuencia final, y una road movie al uso, presidida por una fotografía que saca todo el partido a unos escenarios áridos e inertes y enmarcada entre tonos ocres y rojizos. Zombie utiliza en esta ocasión la cámara de una forma mucho más académica y sosegada frente a los juegos y experimentación presentes en su opera prima, logrando que esta, su segunda película, pueda ser considerada su obra más madura y redonda, tanto a nivel técnico como de historia y construcción de personajes.



Precisamente la forma en que el director desarrolla a unos protagonistas ya presentados en La casa de los 1000 cadáveres es uno de los elementos que más descoloca al espectador. Tenemos claro, y la propia película se encarga de refrendar, que los Firefly son unos personajes canallas, inmisericordes y miserables en sus actuaciones. Torturan, violan,  destrozan psicológicamente y finalmente matan a sangre fría a unas víctimas inocentes y escogidas al azar, y únicamente por el propio placer de hacerlo, no hay una causa mayor, no hay una justificación a sus actos, aunque posteriormente trate de darles una profundidad diferente mostrando momentos de asueto entre los tres protagonistas principales, como la escena en la que comen helado o el inserto final de imágenes de estos comportándose como una familia al uso. Frente a estos tenemos un antagonista de altura en el papel del sheriff Wydell, un hombre presentado como un representante de la ley de la vieja escuela, fuerte en sus convicciones, las cuales considera casi como mandato divino, tenaz en su persecución de los Firefly y al que además mueve un aire de venganza en sus actos. No tardará este en virar su conducta hasta llegar al asesinato, saltándose de esta forma las propias normas de las cuales debería ser garante hasta llegar a convertirse en su afán por impartir justicia en un emulo de aquello de lo que más odia. Este hecho nos posibilita el ser testigos de una de las escenas más representativas de la película, en la cual los cazadores han sido cazados y sufren en sus propias carnes las torturas a los que estos asesinos acostumbran a infringir sobre sus víctimas. De esta forma no hay lugar en Los renegados del diablo para los personajes positivos, ya que incluso Charlie Altamont, buen amigo del capitán Spaulding y encubridor de los Firefly en su huida a ninguna parte no duda en venderle al sheriff Wydell cuándo ve amenazada su estabilidad patrimonial.



Como ya sucediera en La casa de los 1000 cadáveres, la película está envuelta en una selección de temas musicales tremendamente atinados en la forma en que están integrados en el montaje final, y que además no se limita a tirar del género cultivado por el propio Rob Zombie en su carrera como músico, sino que incluye temas de góspel, blues o country entre otros, recuperando grandes canciones de los setenta e imbuyendo de esta forma al espectador un poco más la trama, en el contexto histórico y social de la misma y en un ambiente muy particular y definido.



Zombie ofrece con Los renegados del diablo una secuela inmediata de su primera película como director pero abandona el estilo adoptado en su opera prima para cambiar radicalmente de género, aunque sin abandonar a la vez el terror, pausando el estilo, la historia (eliminando incluso del montaje todo lo relacionado con el personaje del doctor Satán, posiblemente el elemento más complejo de incorporar a una película más seria como es el caso) y humanizando los personajes, pero no dotándoles de mayor humanidad, sino de mayor verisimilitud. Pero si hay algo que Zombie no deja de lado es su pasión por mostrar la violencia en pantalla, tanto en su vertiente más tortuosa como gráfica. De esta manera nos encontramos con toda la escena en la que los protagonistas torturan hasta la extenuación a los miembros de un grupo de música los cuales tienen la mala fortuna de juntarse en el camino de los Firefly, logrando además Zombie que el espectador llegue a incomodarse con el nivel de sadismo alcanzado, y no necesariamente abusando de la sangre y de la explicitud. Algo que refrenda además en un uso del gore sin complejos, pero enmarcado en la premisa de la película de mostrar una violencia real y tangible, lo que la hace aún más atroz.



Segunda entrega de las correrías de los Firefly con la que Zombie sale de su zona de confort para, en lugar de rodar una La casa de los 1000 cadáveres parte dos, utilizar la fuerza de unos personajes dados a conocer en esta cinta para abordar un título diametralmente diferente. Solo queda esperar si en el estreno que vendrá de un tercer acto titulado 3 from hell, el director volverá a ejecutar un nuevo salto mortal sin red.  Y es que en el caso que nos ocupa la jugada le salió prácticamente redonda.

viernes, 1 de marzo de 2019

LA CASA DE LOS 1000 CADÁVERES (HOUSE OF 1000 CORPSES, 2002) 88´



“Si entras no saldrás jamás”

Es 1977 y cuatro jóvenes recorren las carreteras de EEUU en busca de historias curiosas con las que poder escribir un libro. La noche previa a Halloween escuchan en una sórdida atracción de feria en medio de una ruta a ninguna parte la historia del doctor Satán, un médico psicópata que se dedicaba a experimentar con sus pacientes, enfermos mentales, y que fue ahorcado por sus vecinos para desaparecer su cadáver a la mañana siguiente de su linchamiento. Decididos a indagar en la historia, acaban en casa de una familia de psicópatas a cuál más sádico y excéntrico. La tortura y el horror acaban de comenzar.



Rob Zombie debutada en el mundo del largometraje tras foguearse mediante la realización de videos musicales para su propia banda, y lo hacía con una película escrita por el mismo y apoyada por el mecenazgo de Andy Gould, productor ligado a toda la filmografía del director,  la cual, tras haber recibido el respaldo inicial de productoras como Metro Goldwyn Mayer o Universal, vio demorar y hasta peligrar su estreno en cines debido a que ninguna major quería responsabilizarse de distribuir un título cuyo montaje final resultaba desasosegante, macabro, violento y soez. Finalmente sería Lionsgate la encargada de hacer que la opera prima de Rob Zombie viera la luz en la pantalla grande, convirtiéndose casi de inmediato en un título de culto y en el pistoletazo de salida de una filmografía que, con un pequeño puñado de títulos a sus espaldas, ha logrado hacer de Rob Zombie uno de los nombres imprescindibles dentro del cine de horror del nuevo milenio, y aún más, un autor con un estilo y unas marcas identitarias en su forma de hacer cine muy particulares. 



A la hora de hablar del elenco de personajes principales que pueblan la película hay que desechar de inicio a un cuarteto de víctimas concebidas y desarrolladas sobre el papel para la única finalidad de ser eso, unas víctimas de manual dentro del género, y a través de las cuales además, Zombie volvía a poner de manifiesto esa máxima dentro de un tipo de cine del que el director es ferviente admirador, hasta el punto de haberlo convertido en el referente ineludible de toda su filmografía, y es el hecho de mostrar una América profunda desconocida, llena de rednecks llevados al límite y en la que no conviene adentrarse sin conocer sus particulares reglas de juego.  Mucho menos pensar que uno puede invadir este microcosmos dentro de los Estados Unidos, plagado de lo que despectivamente se conoce como white trash, en base a una presunta superioridad moral e intelectual que puede llevarte directamente a la tumba si das con los tipos equivocados, como es el caso. Así pues, los personajes más interesantes, mejor plasmados y más icónicos a la hora de recordar la película, son una familia disocial, terrorífica y con un grado de enfermiza psicopatía muy difícil de superar, los Firefly. El veterano actor Sid Haig, todo un referente dentro de la serie B de los años setenta, pero al que también hemos podido ver en grandes títulos de estudio, con una filmografía que supera el centenar de títulos y donde podemos encontrarnos cintas como A quemarropa, Diamantes para la eternidad, THX 1138, Foxy Brown, La galaxia del terror o Jackie Brown, da vida al capitán Spaulding, un siniestro payaso que regenta una gasolinera donde se ubica además el Museo de monstruos y de locos del capitán Spaulding, toda una oda a los asesinos en serie más representativos de la historia negra de Estados Unidos. La actriz Sheri Moon Zombie, pareja sentimental del director y ya desde su primera película musa de todo su cine, presta sus bellas facciones y sensual físico para interpretar a Baby, en apariencia una inofensiva e iletrada joven que esconde en su interior una brutal e inmisericorde asesina tras una preciosa fachada idónea para captar la atención de incautos automovilistas, como es el caso de los infortunados protagonistas. La actriz logra hacer suyo el personaje ofreciendo una acertada hibridación de erotismo, inocencia y salvajismo, iniciándose además desde este mismo momento una especie de marca de la casa de Zombie por la tendencia de este a mostrar en pantalla, en muchas ocasiones en innecesarios primeros planos, el trasero de su mujer en lo que hay que entender como un juego de comicidad entre la pareja.  Bill Moseley, todo un nombre propio dentro del cine de terror desde que diera vida a Chop-Top en la segunda entrega de La matanza de Texas, título al que indefectiblemente hemos de volver si hablamos de La casa de los 1000 cadáveres, se deja la piel en otro de esos personajes para el recuerdo, Otis, el hermano con ínfulas de macabro artista de Baby, para quien la tortura, la violación y la necrofilia son solo algunos de sus principales señas de identidad. Todo un psicópata sin atisbo de empatía y que encaja a la perfección dentro de la familia Firefly, con la que Zombie quería llevar al límite los postulados de un tipo de películas nacidas a raíz del éxito de La matanza de Texas y protagonizadas por familias de asesinos movidos por el simple placer de matar. Finalmente el cuarto miembro más relevante dentro la familia Firefly es aquel al que da vida la actriz Karen Black, la mamá del clan, quien rivaliza en su afán de seducción con su hija pequeña y que sirve como elemento unificador de toda la caterva de miembros familiares a los que hay que añadir al abuelo Hugo, interpretado por Dennis Fimple en su último trabajo antes de fallecer, (la película está dedicada a su figura), el benjamín Tiny, un gigantón desfigurado por el fuego a quien presta su particular físico coronado por una altura de  dos treinta Matthew McGrory, quien también sería el coloso de la cinta de Tim Burton Big Fish o Rufus, otro de los hermanos de esta amplia unidad familiar. Por último, y dentro de este apartado que engloba al elenco artístico de la película, cabe destacar como ya desde su primera película Rob Zombie iniciaba una tendencia aún por eclosionar (sería con su siguiente obra Los renegados del diablo que esta idea sería totalmente patente), y que consistía en rodearse de actores muy ligados tanto al cine de terror como a la serie B, siendo este uno de los nexos de unión entre Zombie y Quentin Tarantino a la hora de abordar sus películas y que citaremos más adelante. Finalizaremos de esta manera citando los nombres de Tom Towles (Henry, retrato de un asesino, La noche de los muertos vivientes en su remake de 1990), Michael J. Pollard (Bonnie & Clyde, Los fantasmas atacan al jefe, Tango & Cash) o Walton Goggins (muy en boga tras aparecer en las cintas de Tarantino Django desencadenado y Los odiosos ocho) entre un reparto plagado de rostros familiares para el espectador más avezado.



Con La casa de los 1000 cadáveres Rob Zombie nos sumerge en su particular atracción de feria, algo similar a lo que hace el Capitán Spaulding con el grupo de jóvenes que se detiene en su local, acomodándonos el director en un destartalado y siniestro vagón del tren de la bruja y proponiéndonos una viaje a los infiernos mezclado con un freak show donde es evidente que se apuntan manera de grand guignol en su vertiente más degenerada. Zombie aprovecha el material con el que cuenta para experimentar igualmente a nivel técnico, ofreciendo innumerables y valientes juegos visuales y poniendo toda la carne en el asador, máxime tratándose de una primera película, en la cual podía haber tratado de ser más conservador en las formas. No es el caso. Mezcla texturas, degrada la película, voltea los colores del fotograma, usa el blanco y negro, llena de grano algunas escenas…todo sirve en su intención de incomodar al espectador en su butaca, evidenciándose en el proceso la experiencia del director dentro del video musical, un género más afín a este tipo de ensayos, que sin embargo funciona dentro de una propuesta cinematográfica que no se conformaba con ser una más dentro de un género tan colapsado de títulos como es el terror, y que parecía obsesionada con ejercer todo un golpe de efecto dentro del cine de horror del momento.  



La película sirve como elemento catalizador de todas las filias del director por el cine de género, quedando de manifiesto la admiración de este por todo el cine de terror surgido en los años setenta, no solo porque sea este el momento histórico en el que se ubica la película, y por extensión la práctica totalidad de la filmografía que estaría por llegar, sino porque se trataba de un tipo de películas, que marcadas por un contexto histórico descorazonador (Watergate, guerra de Vietnam, crisis económica) eran tremendamente pesimistas, brutalmente directas y con un innegable  halo de incomodidad en su visionado. Títulos como La última casa a la izquierda, La violencia del sexo o Las colinas tienen ojos son perfectos exponentes de este estilo, aunque no descubrimos nada nuevo si decimos que sería Tobe Hooper y su Matanza de Texas, el principal referente de Zombie, es más, si hay que citar un único título como el más representativo de este debut que es La casa de los 1000 cadáveres habríamos de señalar a La matanza de Texas 2, cuyo estilo, formas, personajes y ambientación pueblan todos y cada uno de los fotogramas de la opera prima de Zombie. Pero no solo de Hooper se alimenta la cinta, la cual se nutre de otras pasiones, como es el amor de su director por el cine clásico de terror, con esa presentación inicial incluida, los insertos en claro homenaje a La mujer y el monstruo o los guiños a los hermanos Marx con los nombres escogidos para bautizar a los miembros de la familia Firefly,  siendo el Capitán Spaulding (personaje de Groucho en el título de 1930 El conflicto de los Marx) el más evidente. Y es que antes que director Rob Zombie se manifiesta como un ferviente fan del género en particular y del cine en general.




La película ahonda en una violencia sin filtros para narrar los acontecimientos del desafortunado grupo de viajeros, algo que como ya apuntábamos, por poco le cuesta su distribución, y eso que se cercenó parte del montaje inicial para eludir una X que colgaba como espada de Damocles sobre el material inicial. Pero esta violencia gráfica no lo es únicamente en base a los actos violentos cometidos por los Firefly, sino que empapa igualmente el lenguaje soez utilizado por estos o la propia desnudez de los cuerpos inertes que pueblan la granja familiar de la familia de psicópatas. Para quien piense que Zombie abusa de lo explícito como única manera de crear tensión y un ambiente opresivo hay que mencionar que es capaz igualmente de usar la cámara, el montaje y un soberbio score musical para, con habilidad quirúrgica, mostrarnos varios momentos de insoportable angustia, como esa escena de apertura que ilustra un fallido atraco en el negocio del Capitán Spaulding y que acabará trágicamente para la pareja de incautos asaltantes. Pero si hay que destacar un momento capaz de, sin apenas violencia en contraposición a otras escenas mucho más sanguinolentas, dejar al espectador tocado, es la secuencia en la que los dos policías y el padre de una de las jóvenes desaparecidas son abatidas por los implacables Firefly, coronada por un plano que el director aguanta hasta parecer ha sido congelado y que finaliza con el asesinato a bocajarro de uno de los dos agentes. 



Como apuntábamos la película contiene una estupenda selección de temas musicales que además están perfectamente insertados en las secuencias a las que acompañan, aumentando su impacto visual varios enteros. Es este otro elemento que acerca a Zombie, con las más que evidentes diferencias de géneros y talentos de ambos, a Quentin Tarantino, y no es el único. La utilización de un universo propio que va tomando forma con cada nuevo título a estrenar, o una caterva de personajes personalísimos que encajan a la perfección dentro del mismo, son otros puntos de conexión entre el cine de ambos directores. 



La casa de los 1000 cadáveres se manifiesta como una más que interesante carta de presentación, que si bien es cierto adolece de un acto final excesivamente pirotécnico y excesivo en lo que a la historia se refiere y con en el que Zombie no logra cerrar de manera redonda la película, supuso un soplo de aire fresco en un género que necesitaba de alguien como Zombie y de otros directores surgidos a comienzos del nuevo milenio como Eli Roth o Alexandre Aja, para de esta manera revitalizar un tipo de cine anquilosado en el estilo teen más comercial donde la sangre era un bien escaso. Pero no se preocupen por eso, agárrense a sus asientos, no saquen los brazos de la atracción y prepárense para un descenso a los infiernos tan aterrador como disfrutable, eso es La casa de los 1000 cadáveres.