Son
los días previos a la celebración de Halloween y unas terroríficas máscaras se
han convertido en el juguete preferido por millones de niños. Pero tras estas
inofensivas caretas de latex y que representan una bruja, una calabaza y un
esqueleto se oculta un diabólico plan con un objetivo tan brutal como
aterrador.
Una
rara avis dentro de la saga, ya que se trata de una película con una historia
que nada tiene que ver con los personajes de Michael Myers, Sam Loomis o Laurie
Strode. Se explica en el intento por parte de Carpenter de crear una franquicia
de películas anuales de terror que, bajo el epígrafe de “Halloween”, recogiera
una serie de títulos independientes entre sí y únicamente adheridos por el nexo
común de ver sus historias ubicadas en torno a la festividad de Halloween. El
poco éxito de esta propuesta haría que únicamente se filmara este título y que
el personaje de Michael Myers fuera rescatado en posteriores secuelas.
Como
no podía ser de otra manera la película sigue estando producida por el tándem
John Carpenter-Debra Hill, siendo este el primer trabajo como director de Tommy
Lee Wallace. Wallace es uno de los hombres de confianza de Carpenter, para
quien ha trabajado como montador en títulos como La noche de Halloween y La
niebla o dirigiendo la segunda unidad en Golpe en la pequeña China, y siendo de
hecho uno de los nombres sugeridos para dirigir la primera de las
continuaciones de La noche de Halloween. Este director adquirió cierto
reconocimiento en los ochenta y primeros noventa con títulos como Noche de
miedo 2 o la miniserie It, siendo su último trabajo hasta la fecha como
director otra secuela de una película de Carpenter, en este caso de Vampiros. Mencionar
en esta ocasión a Dean Cundey, director de fotografía de las tres primeras
entregas de la franquicia y que desde unos inicios ligados al terror y la serie
B con títulos como Ilsa, La hiena del harén, Satan´s cheerleaders, Galaxina o
Psicosis 2, además de participar en numerosas producciones dirigidas por
Carpenter, alcanzó el cine más exitoso en producciones como Regreso al futuro,
Parque Jurásico o Apolo XIII. La fotografía de Cundey es en buena parte
responsable de la excelente ambientación de estas primeras películas de la
saga.
Siendo
como es una trama totalmente independiente del resto de películas nacidas a
rebufo del éxito de La noche de Halloween, los protagonistas nada tienen que
ver con los personajes que hasta el momento habían sido presentados en los dos
títulos anteriores. En ese sentido Halloween 3 está protagonizada por un actor
fetiche dentro del cine de terror de los ochenta, el rudo Tom Atkins,
intérprete en películas de culto como Creepshow, El terror llama a su puerta o
Maniac cop, y, como no podía ser de otra manera, uno de los actores recurrentes
en el cine de Carpenter con intervenciones en La niebla o 1997, Rescate en
Nueva York. Destacar igualmente la aparición de Dan O´Herlihy, en el rol de villano
de la función, y conocido por sus apariciones en las dos primeras entregas de
Robocop. La bella Stacey Nelkin da vida al tercer personaje principal,
contrapunto femenino del protagonista y poco convincente recurso romántico de
la trama debido a la nula química entre los dos protagonistas.
La
cinta presenta una trama ciertamente esperpéntica y llevada al terreno de las
más disparatadas historias vistas en los tebeos de terror de los años cincuenta
al más puro estilo creepy, a lo que se añaden ciertos aires de mad doctor en la
presencia de un villano llevado a un nivel de paroxismo nada desdeñable. A todo
lo anterior se suman elementos esotéricos de reminiscencias celtas que tratan
de justificar los actos mostrados en pantalla, en un batiburrillo que no hay
que tomarse demasiado en serio si no queremos salirnos de la propuesta presentada
por Tommy Lee Wallace, responsable también de la historia.
El
director, sin hacerlo del todo mal para tratarse de su opera prima, si que
adolece de ciertas lagunas en su narrativa que hacen que la película presente,
especialmente en su segundo tercio, cierto tedio en la forma en que avanza la
historia, amén de una subtrama romántica que, como apuntábamos con
anterioridad, además de no aportar nada a la historia, se hace harto complicada
de creer. Acertados, eso sí, los momentos de puro terror, que se apoyan en unos
efectos que, aunque artesanales y algo acartonados, logran con creces su
objetivo, siendo sin duda de lo mejor de la película. Momentos como el fallo
del microchip de una de las máscaras, sufrido y padecido por uno de los
personajes secundarios, o el test de funcionamiento de las caretas y que acaba
con tres cadáveres en la sala de pruebas, son escenas potentes y bien filmadas,
aunque entren en la dinámica de lo absurdamente increíble anteriormente descrita.
Una
película con aires de pura serie B a la que, a pesar de sus fallos, hay que
reconocer su valentía por romper una apuesta segura y tratar de buscar nuevos
caminos para una saga que se vería obligada a volver sobre sus pasos y dar al
público lo que estaba pidiendo a gritos, que es al fin y al cabo de lo que se
trata. Y con una machacona sintonía musical que suena a crítica contra la
alienación de la sociedad en torno a la televisión, tema que el propio
Carpenter retomaría de alguna manera en su reivindicable Están vivos. Por
último, y a modo de anecdotario, retomar como se utiliza en la película el
recurso de la televisión como elemento para homenajear grandes películas dentro
del género de terror, siendo en esta ocasión el título escogido la propia La
noche de Halloween. El círculo quedaba de esta forma cerrado.
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