El agente especial Strahm ha muerto
tratando de dar caza al sucesor de Jigsaw, quien continua sometiendo a los
sádicos juegos ideados por John Kramer antes de su muerte a un grupo de
víctimas con pasado oscuro, siendo su sufrimiento una especie de castigo para
con sus pecados.
La franquicia
continuaba maximizando su éxito en la taquilla con una sobreexplotación de
películas que llevaría a estrenar inagotablemente un título por año,
continuando la historia allá donde la anterior película había finalizado. En
este caso Marcus Dunstan y Patrck Melton continuarían ejerciendo como
responsables del guion, mientras que las labores de dirección recaerían en otro
viejo conocido de la saga, Kevin Greuter, encargado del montaje de
prácticamente todas las películas de Saw y por lo tanto de alguna manera
responsable de su estética, tratando de esta manera de que los cambios de
director no afectasen a la continuidad en lo visual y conceptual de la saga. Su
trabajo es nuevamente muy rudimentario, limitándose a seguir los dictámenes en
cuánto a historia y diseño visual de la película a lo ya visto en las cinco
entregas anteriores, siendo estos de hecho indisolubles de las películas de la
saga.
A nivel de
historia la película es tremendamente básica, y es que esa idea de estrenar una
película cada año evidentemente lastraría toda capacidad de tratar de ofrecer
unos resultados a nivel de calidad reseñables, entre otras cosas por el poco
margen de trabajo con el que se contaría de cara a preparar la preproducción de
estas películas. Así, volvemos a ser testigos del devenir de los personajes ya
presentados en las películas anteriores mientras asistimos en paralelo a una
nueva serie de macabros juegos sufridos en esta ocasión por un ejecutivo de una
compañía de seguros médicos sin escrúpulos, quien es presentado ante el
espectador a través de unos flashbacks ya totalmente necesarios como herramienta
narrativa para así tratar de dar coherencia a lo visto en pantalla, de tal
manera que el espectador casi piense en John Kramer como en el bueno de la
historia. Hay que decir que sus guionistas, en un intento por mantener esa
tradición de la saga de sorprender al espectador en cada título con una
sorpresa final o un interesante giro de guion, en este caso nos muestran el contenido de esa caja presentada
en el título anterior y en poder de la ex mujer de Kramer, así como recuperan a
uno de los personajes vistos en películas pretéritas y que todos creíamos, los
responsables de la saga también, estaba muerto. Todo ello en un ejercicio de
desgana y apatía absoluta que es sintomático de un agotamiento en las ideas de
los responsables de seguir alimentando la historia de Jigsaw y su particular y
sangrienta venganza contra la sociedad.
Como en todas las películas vistas hasta este
momento la colección de personajes, tanto los nuevos como los ya presentes en
títulos anteriores, resultan totalmente faltos de interés, planos y hasta
estúpidos en su forma de comportarse, todo ello fruto del nivel de dejadez a la
hora de presentar ante el público un título fundamentado única y exclusivamente
en la colección de juegos ideados por
Jigsaw así como en su nivel de brutalidad. Cabe recordar a este respecto como
esta película, tras una quinta entrega más relajada a nivel de gore, volvería a
mostrar secuencias notables en este explícito terreno, viviéndose de hecho en
nuestro país un estreno con polémica al tratar de ser estrenada con
clasificación X por su nivel de violencia, algo que al aficionado al terror
extremo le resultara totalmente absurdo dada la escala de hemoglobina y casquería
manejada en este caso.
Para rematar una de las peores secuelas de todas las estrenadas hasta el momento, se contaría con una colección de trampas anodinas y carentes de macabro interés, siendo estas secuencias además muy mal rematadas a nivel de dirección, aunque haya una excepción a esta norma y es la escena de la trampa giratoria en la que varios de los empleados de la aseguradora dependen para vivir de la decisión de su jefe, el momento de mayor tensión narrativa de todo el metraje. Y es que no todo iban a ser malas noticias para con la entrega con mayor grado de polémica de todas cuantas componen esta franquicia, todo gracias a la estúpida decisión política de considerar que su grado de violencia la hacían merecedora de un estreno en salas limitado toda vez hubiera sido condenada a esa clasificación X. Algo que por suerte se acabó enmendando, lo contrario hubiera supuesto volver a los tiempos de la censura. Y eso si que es algo macabro.
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