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viernes, 6 de septiembre de 2019

HATCHET (HATCHET, 2006) 85´



Un variopinto grupo de turistas con distintas motivaciones realiza una visita guiada por uno de los pantanos de Lousiana  marcado por la leyenda de Victor Crowley, un ser deforme que vivía en aquel paraje junto a su padre y que fallecería accidentalmente tras una broma de un grupo de muchachos de las inmediaciones que acabaría en fatídica tragedia. Repentinamente, el barco en el que se lleva a cabo la travesía queda encallado en unas piedras, debiendo abandonar los excursionistas la embarcación para proseguir la ruta a pie, con el evidente riesgo que esto supone para ellos, ya que la leyenda dice que Crowley todavía deambula por el lugar, atacando a todo aquel que ose invadir su territorio.


Adam Green es el máximo responsable de Hatchet, hábil mezcla de comedia negra y horror que supone una gamberrada de primer orden por medio de la cual este joven director homenajea a ese slasher eminentemente ochentero donde el exceso era la carta de presentación, teniendo a Viernes 13 como referente principal, que no único, a pesar que este guionista y director cita a Un hombre lobo americano en Londres como principal fuente de inspiración a la hora de crear Hatchet. La película traslada todas y cada una de las constantes de esta perversión del subgénero a una acertada propuesta, que tiene en su falta de pretensiones, su absoluta autoconsciencia y su ajustado ritmo narrativo, medido en un exiguo metraje de hora veinte minutos, sus principales valedoras, lo que derivaría en un estimable éxito de la cinta dentro del mercado al que iba dirigido, básicamente goremaniacos de pro con un regusto por el humor más mordaz a la par que absurdo y fans del género curtidos en la sangre, generando una tetralogía que mantendría en esencias las bases de esta primera película, las cuales se fundamentan en los siguientes elementos.


Creación de un personaje icónico: Como no podía ser de otra manera, la película, tratando de emular a los Vorhees, Krueguer o Myers de los ochenta, nos presentaba a su propio psychokiller de tinte sobrenatural, un enorme tipo plagado de deformidades en el cuerpo y cara, siendo su atroz presencia coronada por una enorme cicatriz en el rostro, fruto del accidental hachazo recibido por su padre en el momento en que trataba de salvar su vida durante el incendio en el que finalmente perecería. Victor Cromley se  caracteriza además por una fuerza del todo sobrehumana y que le permite destrozar a sus víctimas de las formas más atroces y visualmente impactantes posibles, ya que si bien usará para sus sangrientos desmanes motosierras, radiales y sobre todo una pequeña hacha de doble filo, no escatima el uso de sus propias manos como mortíferas armas capaces de arrancar cabezas y demás miembros corporales. Sería Kane Hooder el encargado de someterse a las duras jornadas de maquillaje y caracterización para dar vida a tan singular personaje. Hooder es uno de esos especialistas de acción reconvertido en actor, y todo un viejo conocido del fan del terror por dar vida a Jason Voorhes en nada menos que cinco de las secuelas del asesino de Crystal Lake, permitiéndole además Hatchet el demostrar su capacidad como interprete dando vida no solo a la terrible criatura protagonista, sino a su padre durante el flashback que narra los terribles hechos que acontecieron en los pantanos tiempo atrás, momento en el que, hay que reconocerlo, no lo hace nada mal.


Violencia desaforada: Hatchet se aleja conscientemente del terror más serio apostando abiertamente por un horror visual, exagerado y superlativo que hace de los desmembramientos, la sangre a borbotones y las muertes imposibles su carta de presentación, algo que es posible gracias al excelente trabajo de John Carl Buechler, toda una institución en el campo de los efectos especiales y responsable de esta área en películas dentro de sagas tan conocidas como Ghoulies, Pesadilla en Elm Street, Halloween o Viernes 13, siendo de hecho el director de la cuarta entrega de Ghoulies y la séptima de Viernes 13. Buechler apuesta por los efectos físicos y protésicos, dejando de lado el uso de los ordenadores y logrando unos resultados no solo espectacularmente brutales, sino con un abierto tono nostálgico dentro de su desagradable explicitud. Podemos de esta manera disfrutar de desmembramientos, decapitaciones, fracturas y todo tipo de desmanes ejercidos sobre los cuerpos de las víctimas de Crowley.


Desnudos gratuitos: No podían faltar en lo que pretende ser un ejercicio de revisión del cine de terror de los ochenta, centralizados en el innecesario y constante destete de dos de las integrantes del grupo de excursionistas que precisamente se encuentran en el lugar para grabar un video contenido erótico. Igualmente en los primeros minutos de película abundan los desnudos femeninos en forma de topless, fundamentados en este caso en la celebración del carnaval de Nueva Orleans, el famoso Mardi Grass. Aprovechar para destacar la acertada localización de la historia en la festividad más conocida de Nueva Orleans, lo que genera una ambientación notable y acorde con el estilo de tintes fantasmagóricos y sobrenaturales de la película.


Cameos icónicos: La saga abundará en la participación de numerosos rostros conocidos para el seguidor del terror, ya sea como meros cameos o a través de papeles más desarrollados e importantes. En esta primera aproximación cabe destacar la aparición en el prólogo de Robert Englund, para toda una generación el Freddie Krueguer de Pesadilla en Elm Street, y precisamente por ello, actor afincado en el género del terror. También cuenta con la breve aparición de Tony Todd, visto en el remake de 1990 de La noche de los muertos vivientes y convertido en icono del terror gracias a dar vida a Candyman en la película homónima de 1992 y en las secuelas que habrían de venir después. Incluso el propio John Carl Buechler, responsable de efectos especiales, tiene su instante en pantalla dando vida al estereotipado borrachín que trata de advertir al grupo protagonista de los riesgos a los que se exponen. El propio Adam Green iniciará ya en esta primera entrega una emulación del mismísimo Alfred Hitchcock con breves escarceos entre fotogramas, siendo en esta ocasión uno de los jóvenes etílicamente indispuestos de las primeras escenas. Por otra parte del resto de actores principales destacar los nombres de Rileah Vanderbilt, la novia en aquel entonces de Adam Green y que da vida al joven Crowley cubierta bajo capas de maquillaje, Joshua Leonard, uno de los tres protagonistas de El proyecto de la bruja de Blair, Richard Riehle, veterano actor visto en infinidad de títulos dentro de una filmografía de más de trescientas películas, Parry Shen, quien da vida al guía estafador que acompaña al grupo de excursionistas y cuya presencia se convertirá en vital dentro de la franquicia o Joel David Moore, un habitual de series de televisión como Medium, Bones o Forever. 


Con todos estos mimbres Hatchet lograría hacerse un hueco en el corazón del aficionado más irreverente posibilitando el estreno de hasta tres títulos posteriores donde se aplicaría la máxima de dar al espectador justamente lo que están esperando, y es en esa constante por no arriesgar y repetir esquemas, donde curiosamente la saga hallaría su principal virtud. Que comience la vorágine de muertes imposibles. 

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