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lunes, 4 de febrero de 2019

AMITYVILLE 3, EL POZO DEL INFIERNO (AMITYVILLE 3D, 1983) 86´



Tras evidenciar el fraude llevado a cabo por dos falsos videntes en la casa de Amityville, el periodista John Baxter decide adquirir la propiedad para tratar de iniciar una nueva vida tras su separación matrimonial. En el lugar y de manera accidental dará con un pozo excavado en los mismos sótanos de la mansión, hallazgo que desencadenará toda una serie de misteriosos y trágicos acontecimientos.



Apenas un año después de estrenarse la segunda entrega de la saga ya estaría lista esta tercera, cuyo mayor reclamo fue el haberse filmado con el, por aquel entonces, novedoso sistema de 3-D, de moda durante la década de los ochenta como veríamos en otras franquicias de terror del tipo Viernes 13 o Tiburon. La película contaría nada menos que con Richard Fleischer como director, todo un referente dentro del cine de aventuras con producciones como Veinte mil lenguas de viaje submarino o Los vikingos, quien volvería con esta tercera continuación a un estilo reposado y más apoyado en el suspense, aunque con sus contadas secuencias de corte más terrorífico. 





El habitualmente secundario Tony Roberts (visto en algunos títulos de la filmografía de Woody Allen), Tess Harper y Candy Clark protagonizan la película, con la estimable aportación como secundario de Robert Joy, conocido por encarnar al forense Sid Hammerback en CSI Nueva York y visto en el remake de Las colinas tienen ojos o en La tierra de los muertos vivientes, película en la que aparece con la mitad de su rostro quemado, con lo que podemos ver cierta conexión con el presente título por la forma en que acaba su personaje. Sin embargo lo más curioso a nivel de reparto de la cinta lo encontramos en los personajes de las jóvenes Susan y Lisa, ya que están interpretados respectivamente por Lori Loughlin, conocida por su papel en la serie televisiva Padres forzosos, y muy especialmente por Meg Ryan en uno de sus primeros papeles antes de convertirse en la reina de la comedia romántica durante finales de los ochenta y noventa.





La película, como decíamos previamente, se aleja del aparataje visto en la primera secuela y vuelve sus pasos en la construcción de un ambiente malsano y enfermizo hasta llegar a un clímax final que acaba por chirriar dentro de lo presentado hasta ese momento, con criatura avernal incluida. Fleischer juega constantemente con la dualidad entre escepticismo y creencia, algo que vemos desde la escena de arranque, donde queda desmontado el negocio fraudulento de dos timadores en torno a la leyenda negra de la casa de Amityville, para a continuación mostrarnos a dos personajes enfrentados en su manera de entender los extraños fenómenos que comienzan a sucederse. El hecho que el protagonista sea totalmente agnóstico en cuanto a los fenómenos paranormales se refiere, lleva a pensar que si la primera entrega abordaba la historia de los Lutz y la segunda de manera indisimulada la de los DeFeo, en este cierre de trilogía inicial, los parecidos entre este protagonista y el auténtico Stephen Kaplan, parapsicólogo totalmente convencido de que la leyenda de Amytiville era por completo falsa, hacen que el foco de la historia se centre de manera ficticia en su figura, al menos en parte.





Si bien las dos primeras entregas de la saga volvían su mirada al clásico de 1973 El exorcista, en este caso son obvias las influencias de dos películas tan míticas como La profecía, en el recurso por el cual las víctimas de la casa aparecen con extrañas y siniestras anomalías a la hora de ser fotografiadas, y más evidentemente con Poltergeist, estrenada apenas un año antes, y con la que comparte ese final caótico y efectista hasta la extenuación.





Sorprende que tratándose de un trabajo de Fleischer, autor que ya había dado sobradas muestras de talento en el manejo del suspense con su dupla de películas sobre estranguladores con Tony Curtis y Richard Attenborough como respectivos protagonistas, la cinta adolece en ciertos momentos de un ritmo aburrido y excesivamente lento para lo que la película necesita, algo que se entiende si decimos que el presente título se engloba dentro de la etapa más mediocre de su director, donde además de este Amytiville 3-D se encargaría de filmar otros títulos de corte netamente alimenticio como Conan el destructor o El guerrero rojo. Esto hace que, si bien en estilo e intenciones, se acerca más a la primera entrega que a la secuela rodada poco tiempo antes, no logre los resultados de la película de 1979, a pesar de remontar en parte tras un acto intermedio que es lo peor de la película.



Como no podía ser de otra manera en un título filmado con el sistema de 3-D la película contiene numerosas secuencias creadas ex profeso para sacar partido a este juego visual, con lo que podemos ver moscas acercándose al espectador, tuberías atravesando cristales hasta casi golpearnos o ramas movidas por el viento que casi parecen rozarnos, en un atinado intento de generar una novedad que supusiera un aliciente para un espectador que se encontraba con la tercera película sobre Amityville en cuatro años.





Última entrega rodada en la casa de Toms River que había hecho las veces de la auténtica casona de Amytiville, esta secuela es bastante inferior a lo visto hasta entonces aunque, sabiendo lo que vendría más adelante, se encuentra dentro de lo más recomendado de una franquicia que llegaría a ser tan larga como la propia leyenda de la propiedad ubicada en el 112 de Ocean Avenue.   

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