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jueves, 14 de septiembre de 2023

HELLRAISER JUDGMENT (HELLRAISER JUDGMENT, 2018) 81´



Un asesino en serie obsesionado con la Biblia y sus Mandamientos mantiene aterrada a la ciudad en base a una serie de crímenes atroces. Y sin embargo hay unos entes que necesitan de personajes como este cruel criminal para seguir alimentando su  reino de dolor y lamentos.

Décima entrega de esta longeva saga inspirada en el relato de Clive Barker El corazón condenado y que está liderada por todo un experto en la materia, ya que su director y guionista es Gary J. Tunnicliffe, quien además de encargarse de dar vida al personaje de El Auditor en el título presente es el autor también del guion de la anterior película de la franquicia, director de la segunda unidad en un par de títulos de la saga y encargado del área de efectos especiales y de maquillaje en todas y cada una de las secuelas estrenadas de Hellraiser a partir de Hellraiser III, infierno en la tierra. Y esto nos ofrece la oportunidad de ver el trabajo de alguien que al menos ha puesto interés en que la película presente aires de ese Hellraiser primigenio dirigido por el propio Clive Barker hace ya más de tres décadas, pudiendo decir en resumidas cuentas que ha conseguido su propósito, resultando uno de los títulos que a pesar de sus carencias se antoja como uno de los más disfrutables de una franquicia tremendamente irregular, especialmente a partir de su cuarta entrega.

Lo primero que llama la atención es la pobreza de medios con los que ha contado su máximo responsable, siendo su presupuesto de poco más de trescientos mil dólares, encontrándonos nuevamente con un proyecto filmado con la única finalidad de lograr no expiraran los derechos de la franquicia por parte de Dimensión Films, en ese momento poseedora de los mismos. Y si bien esta pobreza de medios, por otro lado habitual en casi todas las películas de la franquicia, es patente en momentos como los que van ligados a la investigación criminal llevada a cabo por los detectives protagonistas, no afectan a la trama que se desarrolla en esa casa ubicada en el número 55 de la calle Ludovico y que es todo un guiño a la película de 1987 en tanto es el mismo lugar donde se desarrollaba el primer Hellraiser, sirviendo este lugar de puente entre el mundo terrenal y el de los cenobitas. Aquí además el director y principal artífice de la película tiene a su favor su trayectoria como responsable de efectos especiales y de maquillaje, lo que nos lleva a que este apartado cumpla con creces en un título que consigue devolvernos esa sordidez, amoralidad y sexualidad latente tan presente en la película dirigida por Barker, y que queda perfectamente de manifiesto en un prólogo que nos anticipa un título que al menos ha tratado de ser consecuente consigo mismo.

En su faceta como guionista, Tunnicliffe presenta dos tramas paralelas que acabarán confluyendo en el acto final, y que en origen son tremendamente potentes. De una parte la historia de ese asesino en serie con ínfulas de Mesías redentor que bebe del cine de psicópatas tan en boga en los años noventa  merced a títulos como El silencio de los corderos, Seven, la gran comparada en este caso, Resurrección, otra con elementos en común con el título que nos ocupa, El coleccionista de huesos o Copycat. Y si tal como apuntábamos antes la película acaba lastrada por su escaso presupuesto, que le impide poder llegar a filmar secuencias que habrían dado más empaque a este título, suple esta falta de medios con una visceralidad en los hechos narrados nada mojigata. Por otro lado se nos presenta esa historia de los cenobitas con aire de burócratas del dolor, destacando la implementación de nuevos y sórdidos personajes y cuyos momentos son los que más nos acercan a ese primer Hellraiser en el que el director constantemente se mira. En lo que respecta al apartado que aborda el universo cenobita, en este caso se ha dejado de lado el misticismo de la Caja de Lemarchand para centrarse en toda esa pléyade de personajes repulsivos ligados al universo de Hellraiser como son El Auditor al que hacíamos referencia anteriormente, El Asesor, Las Limpiadoras o El Carnicero, comandados por un ejército de cenobitas liderados por un Pinhead siempre solvente en pantalla. En este aspecto la ausencia nuevamente de Doug Bradley dando vida a este personaje es perfectamente suplida por un notable Paul P. Taylor que aporta a Pinhead toda ese aura de serenidad que sienta tan bien a este personaje transmitiendo las mismas malas sensaciones vividas la primera vez que vimos en pantalla al líder cenobita.

En cuanto al resto de protagonistas, nombres nada reseñables por desconocidos pero que al menos brindan unas actuaciones medianamente solventes, especialmente en el caso de un Damon Carney que es quien más difícil lo tiene al dar vida a ese agente de policía amoral y cargado de culpa por su pasado como militar. Para los fans del terror el director se guarda varios cameos que sin sacarte de la película suponen un guiño al aficionado. Así, en un visto y no visto podemos ver a una Heather Langenkamp protagonista de la icónica Pesadilla en Elm Street, mientras que el papel del repugnante personaje de El Asesor es interpretado por John Gulager, hijo del mítico actor Clu Gulager y director de la trilogía Feast o de Piranha 2 3D. Precisamente otro de los nombres que podemos ver en pantalla es el de Diane Ayala Goldner, vista en esa maravilla del terror de serie B que es Feast. Destacar la presencia de una actriz, la bella Helena Grace Donald dando vida al ángel Jophiel, otro de esos estupendos personajes presentes en la trama y que nos brindará un último homenaje a la película de 1987 con ese “Jesús lloró” tan icónico en un momento que igualmente reproduce otra de las escenas referenciales del Hellraiser de Clive Barker.

Así, en resumidas cuentas y teniendo muy presente que esta saga siempre se ha movido en ámbitos presupuestarios tremendamente reducidos, nos encontramos con una digna secuela que al menos en parte logra reproducir el ambiente malsano y de decadencia presente en la película iniciática de la franquicia, debiendo solo por ello perdonar los errores propios de un título que en ocasiones tiene cierta esencia televisiva en la manera en que ha sido filmado. A esto ayuda un escaso metraje de hora veinte minutos que permite que la película no se le escape al director de las manos, siendo tremendamente directa y concisa a la hora de narrar los acontecimientos planteados. Eso sí, a quienes no sean seguidores de los preceptos cenobitas puede que la propuesta de Tunnicliffe lo único que les genere es alguna que otra arcada, al resto puede que les suceda lo que a servidor, poder llegar a atisbar por momentos la esencia de ese relato hecho película a manos de un Clive Barker en el mejor momento de su trayectoria profesional.

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