GENEROS DE TERROR

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jueves, 3 de noviembre de 2022

TERRIFIER 2 (TERRIFIER 2, 2022) 138´

 

Sienna última su disfraz de Halloween, basado en un personaje imaginario creado por su padre, un enfermo mental, antes de suicidarse. Su hermano Jonathan, por su parte, quiere disfrazarse de Art the clown, un asesino de masas cuya imagen ya aparecía entre los dibujos de su progenitor y con quien el joven parece estar obsesionado.   

En 2016 se estrenaría Terrifier, una película de horror cuyo calado a través del boca oreja entre el aficionado al género acabaría por encumbrar como una película con ciertos aires de culto. Sin embargo, su principal artífice, Damien Leone, autor del guion, director y diseñador de los efectistas trucajes gore vistos en la película, hubo de esperar seis años para estrenar una secuela que engrandece aún más esta saga y cuyo brutal éxito en la taquilla augura la posibilidad de seguir cultivando secuelas a futuro. Y lo que podemos decir respecto a esta segunda parte es que la espera ha merecido la pena.

Lo primero de todo sería destacar como esta secuela no traiciona en absoluto la esencia de la saga y del propio personaje principal, ese psicópata de tintes ya abiertamente sobrenaturales caracterizado como un espigado clown y con la peculiaridad de no emitir un solo sonido ni hablar una palabra, haciendo del silencio uno de sus recursos para infundir el terror. Si bien la fotografía en este caso utiliza tanto escenarios claustrofóbicos y llenos de claroscuros que van en línea con lo visto en la primera entrega y que tienen su colofón en un acto final enorme en un estupendo pasaje del terror, esta secuela es más luminosa que una primera entrega más limitada a este respecto por la falta de medios. Aunque en este caso tampoco podemos hablar de que se haya manejado un gran presupuesto, ya que la película ha costado unos doscientos cincuenta mil dólares, aunque hay que resaltar que en pantalla lucen como si se tratara de cuatro veces más importe. La película sigue manteniendo un aura malsano, onírico por momentos, con la secuencia de la pesadilla de la protagonista como ejemplo principal de una idea que subraya el origen no humano del villano de la saga, y para nada se ha rebajado la violencia gráfica de la película, al contrario, Leone ha aprovechado la mayor disponibilidad de medios para deleite de los fans del gore, logrando además cierto estilo propio en estas secuencias plagadas de brutalidad, sangre y efectismo, con el cruel y despiadado asesinato de una de las amigas de la protagonista como gota que ha colmado el vaso y que ha llevado a la película  a ser noticia por el malestar que esta secuencia ha generado en numerosos espectadores, vómitos y desmayos incluidos. A este respecto reseñar que a quien haya visionado cine gore con anterioridad la mencionada escena no le impactará de igual manera que a alguien más neófito en el género. Lo que sí que es cierto que la película logra su cometido de generar terror durante su visionado, conjugando para ello algún jump scare muy aislado que provoca el ansiado salto en la butaca, pero especialmente mediante la creación de unas escenas desasosegantes muy bien montadas y desarrolladas a tal fin, acompañándose estas de un efectivo acompañamiento musical,  siendo Terrifier 2 algo más que un título gráficamente explícito que genere asco durante su proyección. Y es que Art the clown da auténtico miedo.

Si bien la película, como ya apuntábamos, ha sabido mantener intactas todas las cualidades de la primera película, ha tratado de mejorar las principales lagunas de aquella, especialmente a nivel de personajes e historia. Respecto a lo primero no hay duda que en este caso el director ha dibujado unos protagonistas mucho más definidos y complejos, dando de hecho muchos minutos de metraje para narrar la trágica historia de los dos hermanos protagonistas. A este respecto hay que destacar a una Lauren LaVera que son su papel de Sienna logra enamorar al espectador de manera inmediata, convirtiéndose en un perfecto exponente de scream queen al uso, una estupenda némesis del villano de la historia con esa mezcla de fragilidad y fuerza tan característico de este tipo de personajes y que quedará refrendado en su épico y sangriento enfrentamiento final. Su presencia en pantalla se engrandece además gracias a su caracterización, con un disfraz de Halloween construido por el propio personaje que la transmuta en una heroína fantástica y que se ha convertido por derecho propio en icónico de manera instantánea, mezclando un look al más puro estilo Xena con unas angelicales alas y un peinado lleno de trenzas y aretes, conjugando el erotismo con la fortaleza del personaje. El joven Elliott Fullam, encargado de dar vida a su hermano pequeño en la ficción, logra igualmente crear un personaje interesante y que no queda en mero niño al que salvar de las garras del asesino, una dupla de protagonistas a quien acompañan personajes mucho menos desarrollados, a excepción del de la madre de ambos, y donde volvemos a encontrar prototipos del género como esa amiga fiestera y su novio, ambos en celo constante y que pagaran con la vida sus escarceos amorosos. La presencia de Art the clown vuelve a ser el eslabón principal que mantiene el tono terrorífico de la película, siendo esta impactante y aterradora a cada nueva aparición, resaltando como una vez más David Howard Thornton, el actor detrás del maquillaje, compone una interpretación tremendamente física y gestual que incluso en momentos aparentemente cómicos del personaje, cuándo se dedica a jugar con sus víctimas potenciales, es tremendamente incómodo. La idea de incluir esa especie de amiga imaginaria de Art supone otro acierto, ya que no resta empaque al villano principal y es igualmente desasosegante, dejando ambos patente que nunca una sonrisa genero tanto miedo.  

Frente a una trama en Terrifier que se limitaba a encerrar a los personajes en una casa para ir siendo asesinados de la manera más brutal y sin explicación alguna, en esta ocasión Leone ha desarrollado un guion mucho más denso y ambicioso, llegando de hecho el metraje hasta las dos horas veinte minutos, toda una rara avis en películas de este estilo dentro del género de terror, más cercanas a la hora y media, recordemos que Terrifier tenía una duración de una hora y veinte minutos. Sin embargo este abultado metraje no supone ningún problema de ritmo para una película que en ningún momento aburre, y que si bien podía haber tenido un montaje más corto ajustando la duración de alguna secuencia o eliminando ciertas escenas, podemos afirmar es disfrutable de inicio a fin. Leone vierte en esta segunda entrega ciertas ideas sobre el origen sobrenatural de Art y de los lazos que le unen con la protagonista principal, aunque sin llegar a desarrollarlos del todo, posiblemente por la intención de su principal responsable y creador de ir desgranado la historia más a fondo en posteriores secuelas, todo ello culminado con una escena post créditos llena de bizarrismo que enlaza esta segunda película con el primer Terrifier, una idea ya presente en el momento en que el comienzo de la película se produce allí donde finalizaba la película de 2016.

De esta forma nos encontramos con una secuela mucho más potente a todos los niveles que una primera entrega ya destacable. Leone ha logrado pulir aquellos elementos menos logrados y potenciado los principales aciertos, debiendo nuevamente remarcar la portentosa capacidad de un director que no solo logra ofrecer un trabajo final tremendamente funcional y bien rodado, sino que ha dejado más que patente su capacidad a la hora de manejar presupuestos muy bajos plasmando en pantalla mucho más de lo que en principio el importe manejado debiera permitir, y que en base a su trabajo con Terrifier merece ser seguido de cerca en futuros proyectos. Un título que está multiplicando exponencialmente el cuarto de millón de dólares de presupuesto (a estas alturas va por los ocho millones de recaudación y subiendo), lo que augura nuevas entregas de un personaje que a fecha de hoy merece su sitio sine die en el Olimpo de los psychokillers del cine de terror. Se lo ha ganado a pulso.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

TERRIFIER (TERRIFIER, 2016) 84´

 

Tara y Dawn regresan a casa tras una fiesta en la noche de Halloween  cuándo ven a una extraña figura caracterizada como un extravagante clown. Mientras que Dawn se toma a broma la presencia de este personaje, Tara no puede sentirse terriblemente incómoda por la manera en que este tipo se comporta, no siendo conscientes ninguna de las dos que acaba de comenzar para ellas una noche de auténtica pesadilla.

Película que suponía la puesta de largo oficial de un personaje con el que el director y guionista de la película, Damien Leone, llevaba tiempo ligado en su filmografía, siendo de hecho ambos prácticamente compañeros inseparables de recorrido cinematográfico. Y es que este nuevo serial killer caracterizado como un híbrido entre payaso y mimo y de nombre Art the clown ya había aparecido en los cortometrajes de Leone El noveno círculo, de 2008, y Terrifier, estrenado en 2011 y que se erige como todo un laboratorio de pruebas de este largometraje posterior de igual título, siendo de hecho varios los momentos extraídos del corto que han sido trasladados a la película. También aparecería en su debut en el largometraje, La víspera de Halloween, una cinta de episodios que toma como base los primeros trabajos como realizador de Leone, siendo este payaso homicida el hilo conductor de un total de tres historias de horror con las que su director ya deja de manifiesto que es todo un amante del cine de terror más visceral y explícito, pero ello sin dejar de lado un poso de ambiente malsano que potencia aún más el horror de sus trabajos más allá de la profusión de escenas abiertamente desagradables.

La película contaría con un presupuesto irrisorio de cien mil dólares, que si bien limita a la hora de crear una historia con pocos escenarios y un puñado reducido de personajes, para nada hace pensar en el resultado final que la película ofrece, no solo a nivel de estupendos y efectistas efectos de maquillaje y trucajes abiertamente enclavados dentro del gore, sino por la propia pátina visual que presenta la película especialmente  a nivel de iluminación y construcción de las escenas, contando para esta labor su director con un George Steuber que ha ejercido como director de fotografía en toda la filmografía de Leone. Y es que si bien Terrifier no oculta en ningún momento su estilo de serie B menor, parece mucho más lujosa a todos los niveles de lo que realmente es a nivel presupuestario, algo que hay que achacar al talento de un Damien Leone, una idea apuntada ya en esta primera película y que quedaría plenamente certificada en la secuela que llegaría seis años más tarde.

Terrifier está protagonizada por un puñado de desconocidos intérpretes, algo obvio si tenemos en cuenta las aguas por las que se mueve la película, siendo lo más destacable a nivel de personajes la manera en cómo se incumple una de las normas básicas dentro del slasher, siendo testigos como espectadores de como la película nos lleva a pensar, incluso a nivel de estética, presencia y comportamiento, en una protagonista condenada a convertirse en la final girl de turno, siendo de hecho el personaje de Tara la principal protagonista durante buena parte de metraje, para hacer, un viraje de ciento ochenta grados en el último tercio de cinta en forma de muerte atroz, cambiando ese estigma de única superviviente en un nuevo personaje en una decisión que si bien es interesante por como rompe el ABC de este tipo de películas, elimina a una protagonista sumamente interesante por otro de mucha menor entidad.

Aunque si hablamos de los personajes de la película es obligado tratar la figura de Art the clown, el auténtico alma mater de Terrifier por encima de víctimas y supervivientes, y responsable directo de que tanto esta película pero especialmente su secuela se hayan convertido en títulos de culto dentro del circuito del terror más irreverente y sangriento. La caracterización de este personaje es sumamente sencilla, con un rostro blanco con protésicos para deformar los huesos de la cara y aportar una enorme nariz picuda emulando a las napias características de las brujas de cuento. La boca del personaje está pintada de negro y coronada por una dentadura igualmente podrida que cuándo sonríe le dota de una gran incomodidad. Un traje negro y blanco y un pequeño gorrete colocado de lado sobre un cráneo sin pelo complementan una iconografía que acrecienta y alimenta uno de nuestros grandes terrores de la infancia, pero también de la madurez, y que en algunos casos tiene patología de fobia, la coulrofobia, un miedo irracional a payasos y mimos que posiblemente tenga orígenes atávicos a través de un miedo implantado en nuestro corteza cerebral proveniente de antiguos rituales de miles de años de antigüedad presididos por chamanes o sacerdotes con el  rostro igualmente decorado, como sucede con los payasos actuales, y que en ocasiones acababan convertidos en sangrientas ceremonias. No es casualidad pues que la figura del payaso se haya convertido en referencial en el terror con obras como It, Clowhouse, Los payasos asesinos del espacio exterior, Poltergeist o La casa de los 1000 cadáveres entre un largo etcétera, una imagen distorsionada de un personaje en principio nacido para hacer reír a la que tampoco ha ayudado la existencia real de psicópatas como John Wayne Gacy, ejecutado en los años noventa por acabar con la vida de más de una treintena de jóvenes  de entre catorce y veinte años. Su seña de identidad, en su barrio se le conocía por disfrazarse de payaso para entretener a los niños de la localidad. No es de extrañar pues que la tétrica presencia de Art the Clown resulte tremendamente desasosegante más allá de los brutales crímenes que le veremos llevar a cabo, y es que su sola imagen llevando a cabo actos mundanos, pasando por ese acoso casi imperceptible que de inicio lleva a cabo contra las protagonistas, incluso la manera en que se mueve o sonríe, ya  son más que suficientes para erizar la piel, algo que hay que atribuir principalmente al actor David Howard Thornton, especializado en doblaje y con una carrera escasa en cine, y que sería el responsable desde este título (anteriormente el papel había sido interpretado por Mike Giannelli) de dar vida a este payaso que ha de manifestar todo el terror del mundo, amén de con su forma tan brutal de acabar con sus víctimas, mediante una expresión corporal que el actor que le da vida controla  a la perfección.  Resaltar asimismo esa característica que es la de aportar la idea de que no hable nada y se  comunique al puro estilo de los mimos, siendo este uno de esos elementos que potencian su carácter aterrador.

La película, como ya apuntábamos con anterioridad, se mueve dentro de los resortes del cine gore más brutal, con ojos arrancados de las cuencas, cabezas decapitadas o una escena cumbre protagonizada por una sierra oxidada y una de las víctimas colgada cabeza abajo con la piernas abiertas por la mitad, pero no por ello renuncia a implementar un aire malsano, sucio y deprimente a la trama y escenarios de la misma, idea que potencia la incomodidad en el espectador más allá de los momentos puntuales protagonizados por la sangre y unos muy destacables efectos de maquillaje y físicos, donde se agradece la ausencia total de CGI para contar en su totalidad con trucajes mecánicos o prácticos de la vieja escuela, siendo el resultado espectacular máxime para una producción de tan bajo presupuesto. Resaltar que es el propio Damien Leone el responsable de esta área, habiendo trabajado de hecho como responsable del área de efectos especiales y de maquillaje en todas sus películas además de en varios trabajos ajenos como director.

La principal piedra en el zapato de la película se encuentra en una historia muy rutinaria y sin nada que contar más allá de ubicar a las víctimas del payaso homicida a merced de este para que tenga lugar el trillado juego del gato y el ratón aderezado con un puñado de efectistas muertes. Aunque en este caso se agradece no se revele ni un solo dato explicativo de quien es Art the clown, ya que ayuda a potenciar un estilo propio de una película que por momentos nos retrotrae a ese gore tan en boga en los años ochenta con el ultragore alemán o los primeros trabajos de directores tan a tener en cuenta como Sam Raimi o Peter Jackson. Como no podía ser de otra manera en un director apasionado por el género de terror son varios los guiños que se cuelan a lo largo de la película, siendo el más destacado el homenaje que vemos perpetrar por parte de Art the clown al personaje del psicópata de El silencio de los corderos Buffalo Bill.

Un título que nos descubriría no solo a un enorme personaje dentro del cine de terror, con potencial para hablar de tú a tú con los Michael Myers, Freddie Krueguer o Jason Voorhees de turno, sino que haría lo propio con un director del que hay que destacar el enorme partido sacado a un presupuesto irrisorio para presentar una película más que interesante dentro del género en el que se mueve, algo que demuestra talento detrás de las cámaras. Eso sí, no apta para un público al que el gore le incomode en la butaca ni a quien tenga traumas infantiles protagonizados por payasos de rostro pintado. Para el resto, una recomendación dentro de nuestro espectador más cinéfago. Pero lo mejor de todo estaba por llegar.

jueves, 13 de octubre de 2022

EL CULTODE CHUCKY (CULT OF CHUCKY, 2017) 91´

 

Cuatro años más tarde de los macabros acontecimientos sufridos por Nina Pierce esta continua ingresada en un hospital psiquiátrico, ya que todo el mundo cree que los relatos que narra fueron fruto de su psicosis. Mientras, Andy Barclay, treinta años después de su primer encuentro con Chucky está dispuesto a zanjar su pesadilla para siempre.

Última secuela hasta la fecha, si no tenemos en cuenta el remake estrenado en 2019 y la serie para televisión iniciada en 2021, de esta longeva y en cierta forma agotada saga iniciada en 1988 y cuyos títulos pasamos a enumerar. Muñeco diabólico fue un interesante híbrido entre policiaco y cine de terror que nos daría a conocer a uno de esos personajes convertido con el paso del tiempo en una de las figuras de terror más representativas de las últimas décadas. Le seguiría una segunda entrega que mantiene el tono y estilo de la película iniciática y que destaca por ese final con tono de grand guignol en la fábrica de juguetes. La tercera entrega, más floja que sus antecesoras, se enmarcaba ya abiertamente en un cine slasher copado por un Chucky volcado en resultar a cada momento irónico y mordaz a la par que tremendamente letal. La franquicia viraría de tono y estilo con la estupenda La novia de Chucky, de lo mejor de toda la saga y que introducía, además del personaje de la novia del hasta ahora protagonista y villano de la función, una mezcolanza entre terror y comedia negra que funcionó a las mil maravillas. Es por ello que trataría de estirarse este éxito con El hijo de Chucky, pero en este caso la comedia gamberra ganaría terreno frente al terror, siendo el resultado bastante irregular y en cierto modo desconcertante. Este tropiezo provocaría que pasara casi una década para que se estrenara La maldición de Chucky, título que dejaba de lado el humor negro de sus predecesoras para centrarse en un terror más clásico en historia  pero con su conveniente vertiente de gore en fondo, suponiendo un interesante lavado de cara de la saga.

El culto de Chucky tiene lugar cuatro años más tarde de esta última entrega, la cual es necesario haber visto antes para entender los acontecimientos que se narran en esta ocasión. Don Mancini, uno de los nombres de referencia de la saga tras escribir todas las películas que conforman la misma y dirigir varias de estas, se pone nuevamente detrás de las cámaras para poner en imágenes un guion nuevamente escrito por el mismo. Mancini trata de orquestar con esta entrega un homenaje a la saga y a sus fans, devolviendo a personajes icónicos como Tiffany o Andy, multiplicando exponencialmente, y nunca mejor dicho, la presencia de Chucky, y mostrando varios guiños a lo largo de la película para regocijo de los seguidores de la franquicia siendo el más evidente la recuperación de los diferentes modelos del personaje aparecidos a lo largo de toda la serie de películas.

Se trata de una película modesta, algo que es patente en la utilización de un único escenario y de un pequeño grupo de actores, y sin embargo Mancini logra presentar un producto bien rodado y que sabe sacar partido visual a esa pulcra residencia psiquiátrica donde se desarrolla la historia. Y a pesar de la contención de gastos no se escatima en buenos efectos de gore llegado el momento, siendo las diferentes muertes mostradas en pantalla lo mejor de una película que, en base a un guion que no ofrece nada nuevo reseñable dentro de la longeva saga, acaba por resultar por momentos tediosa. Son esos momentos en los que Chucky hace acto de presencia para acabar con sus víctimas de las maneras más explícitas posibles lo que, unido a un ajustado metraje, salva a la película de naufragar estrepitosamente. Pero lo que si queda patente una vez finalizada la película es que la saga presenta unas muestras de agotamiento de la fórmula que aconsejaban cierto letargo antes de afrontar su continuación, idea que quedaría refrendada en el hecho de que lo siguiente que veríamos en pantalla sería un remake que de alguna manera iniciara desde cero la historia de este muñeco diabólico.

Entre un elenco de intérpretes desconocidos cabe reconocer la presencia de Alex Vincent dando vida una vez más, y serían cuatro las ocasiones en cine que lo haría, a un Andy Barclay convertido en némesis de Chucky desde su primer encuentro siendo este solamente un niño. Fiona Dourif vuelve a dar vida al personaje principal tras su primera aparición en La maldición de Chucky, rescatando de la actriz su participación en las series para televisión La purga, inspirada en la serie de películas iniciada en 2013 y en Apocalipsis, segunda adaptación para televisión de la epopeya publicada por Stephen King en 1978. Y como obviar al auténtico alma mater de la franquicia, Brad Dourif, padre de Fiona y voz de Chucky en todas y cada una de sus apariciones en pantalla hasta el anteriormente citado remake donde dicho honor recaería en un Mark Hamill muy activo como doblador en animación y videojuegos y para siempre el Luke Skywalker de la trilogía inicial de La guerra de las galaxias.

Una entrega con una historia simplona que tiene su principal baza en la baraja de guiños presentes y que harán disfrutar a los fans de la saga, ya que por  misma carece de entidad propia para poder enmarcarse como uno de los títulos más reseñables dentro de esta franquicia, siendo de hecho una de las más flojas de la misma. Buena colección de muertes, un Chucky como auténtico protagonista de la fiesta y la constatación de que era necesario un reinicio de la historia para intentar contar algo nuevo y diferente. Eso llegaría un par de años más tarde.

domingo, 4 de septiembre de 2022

TURNO DE DÍA (DAY SHIFT, 2022) 116´

 

Bub Jablonski oculta, tras su fachada de humilde limpiador de piscinas, una ocupación bastante menos tediosa y más emocionante, la de cazador de vampiros en plena ciudad de Los Ángeles.

Una producción auspiciada por Netflix y que mantiene en su ADN buena parte de los aciertos y carencias presentes en muchos de los estrenos de esta plataforma, ofreciendo un producto bien presentado, entretenido y dinámico pero con cierto aura de precipitación y prisas en su gestación dada la necesidad por parte de la compañía de estrenar nuevos y llamativos títulos de manera constante, lo que se manifiesta principalmente en un guion con varias buenas ideas de inicio que acaban sin desarrollarse convenientemente, más preocupada la película por funcionar como un producto de consumo rápido y disfrutable.

Dirige el debutante J.J.Perry, quien hasta ahora se había centrado en su carrera como especialista o doble de acción, profesión que le había llevado a su vez a convertirse en director de segunda unidad de títulos donde la acción y por ende las acciones de riesgo están muy presentes como Warrior, Una bala en la cabeza, El rascacielos o las dos últimas entregas de la longeva saga Fast & furious. No es de extrañar por ello que este Turno de día se centré más en la acción que en el terror propio de un título protagonizado por un cazador de vampiros, quedando esta idea perfectamente refrendada por una escena introductoria con una estupendamente planificada y original secuencia de lucha entre el protagonista y una anciana vampiro, aprovechando igualmente este momento para mostrar al espectador que reglas se van a seguir dentro del amplio espectro de la mitología vampírica, a saber. La luz del sol continúa siendo letal y las estacas de madera y la decapitación como principal medio para acabar con estos seres nos permite disfrutar de las consabidas escenas plagadas de hemoglobina. Pero la película igualmente introduce interesantes ideas que, como apuntábamos inicialmente, quedan en nada por el poco interés que se toma la historia en abordarlas con mayor profundidad, como sucede por ejemplo con ese sindicato que nos recuerda a la agencia gubernamental de Men in Black y por extensión al departamento de policía presentado en RIPD, la película protagonizada por Ryan Reynolds y Jeff Bridges.

Es evidente como el guion, escrito por el debutante Tyler Tice y un Shay Hatten cuya participación en sagas como la de John Wick o El ejército de los muertos es patente en varias de las ideas presentadas en la historia, plantea numerosos e interesantes arcos argumentales, con esa red de cazadores de vampiros y el paralelo tráfico de colmillos que se lleva a cabo, una villana tratando de dar con un medio para poder los vampiros desenvolverse por el día, la presentación de una tipología de criaturas variada e interesante cuándo es explicada en pantalla, e incluso el momento en el que se cita a un vampiro de más de setecientos años de antigüedad y que es quien controla el tráfico de drogas de Los Ángeles (¿una posible idea para una hipotética secuela?). Todo ello queda en nada, dejándonos con una trama prototípica y muy lineal plagada de momentos y personajes ya vistos en demasiadas ocasiones dentro del género de acción palomitera y que, si bien se disfruta sin problema, se olvida con la misma facilidad una vez concluida.

La película está protagoniza por un Jamie Foxx  visto entre otras en Un domingo cualquiera, Ray, Corrupción en Miami, Collateral o Django desencadenado, y que actúa como estrella gancho para el gran público, limitándose a tirar de carisma y músculo para dar vida a este tipo tan caótico en su vida personal y profesional como bueno en su trabajo eliminado vampiros. Le acompaña un Dave Franco acostumbrado a la comedia gracias a películas como Infiltrados en clase o Malditos vecinos quien de hecho funciona como contrapunto involuntariamente humorístico, y que a partir de cierto suceso que tiene lugar en la película homenajea de alguna manera al personaje interpretado por Griffin Dune en la imprescindible Un hombre lobo americano en Londres. La mexicana Karla Souza, a quien podemos ver en ese musical español basado en las canciones de Hombres G y también estrenado en 2022 Voy a pasármelo bien, da vida al personaje más fallido de la película, una villana sin carisma, sin motivaciones y que aparece planteando un plan inicial que luego no vemos desarrollarse para nada en la cinta, no suponiendo en ningún momento un rival de altura para el avezado protagonista. Lo mejor, por el contrario, lo encontramos en dos secundarios, un Peter Stormare con una filmografía de infarto gracias a títulos como Minority report, El gran Lebowski, El mundo perdido o Fargo y que en su día diera vida al mismo Satán en Constantine que, aunque apenas aparece en pantalla más que en dos escenas, logra llenar ambos momentos a base de su enorme talento y carisma. Lo mismo sucede con un Snoop Dogg como veterano compañero del protagonista y su manera tan taxativa de eliminar vampiros.

Visualmente la película no plantea ningún problema, está bien rodada y se saca bastante buen partido al hecho de estar ambientada en unos Los Ángeles de los que se extrae toda su luminosidad y calor sofocante, quedando perfectamente representados en pantalla los nada desdeñables cien millones de presupuesto, que permiten unas secuencias de acción perfectamente resueltas aunque no destaquen sobre títulos sobre los cuales podemos emparentar a Turno de día, con la saga de John Wick como referente principal y que no podemos dejar de tener en mente una vez estamos viendo la película, en especial por las trabajadas y coreografiadas escenas de lucha presentes a lo largo de la historia y rematadas con un espectacular encuentro en una casona entre el protagonista, apoyado por un par de compañeros de profesión, contra todo un nido de vampiros.

Una película, que, aunque obviamente podemos enclavar dentro del género de vampiros, es más afín a un género de acción desmadrado plagado de violentos y destructivos tiroteos, adrenalíticas y aceleradas persecuciones en coche y coreografiadas secuencias de lucha para las cuales se ha tenido el acierto de fichar a Scott Adkins, uno de esos intérpretes especialista en numerosas artes marciales y toda una estrella de primer nivel para los aficionados de este género en el cine a quien hemos podido ver en películas como El ultimátum de Bourne, X-Men orígenes: Lobezno, donde se encargaría de doblar a Ryan Reynolds en las secuencias de lucha de su personaje Deadpool, Los mercenarios 2 o Doctor extraño. Finalmente reincidir en la idea que indica que este Turno de día da cierta sensación que ha tratado de condensar en sus casi dos horas toda una caterva de ideas y universo propio que poder expandir en las consabidas secuelas. Aunque ya se sabe que estas solo vienen si la película primigenia obtiene el éxito buscado. De darse el caso no nos importaría hincarle el diente a un Turno de día 2 deseosos de ver se han potenciados los elementos más atinados y corregido los más fallidos.    

viernes, 2 de septiembre de 2022

X (X, 2022) 106´

 

Un grupo de jóvenes cineastas busca una aislada granja para poder filmar una película pornográfica, habiendo acordado con una pareja de ancianos utilizar su propiedad aunque sin darles a conocer a sus dueños sus verdaderas intenciones artísticas. 

Título escrito y dirigido por Ti West, un director dado a conocer con La casa del diablo, una película que, al menos en el hecho de ambientarla en la década de los setenta, se empareja con este X, y a la que seguirían la secuela Cabin fever 2 o su participación en películas episódicas del género como VHS o El ABC de la muerte. Con el título que abordamos a continuación West sigue inmerso, como ya apuntábamos con la película que le diera a conocer, en  ese género de terror con ínfulas del cine que se filmaba en los años setenta y del cual copia no solo la ambientación y la estética sino incluso cierto alma que nos retrotrae a clásicos seminales de aquellos años como Las colinas tienen ojos o La matanza de Texas. Destacar como la cinta está producida por A24, interesante compañía dedicada a la producción y distribución de películas que en su periplo de una década está detrás de títulos tan interesantes como Locke, Moonlight, Lady Bird, The disaster artist, o La tragedia de Macbeth, y que dentro del género de terror ha apostado por rarezas tan agradecidas como La bruja, Hereditary, Misommar o El faro. Todos estos títulos están caracterizados por el cuidado y mimo puesto en su gestación y desarrollo, al igual que sucede en este caso con un título que, dentro de su humilde presupuesto de un millón de dólares, presenta una estupenda y cuidada factura visual así como un montaje que se presume trabajado y nada precipitado.

X se parapeta detrás de la prototípica historia de un grupo de jóvenes de ciudad que aterrizan en el mundo rural para pervertir y dar la vuelta a toda esa paz propia de un lugar  como en el que se desarrolla la trama, una solitaria granja en mitad de ninguna parte, siendo debidamente castigados uno a uno por esos mismos paletos sobre los que en principio los desafortunados protagonistas creen sentirse superiores. Misma sinopsis vista en infinidad de propuestas anteriores y uno de los recursos más socorridos dentro del slasher que West sabe manejar integrando interesantes elementos adicionales. De inicio el director se preocupa por sus personajes, dando tiempo de metraje (la primera de las muertes no llegará hasta la hora de película) a la hora de profundizar en los mismos y dotarles de una psique propia más allá de posicionarlos como meras víctimas de la pareja de ancianos asesinos, otorgándoles una profundidad, en algunos casos mayor que en otros, que provocan en el espectador cierta empatía por quienes en el acto final de la película se convertirán en mártires de una violencia desaforada. Esa misma profundidad se utiliza igualmente sobre quienes ejercen de psicópatas de la función, humanizándolos y justificando mediante el desarrollo de estos personajes y su drama personal las atrocidades que más adelante les veremos cometer.

En ese sentido X reúne las dos principales constantes dentro del género, la violencia y el sexo. Respecto a la violencia decir que la película no se amilana, recurriendo a un estilo seco y abrupto lejos de florituras visuales y de la presentación de muertes originales, ello a pesar de la licencia en la escena del caimán. Los asesinatos son de oportunidad y no hay un perfectamente maquiavélico plan trazado para ir conduciendo a nuestras víctimas hasta su destino, sino que todo este tour de forcé final plagado de sangre y muerte se gesta desde la improvisación y una locura desatada entre los dos causantes de la desgracia. Referente al sexo, en la película es interesante todo el apartado que trata el proyecto por parte de los protagonistas de filmar una película pornográfica como medio para alcanzar la fama en algunos casos, el dinero en otros o incluso el reconocimiento artístico. Ubicar por ello la película en un momento en el que el género empezaba a explotar tras el brutal éxito en salas de Garganta profunda es todo un acierto porque nos traslada hasta aquellos años de la década de los setenta que no solo fueron caldo de cultivo del cine X, sino que hicieron lo propio con el terror moderno, ofreciendo la película un híbrido notablemente interesante entre ambos géneros. Pero el uso del sexo en la película no se limita a ser parte de la sinopsis en tanto el grupo de protagonistas buscan triunfar en el mundo del cine pornográfico, sino que es utilizado como desencadenante de toda la caterva de muertes que tendrán lugar en el tramo final. Así, la pareja de ancianos que alojan a los jóvenes sirven como perfecto contrapunto entre la juventud y dinamismo, también sexualmente hablando, del grupo de protagonistas frente a unos antagonistas derrotados por la vida en su última etapa vital, y que son perfectamente conscientes de una decrepitud que hacen extensible a su propia sexualidad, siendo de hecho el descubrimiento de la actividad de sus huéspedes durante la filmación de una de las escenas de sexo el detonante de una locura que lleve a la pareja a una espiral de muerte que de alguna manera les devuelve el vigor perdido hasta el punto de provocar la vuelta entre ambos del deseo sexual, lo que posibilita la inclusión de una bizarra pero interesante escena que rompe con los tópicos habituales en este tipo de cine donde la patente de las secuencias de sexo es exclusiva aquellos personajes más jóvenes y hermosos.

Respecto al elenco de actores y actrices destacar, a pesar de la presencia de la final girl de rigor, un protagonismo colectivo que hace algo más que poner personajes sobre el papel para poder ser eliminados posteriormente, dotando de su parcela de importancia a lo largo de la película a todos y cada uno de los personajes que son presentados en pantalla. Es interesante como en este caso la citada superviviente final no es una muchacha de carácter retraído, cándido y virginal, como así se encargaron de definir de manera general dentro de los parámetros del slasher de las décadas de los  setenta, ochenta y noventa. En esta ocasión la actriz Mia Goth, poseedora de un rostro muy particular y característico y el cual veríamos en títulos como  Nymphomaniac volumen 2, La cura del bienestar, El secreto de Marrowbone o como uno de los personajes del remake de Suspiria estrenado en 2018, da vida a una aspirante a actriz de cine X que busca alcanzar el éxito y el reconocimiento por encima de todas las cosas. Es esa idea, y a pesar de tratarse de un personaje con un componente positivo, lo que sirve de opuesto en cuánto a forma de comportarse y pensar de la Laurie Strode que protagonizara La noche de Halloween en 1978 y todos los personajes similares que vendrían después. Pero Mia Goth no solo interpreta a la protagonista principal, sino que en una enrevesada y perversa propuesta interpreta también bajo ingentes capas de maquillaje a la anciana propietaria de la granja en la cual se aloja el equipo de rodaje, llegando la intérprete a participar en una larga secuencia en la que ambos personajes mantienen una incómoda conversación. Destacar asimismo y en línea con esta idea que habla de los cánones de personaje dentro del terror slasher la presencia de una Jenna Ortega tremendamente activa dentro del género tras aparecer en títulos como Insidious 2, The babysitter: Killer queen o la última entrega de Scream, siendo asimismo la encargada de dar vida a Miércoles Addams en la serie sobre esta  particular familia de estreno en este 2022. Ortega da vida a un personaje en las antípodas del de Mia Goth y el resto de compañeros de rodaje, ya que es la encargada de sonido de la película, una joven mojigata y recatada que, rompiendo una vez más todas las normas del género, se desembaraza de su rol proponiendo participar en la película y protagonizando personalmente de hecho una de las escenas de sexo. El más veterano Martin Henderson es el rostro más conocido por el espectador dada su participación en un título tan conocido dentro del género como The ring, remake norteamericano de la afamada película japonesa protagonizada por Naomi Watts.

El estilo visual de la película contrapone su interés por el tipo de cine filmado en los setenta, presentándonos la propia historia una filmación en modo guerrilla sin apenas medios y llegándonos a introducir en el interior del propio celuloide incluso con planos de la película pornográfica filmada, donde se homenajea el grano y la textura propia de este tipo de celuloide de calidad dudosa. Y sin embargo West cuida la planificación de las secuencias desmarcándose de alguna manera de ese método de rodaje auspiciado por la exigüidad de medios con los que se disponía. La cámara no escatima en planos picados, contrapicados o aéreos, demostrando su director su pericia como planificador de elaboradas secuencias. Y sin embargo sí que es cierto que X destila aires de puro cine de los setenta perfectamente rematados por unos títulos de crédito finales que continúan con ese juego de inmersión en un tipo de películas de medios ajustados, pasión por el cine y una pátina final entre amateur y documental que engrandecía aún más las películas de aquellos años dentro del género de terror tocadas por la varita del éxito, haciéndolas más veraces, y por lo tanto, más desasosegantes. X es perfecto exponente de este estilo.   

lunes, 4 de abril de 2022

CANDYMAN (CANDYMAN, 2021) 90´

 

Anthony McCoy es un pintor enfrentado a una crisis creativa. Una noche, durante una cena familiar, escucha la historia de Helen Lyle, lo que le lleva a indagar en la leyenda urbana de Candyman, iniciando una colección de cuadros sobre el tema, e iniciándose de manera paralela una serie de brutales crímenes que parecen llevar la huella del mítico asesino del garfio.

En 1992 se estrenaría uno de los títulos de referencia dentro del género de terror de la década, Candyman, el dominio de la mente. Basada en un relato del escritor Clive Barker, autor igualmente de Hellraiser, la película de Bernard Rose daría a conocer la figura de Candyman, una de esas leyendas urbanas que pueblan los barrios marginales, en esta ocasión de la ciudad de Chicago, y a quien daría vida un convincente Tony Todd en un título que lograba conjugar con gran elegancia el terror sobrenatural con la idea de un asesino venido del más allá a quien no se puede derrotar, creando un nuevo personaje icónico dentro del género. Tres años más tarde llegaría una estimable secuela que continuaba los parámetros marcados por la película primigenia, con una atinada dirección de Bill Condon, y que seguiría indagando en los orígenes de la leyenda de Candyman. Finalmente en 1999 vería la luz una tercera película, la cual se desmarcaba tristemente del estilo cultivado en las dos primeras entregas apostando más abiertamente por un estilo cercano al de los slashers protagonizados por personajes como Freddy Krueguer o Jason Vorhees.

Más de dos décadas más tarde finalmente hemos podido ser testigos de una nueva cinta sobre el personaje. Dirigida con un gran sentido de la elegancia por Nia DaCosta, descubierta gracias a Little Woods y actualmente en labores de postproducción de la secuela de Capitana Marvel 2, la película se apoya igualmente en la figura de Jordan Peele, convertido de la noche a la mañana en referente del nuevo cine de terror a raíz del estreno de su opera prima Déjame salir, quien en esta ocasión, además de ser coautor del guion junto a la propia DaCosta, se encarga de labores de producción.

La película se construye como una inteligente secuela de la película de 1992, recuperando no solo la idea de un personaje protagonista que conforme avanza su investigación acerca de la leyenda de Candyman, va entrando en una vorágine de locura y pérdida de conciencia con la realidad que además le llevará a ser considerado el principal sospechoso de las muertes que van sucediéndose a su alrededor, tal y como le sucedía al personaje interpretado por Virginia Madsen en la película de Bernard Rose. Además, para que no quede duda sobre su intención principal de erigirse como secuela, frente a unas informaciones iniciales que hablaban de este proyecto como un remake de la franquicia, vuelve a contar con los personajes de Anne-Marie, coprotagonista de la primera película, y a quien vuelve a interpretar Vanessa Williams, lo mismo que sucede con el uso de la voz de Virginia Madsen o la aparición como guiño final de Tony Todd nuevamente caracterizado como Candyman, siendo su presencia en la trilogía inicial uno de los grandes aciertos de estas películas en base a la brutal fisicidad que aportaba al personaje.

Como apuntábamos con anterioridad, cabe destacar una dirección llena de elegancia y un innegable estilo visual a la hora de filmar, incluso en aquellos momentos que muestran las diferentes muertes llevadas a cabo por Candyman, donde se conjuga la brutalidad de la propia secuencia con una belleza formal en el planteamiento y resolución de las escenas. El uso de las luces en el primer doble crimen, la manera en la que la cámara se aleja exponencialmente conforme tiene lugar el segundo de los asesinatos, todo ello hace que incluso se le perdone la introducción de manera forzada en la película de la secuencia que tiene lugar en los lavabos del instituto, construida únicamente para poder dotar de suficiente cantidad de hemoglobina a la película, y que se resuelve una vez más con una planificación y puesta en escena muy notables. En este sentido es muy inteligente la idea de eliminar la presencia física del personaje de Candyman, jugando a mostrarlo mediante el uso de espejos o reflejos, convirtiéndolo de esta manera  en un ente fantasmal, muy en línea con esa idea de leyenda urbana desde la que nace el personaje. Y dentro del apartado visual de la película no podemos obviar el inteligente y estilizado uso de marionetas para narrar los flashbacks utilizados por la cinta para abordar la historia de Helen Lyle y del propio Daniel Robitaille.

Y es el uso de las leyendas urbanas, uno de los puntales sobre el que se cimenta la figura del asesino a quien acompaña una legión de abejas y con un garfio en lugar de mano, otro de los elementos que ya se explotaban de manera muy inteligente en el guion que el propio Bernard Rose escribiría para la película que el mismo dirigiría en 1992 e inspirado en el relato de Clive Barker. Así, la historia del personaje de Candyman se nutre de un variado grupo de leyendas urbanas, partiendo por el relato del fantasma del espejo, y sumando otras como la que habla del hallazgo de caramelos con cuchillas de afeitar en su interior, jugando deesta manera con una idea que sería explotada de manera mucho menos sutil por la trilogía Leyenda urbana.

Pero si hay un elemento que no podemos obviar, y que precisamente es el que ha hecho que Candyman fuera un título especialmente idóneo e indicado dentro del estilo y la temática cultivada por Jordan Peele, tanto en su faceta de director como de productor, es el de denuncia social que muestra la película por los abusos sufridos por la minoría negra. Y qué mejor que la historia de un artista negro ajusticiado salvajemente a finales del siglo XIX por el simple hecho de enamorarse de una mujer blanca como arranque de una trama que habla abiertamente de la segregación racial, de los guetos como medio de controlar en una misma zona a determinados grupos raciales o étnicos, o sobre la violencia policial. Y para que no queden dudas al respecto, se vuelve a utilizar el recurso de las marionetas anteriormente mencionadas para acompañar a unos títulos de crédito de cierre que apuntan a un Candyman como elemento de venganza de una comunidad negra sometida a la injusticia de un hombre blanco con idea de opresor, elemento que se mantiene igualmente en la idea planteada en la película por la cual todas las víctimas de Candyman son personajes blancos.

De esta manera nos encontramos ante una muy destacable secuela que muestra un respeto casi reverencial por la obra cinematográfica de la que bebe, partiendo por el uso como fuente de inspiración del relato de los acontecimientos que tienen lugar tras historia narrada en la película de 1992, tomando igualmente a sus personajes, el estilo visual definido por Rose e incluso con ese guiño al excelente score musical compuesto por Philip Glass hace tres décadas, usando el tema Helen´s Theme como pieza de cierre de la película. Una agradecida vuelta de un personaje icónico dentro del cine de terror contemporáneo con el folclore y las leyendas urbanas como auténtica base sobre la que construir el miedo.

jueves, 31 de marzo de 2022

SCREAM (SCREAM, 2022) 112´


Un cuarto de siglo más tarde de producida la primera matanza en Woodsboro a manos de Ghostface, un imitador que parece ser conoce bien la historia original, parece dispuesto a continuar la trama. Para ello, y como no podía ser de otra manera, iniciará una nueva cadena de brutales asesinatos.

En 1996 el tándem formado por Wes Craven y Kevin Williamson, uno como director y otro como guionista, obtendrían un inusitado éxito comercial gracias a Scream, un slasher en principio al uso que sin embargo se desmarcaba del propio género en el que se enclavaba en base a utilizar abiertamente los elementos principales de este tipo de películas para ejecutar un ameno juego con el aficionado, quien de esta manera se veía reflejado y homenajeado en la inteligente historia que descubriría al público a un Kevin Williamson que gozaría de enorme popularidad dentro del cine de terror juvenil durante la segunda mitad de los noventa, tras escribir, además de Scream y las secuelas que vendrían después, a excepción de la tercera entrega, títulos como Se lo que hicisteis el último verano o The faculty.

Así, tras tres secuelas posteriores, todas ellas dirigidas por el mismo Craven, a quien no hace falta recordar como uno de los padres del terror moderno gracias a títulos como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos o Pesadilla en Elm Street, y quien fallecería en 2015 dejando huérfana a toda una generación de aficionados al terror, se estrenaría esta quinta entrega, la cual toma los elementos utilizados en la primera película de la saga para adaptarlos, como no podía ser de otra manera, a la actualidad cinematográfica dentro del género, pero también adaptándose a una nueva realidad social, en lo que acaba resultando un inteligente juego de metacine trufado de homenajes y guiños a los fans de la saga en particular, pero también a los aficionados del cine de terror en general.

La pareja de directores Matt Bettinelli Olpin y Tyler Gillet, a quienes descubriríamos en ese ameno recopilatorio de historias de terror que es V/H/S, serían los encargados de recoger el testigo de Craven más de una década después de estrenada la última entrega de la franquicia, siendo su estupendo trabajo en Noche de bodas el aval que les llevaría hasta una saga tan bien tenida en cuenta por los aficionados, y que ha mantenido, en líneas generales, un buen nivel en todas y cada una de sus entregas. Y esta quinta película no es una excepción, situándose entre lo mejor de Scream, ejerciendo como inteligente recuela, esto es, un hibrido entre secuela y remake, y que por momentos aboga más por el tono socarrón, en lo que acaba resultando una inteligente mezcla de suspense con toques de gore, siendo la más explícita de las películas sobre el asesino de la máscara de fantasma, y siempre de fondo, ejerciendo como un sincero homenaje al género.

Quien más disfrutará de la propuesta es obviamente el aficionado al cine de terror, ya que es quien se verá regado de guiños, referencias y huevos de pascua a lo largo de una trama que se mira sobre todo en la primera película de la saga, aquella que pondría de moda a finales de los noventa el slasher juvenil, ejerciendo de alguna manera como revulsivo del género en aquellos años pero también condenándolo a un tipo de películas que, en líneas generales, abogaban por cierta tendencia a suavizar el terror en el cine enfocándolo a un tipo de público muy concreto. Así, la historia escrita por James Vanderbilt, ligado al género gracias a títulos como En la oscuridad, Slender man o Suspiria, y Guy Busick, quien se relaciona con el resto de creadores de la película por su participación en la anteriormente citada Noche de bodas, se equilibra entre la recuperación de personajes de la cinta de 1996 y una nueva legión de adolescentes que sirvan de relanzamiento de la fórmula frente a unos ya cincuentones Neve Campbell, David Arquette y Courtney Cox. De esta forma la película abre su cuota de espectadores potenciales además de a quienes disfrutaron en su día del primer Scream así como de sus secuelas, a una hornada de fans del cine de terror a quienes acercar esta franquicia.

Una vez más la película juega, llegando a abusar pero sin saturar, con esa premisa de quien es el asesino, llevando, como hicieran Craven y Williamson veinticinco años atrás, a establecer una complicidad con el espectador, unos planteando un misterio y los otros tratando de desentrañarlo desenmascarando al asesino o asesinos de turno. Pero como señalábamos con anterioridad, este manejo del suspense no solo se da en el tema de la identidad del portador de la máscara de Ghostface, sino que es igualmente utilizado en la utilización de recursos cinematográficos que recrean los ya utilizados por Craven en su día, como son el uso de planos cerrados o que  oculten parte de la escena para de esta forma mantener puntos amenazantes desde donde lanzarnos al asesino, así como el recurso de introducir jump scares o jugar con la banda sonora. Todo ello se conjuga con una explicitud en los asesinatos a destacar si hablamos de un título dentro de la franquicia Scream, ya que como ejercicio de gore puro está lejos de ejemplos mucho más brutales. Por último, y muy especialmente en su acto final, la película desbarra hacía la sorna, casi la parodia, en un intento por meter una marcha más que por momentos hace que creamos estamos en un híbrido entre el primer Scream y el primer Scary movie. Pero no es algo que nos saque de la película, y de hecho se integra bien dentro del alma de la propia película como ese gran homenaje que acaba siendo.

Uno de los puntos que, este sí, llama la atención negativamente, pero que hay que dejar pasar de largo por el bien de la película, es como en ocasiones, en su empeño por forzar las situaciones, es demasiado inverosímil, presentando en primer lugar a un asesino con una mente que va muy por delante de los propios protagonistas, incluso de unos Sidney, Dewey y Gale que saben muy bien de qué va esto, llevan cinco películas sufriéndolo, para finalmente convertirse, y ahí sigue una vez más los parámetros de la primera Scream, en una especie de villano de Scooby Doo. Asimismo, es difícil de explicar razonadamente las secuencias que tienen lugar en un hospital sin pacientes ni trabajadores, idea que debemos asumir para mantenerse el suspense del par de escenas que tienen lugar en aquel enclave, haciendo un poco lo mismo que ya viéramos en su día en la primera secuela de Halloween, Sanguinario.

En lo que respecta al grupo de actores principales es evidente que existe una contraposición entre el tridente de personajes vistos en toda la saga, y a quienes siguen dando vida Neve Campbell, David Arquette y Courtney Cox, y una nueva hornada de intérpretes que, en su mayoría ni siquiera habían nacido cuándo se estrenó la primera película de la franquicia, y que sin embargo ejercen un correcto contrapunto con sus veteranos compañeros de reparto, así como sirven de estupendo enlace para una nueva generación de fans a quienes captar. Destacar, como no podía ser de otra manera, la introducción de cameos y apariciones de personajes de las entregas anteriores de Scream, lo que nos permite disfrutar de la presencia de intérpretes como Skeet Ulrich, villano en la primera entrega o Heather Matarazzo, vista en Scream 3, a quienes acompañan otros nombres a reseñar como los de Marley Shelton, vista además de en Scream 4 en Planet terror o Kyle Gallner, una de la víctimas de otro remake de Craven, en esta ocasión de Pesadilla en Elm Street, el origen. Asimismo, y en lo que se refiere al grupo de protagonistas, es llamativo, siendo uno de los puntos a favor de la película, como han buscado en muchos casos personajes que ejerzan de evidentes sustitutos de los protagonistas más icónicos de la cinta de 1996, como sucede con el personaje de Sam Carpenter como nueva Sidney Prescott o Mindy sirviendo de referente para el personaje de Randy, por citar un par de ejemplos al respecto.

Así, este relanzamiento de una de las sagas más gratificantes del género de las últimas décadas por lo que supone de especial para un aficionado al que se tiene muy en cuenta, está no solo a la altura, sino que por momentos se encuentra entre lo mejor de una colección de películas que sirven más como homenaje al género en el que se enclava la cinta que como ejercicio de puro cine de terror. Esta idea queda muy patente en momentos como cuándo los personajes hablan del denominado nuevo terror elevado frente a títulos mucho más evasivos y gamberros, sabiendo de esta forma una franquicia nacida hace ya un cuarto de siglo, adaptarse y evolucionar conforme lo hace el propio género. Ghostface ha vuelto, vigila quien llama.