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sábado, 30 de enero de 2021

LA NOCHE DE LOS DEMONIOS 2 (NIGHT OF THE DEMONS 2, 1994) 96´

 

Un grupo de alumnos de un colegio católico, en lugar de acudir a la fiesta de Halloween de su escuela, se escapan a Hull House para festejar su propia noche de difuntos, haciendo caso omiso a las leyendas que circulan sobre el lugar y lo sitúan como un referente de fenómenos misteriosos.

Una secuela que hace los deberes y recupera toda la esencia de la película estrenada seis años atrás, reformulando de alguna manera las ideas vistas en el título de Kevin Tenney y adaptándolos a esos mediados de los noventa en los que se estrenó la cinta en el circuito del alquiler de videoclub, constituyendo una nueva obra de culto dentro del cine de terror de serie B noventero, y que nada tiene que envidiar a la película iniciática de la saga, formando de hecho junto a la misma un díptico muy recomendable para una sesión de cine golfo entre amigos.

Si la primera entrega la dirigía un habitual dentro del circuito de serie B, lo mismo sucede con una secuela cuyo máximo responsable es Brian Trenchard-Smith, uno de esos directores todoterreno y experto en rodajes rápidos y de bajo presupuesto. Dentro del género de terror, además de por esta secuela, es conocido por ser responsable de varias de las continuaciones de la longeva saga Leprechaun, en concreto de la tercera y cuarta entregas. Pero por encima de todo, este director de origen australiano es conocido por haber dirigido en 1983 Los bicivoladores, un título de culto no solo por dar todo el protagonismo a las míticas bicicletas BMX, sino por suponer el debut como actriz de una pecosa y pelirroja Nicole Kidman. Trenchard-Smith ofrece en esta segunda parte de La noche de los demonios  un título que sigue los postulados estéticos y narrativos ya marcados en la primera película, con la incorporación de recursos visuales y especialmente estéticos propios de la nueva década, con los consabidos cambios en la forma de vestir, peinarse y maquillarse de los protagonistas, nuevamente un grupo de incautos jóvenes que volverá a sufrir las consecuencias de sus descerebradas acciones.

La película se inicia con un prologo que deja claras las intenciones de la película, conjugar la comedia negra con el cine de terror más visceral y menos sutil, y con el gore como una de las marcas de agua presentes en el propio celuloide. Así, durante su primer acto la película prácticamente se presenta como una comedia juvenil al uso, con exceso de desnudos, tramas simples de tonteos entre chicos y chicas y un colegio católico como forma de contraponer la libidinosa y desinhibida actitud de los protagonistas con la recatada normativa del centro educativo donde tiene lugar la acción. Una vez la película se adentra en la trama más terrorífica, aunque siempre sin perder de vista el tono gamberro y desinhibido, vuelve a jugar a lo ya visto seis años atrás, poseer a los diferentes protagonistas, quienes de uno en uno y en riguroso orden de peso protagónico, van cayendo en las garras de una Angela convertida ya en la protagonista absoluta, la reina de la fiesta, presente ya  de manera  consciente la idea de presentarla como uno de esos íconos del terror con Freddy Krueguer, Jason Voorhes o Michael Myers como referentes principales pero no únicos, siendo lo más destacable en este aspecto lo valiente de otorgar dicho rol a un personaje femenino en un mundo de psicokillers eminentemente masculinos. Es por ello que se acentúa su estética de novia gótica, se perfecciona su demoniaco maquillaje y se le da mayor peso con frases con las que poder lucirse en esa mezcolanza entre terror y humor.

Esta segunda entrega juega a los homenajes respecto a la película estrenada varios años atrás, y nuevamente un baile del personaje de Angela sirve como punto de inicio y catalizador de toda una vorágine de muertes y posesiones, caracterizadas frente al uso de protésicos y efectos físicos de la película de 1988, por unos repulsivos efectos plagados de mezclas de fluidos, sangre y babas, contando nuevamente con un destacado equipo dentro del apartado de maquillajes y efectos visuales, incluyendo en la escena de cierre un momento de arcaica infografía digital que nos recuerda estamos casi a mediados de los noventa. La película volvería a contar con Steve Johnson como uno de los máximos responsables en el área de efectos de la película, manteniendo la estética en los endemoniados y doblando la jugada respecto a la primera entrega con criaturas decapitadas, unos pechos mutados repentinamente en garras o una Angela transmutada en enorme serpiente demoniaca como enemigo final, y cuyo maquillaje recuerda a la iconografía de los vampiros que un par de años más tarde protagonizarían Abierto hasta el amanecer. Destacar la secuencia en la que Angela está presente mediante la utilización de su sombra, copiando de alguna manera los postulados utilizados en el Nosferatu de Murnau y recuperados en el Drácula de Coppola. Igualmente la película recupera la barra de labios como elemento icónico que vuelve a ser usado de la forma más sexual y lasciva posible, y que incluso sirve como guiño final de la película. Pero igual que mantiene algunos de los referentes más exitosos de la primera parte, rompe las reglas permitiendo salir a los demonios del recinto de la casa de Hull House donde por el contrario se desarrollaron en exclusiva  los acontecimientos narrados en la película estrenada en 1988. En este caso los sucesos tienen lugar tanto en la propia funeraria como en el colegio católico donde estudian los alumnos protagonistas. Además trata de hacer avanzar la trama incluyendo como uno de los personajes centrales a la hermana pequeña de Angela, lo que propicia dotar de continuidad a la historia además de permitir implementar una nueva subtrama en el argumento, mínimo por otra parte como suele ser habitual en este tipo de películas.

La película vuelve a contar con un grupo de absolutos desconocidos como incauta carne de cañón de cara a que los demonios puedan llevar a cabo sus desmanes. Eso sí, se cumple con el canon de belleza para con los intérpretes principales, ellas preciosas y esbeltas y ellos guapetes y fornidos, quienes al menos no ofrecen interpretaciones desastrosas y salen airosos, unos más que otros, ofreciendo lo que se espera de ellos en un título de esta características. Y es que es Amelia Kinkade, en la que se nota el paso de los seis años transcurridos entre película y película, quien ejerce como reclamo principal, convertida esta vez ya de manera consciente en la auténtica alma mater de la saga.

Una muy estimable secuela que se sacude todo atisbo de seriedad de un plumazo y hace el juego a quienes disfrutaron del sinsentido argumental de la primera parte, manteniendo de manera equilibrada la mezcla de horror y humor que han hecho de esta película uno de los títulos noventeros del terror de bajo presupuesto más reconocibles por los aficionados al género. Unos demonios con un tétrico sentido del humor, monjas entrenadas en la nobles artes del combate cuerpo a cuerpo, estudiantes con dotes para la magia, agua bendita como arma principal para combatir al enemigo y unos protagonistas con tendencia a hacer lo contrario a lo coherente. Un ejercicio de puro splatter cuyo tono de constante jocosidad lo convierte en el título perfecto para una entretenida tarde de terror sin la amalgama de mal rollo de otros títulos igualmente potentes en lo visual pero con un trasfondo más perturbador.  

jueves, 14 de enero de 2021

LA NOCHE DE LOS DEMONIOS (NIGHT OF THE DEMONS, 1988) 87´

 

Es la noche de Halloween y un grupo de jóvenes decide montarse su fiesta particular en el viejo caserón de Hull House, una antigua funeraria con un oscuro y trágico pasado. La rotura de un espejo de pie desencadenará la liberación entre los presentes de una maldad que irá poseyendo a los asistentes en un ritual de muerte y terror.


Un título que, a pesar de sus limitaciones, que ubican la película en una serie B desacomplejada, y de tratarse de un remedo de ideas ya vistas en películas anteriores, ha logrado crear su propia cohorte de seguidores, generando una saga a la que seguirían dos secuelas ya en la década de los noventa  y un remake dos décadas más tarde de su estreno, convirtiéndose, por derecho propio, todo hay que decirlo, en una obra de cierto culto dentro de los fans más fervientes del género de terror más ochentero y desenfadado.

Kevin Tenney, su director, lograría con esta, su segunda película, su trabajo más redondo en una discreta filmografía de la que caben rescatar simpáticas, aunque poco acertadas, aportaciones al terror de segunda como Witchboard (juego diabólico), Witchtrap, e incluso cabe rescatar la mucho más fallida La venganza de Pinocho, en este caso por tratarse de uno de esos títulos ejemplificantes a la hora de hablar de malas películas de terror. En esta ocasión ofrece sin embargo un trabajo detrás de las cámaras que, aunque no sea brillante, y en notas generales se manifieste como rutinario, si muestra pinceladas de originalidad y ganas a la hora de dotar a la película de una estética particular, además de una elaborada planificación en determinados planos y secuencias, lo que denota cierto mimo a la hora de filmar y montar la película, tal y como abordaremos más adelante.

Como bien indicábamos al comienzo, la trama no puede ser más simple, además de mal desarrollada, ya que presenta una excusa argumental de la que ni siquiera se trata de crear cierta mitología, lo que sucede, sucede porque sí, las reglas del juego van implementándose a medida que las escenas así lo precisan, y se echa en falta un armazón más elaborado que justifique el punto fuerte de la película y por lo que todo el mundo se acerca a La noche de los demonios, un Halloween desquiciado de muertes, demonios y huidas a ninguna parte en una casa de la que no se puede salir. En este sentido el guion hace un totum revolutum tomando prestadas ideas de películas míticas dentro del género. Así, de La noche de los muertos vivientes, toma la idea central de ubicar a los protagonistas en un recinto cerrado del que no pueden salir, aunque en esta ocasión mueva de lugar la amenaza que los acorrala, ya que en este caso no se encuentra fuera de la mansión, sino en el propio interior. De Posesión infernal, debut en la dirección de Sam Raimi, se apropia de ese submundo de demonios que van poseyendo uno a uno a los participantes de la fiesta, con algún conato de movimiento loco de cámara incluido, aunque en este caso también se ve un atisbo del Demons de Lamberto Bava, especialmente en la idea de los maquillajes de los endemoniados, por cierto, mejorados y mucho en el título presente.

Como apuntábamos con anterioridad, pese a tratarse de un título de serie B de terror ochentero, cuyo éxito principal vendría de su alquiler en los videoclubs de la época, la película presenta un envoltorio que demuestra cariño en el trabajo de los principales implicados en la filmación. Ya esa apertura con unos títulos de crédito enmarcados en una simpática animación acomoda al espectador de cara a disfrutar de un título de terror que presientes dejará un buen sabor de boca, no siendo errónea esa sensación. Y vale que el desarrollo de la historia no plantea grandes alardes ni inventa nada nuevo dentro del imaginario del género, pero una vez entra en acción hay que destacar momentos como los del espejo fragmentado, y como la cámara capta la imagen de los diferentes protagonistas reflejadas en el vidrio quebrado, todo un alarde visual merecedor de ser destacado. También se atreve con el uso de la cámara subjetiva, convirtiéndola en cierto momento en uno de los personajes, aunque lejos, muy lejos, de los resultados obtenidos por John Carpenter en el prólogo de su Halloween. La forma en que captura los movimientos de una Ángela mutada en perverso demonio, cuasi flotando en sus desplazamientos, o un par de planos filmados con grúa son otros ejemplos de una película que, dentro de sus limitaciones técnicas y de presupuesto, se esforzó por crear un producto con cierta potencia, al menos en lo visual.

Otro de los puntos fuertes de la película y que la dota además de un visionado que mantiene intacto el interés, más de treinta años después de su estreno, son sus conseguidos efectos de maquillaje, mostrando unos endemoniados que, basándose en una estética feista caracterizada por cierta deformidad del rostro poseído, una afilada hilera de dientes o una mirada terrorífica que bebe del modelo creado en la película italiana estrenada tres años atrás Demons, mejora y mucho los brutos aunque efectistas maquillajes de Sergio Stivaletti. Sorprende tal derroche de creatividad y talento, máxime tratándose de un título con un presupuesto tan ajustado, debiendo pintar y mucho en este resultado el diseñador y creador de maquillajes Steve Johnson, quien ha paseado su talento en películas como Un hombre lobo americano en Londres, Golpe en la pequeña China, Pesadilla en Elm Street 4 o Mortal zombie. Un buen ejemplo de la capacidad de los creadores de efectos mecánicos, protésicos y de maquillaje es el momento en que a uno de los jóvenes  le es amputado uno de los brazos, el cual adquiere vida propia. Pero lo más relevante de esta secuencia es el momento en que muestran al personaje atacado sin su extremidad, teniendo el coraje además de que el personaje aparezca sin camiseta, dejando claro lo conseguido del efecto. Pero hablando de efectos no podemos dejar de citar el  momento del pintalabios introducido en el pezón de una de las poseídas, una secuencia que se convertiría en una marca de la casa dentro de la saga, siendo repetida en el consabido remake, y donde el efecto es tan bueno que no deja lugar a que percibamos el truco.

¿Quiere todo esto decir que La noche de los demonios sea una película de terror relevante dentro del género? No, está lejos de ser referencial, y si bien guarda elementos interesantes como los anteriormente citados, y que la convierten por derecho propio en todo una cinta de culto dentro del terror de segunda y en una estupenda opción para ver con amigos, soportando sin problema revisiones posteriores, presenta una trama poco cuidada o ciertos elementos simpáticamente sonrojantes que nos recuerdan estamos viendo pura serie B. Valgan como ejemplo el momento en el que descubrimos sin demasiado esfuerzo al especialista haciendo las veces del personaje de Judy en la escena en la que la protagonista cuelga de una cornisa, o esa forma en que este mismo personaje logra finalmente huir de sus perseguidores a través de una muralla de altura considerable. Sin embargo ese tono de humor que destila la película juega nuevamente a su favor, construyendo un trasfondo de humor negro y buen rollo que ayuda al resultado final de la película, como bien queda constatado en ese loco epílogo que nada tiene que ver con la trama central de la película pero que retoma una idea que el director había presentado al comienzo de la película y que parecía quedaría ahí.

En cuanto al elenco de intérpretes de La noche de los demonios, poco espacio para la sorpresa, y aunque se trate de un grupo de actores de perfil bajo, algo habitual en este tipo de películas, hay varios nombres femeninos que es inevitable rescatar de entre el grupo de jóvenes acorralados por las horda de demonios que moran en Hull house. Amelia Kinkade da vida a Ángela, uno de los personajes más relevantes y de hecho, aunque en un principio no iba a tratarse de un personaje con esta pretensión, acabaría convertida en referente de la saga por la fuerza de su presencia en pantalla, caracterizada por ese vestido de novia de color negro. Kinkade, de quien cabe destacar su faceta como bailarina, tal y como deja patente en una de las secuencias más extrañas y a la vez más características de la película, de hecho convertida también en una constante de la franquicia, apenas tuvo una filmografía relevante, convirtiéndose eso sí, en protagonistas de las tres películas de la saga inicial. Lo más curioso de esta actriz ya retirada del mundo de la interpretación es su nueva profesión como psíquica de animales, llegando incluso a ejercer su nueva labor para la mismísima Casa Real Británica. Los fans del terror sin embargo tendrán sus miras puestas en una de las actrices fetiches del género de la década de los ochenta convertida en toda una institución dentro del terror, la rubia Linnea Quigley, encargada de, como venía siendo habitual en las películas en las que participaba, lucir palmito a la vez que coqueteaba con el cetro de scream queen del momento. Y es que Quigley ha aparecido en películas tan importantes en esa década como Trampa para turistas, El día de la graduación, Noche de paz, noche de muerte o El regreso de los muertos vivientes. El otro gran personaje femenino de la película, y en este caso, encargada de ejercer el rol de heroína de la historia es la joven Cathy Podewell, quien participaría en varias series de televisión, siendo su papel más relevante el que desempeñaría en la eterna Dallas.

Así, La noche de los demonios se expone como un perfecto exponente del género de terror ochentero, centrado en un potente gore posible gracias a la evolución en aquellos años de los efectos de maquillaje, unos personajes planos cuya única función es la de morir de la forma más gráfica posible, abundancia de desnudos femeninos trasladando esa constante desde la comedia gamberra iniciada con clásicos como Desmadre a la americana, Los incorregibles albóndigas o Porkys, y una caratula capaz de venderte la película mejor que la mejor de las críticas. Una fiesta de muerte que tuvo tanto éxito que provocaría volver al lugar en posteriores festividades de Halloween, aún sabiendo a que nos exponíamos. Demonios, gore y mucha sangre.

sábado, 9 de enero de 2021

LA MOMIA (THE MUMMY, 2017) 111´

 

De manera simultánea y en dos países tan alejados geográficamente como son Inglaterra e Irak, se descubren sendos enterramientos subterráneos, el primero de ellos de unos caballeros templarios y con una antigüedad de unos novecientos años, mientras que el segundo es de origen egipcio, habiendo tenido lugar miles de años atrás.

Una película con la que Universal pretendía iniciar una emulación de lo que Marvel había conseguido trasladando su universo desde los comics a la gran pantalla, creando esta vez un microcosmos particular de películas interrelacionadas entre sí y alimentado por las diferentes criaturas del cine de terror iconos de  la productora desde que en las décadas de los treinta y cuarenta viviera años de esplendor dentro del género con sus versiones de Drácula, Frankestein, el hombre lobo, el hombre invisible, el fantasma de la ópera o, entre otros más, la criatura que nos ocupa y que inauguraba este ciclo de películas, la momia. De hecho, ya se intentó algo similar con el estreno en 2014 de Drácula, la leyenda jamás contada, cuyo fracaso en taquilla defenestró la propuesta, sucediendo algo parecido en esta ocasión, ya que  a pesar de costar ciento veinticinco millones y recaudar más de cuatrocientos, la película no fue el éxito que se auguraba, dejando en el limbo esta idea de resurrección de los mitos del terror de la Universal en una serie de títulos intercomunicados entre sí.

El guion de la película fue escrito por David Koepp, reputado guionista y autor de los libretos de películas como Parque jurásico, Atrapado por su pasado, Misión imposible, La habitación del pánico o Spider-man, cuyo tratamiento inicial sería posteriormente revisado, pulido y modificado con nuevos nombres como los de Christopher McQuarrie, guionista habitual de las últimas películas de Tom Cruise (Valkiria, Jack Reacher, Al filo del mañana, Top Gun: Maverick o varias de las entregas de Misión imposible) o Dylan Kussman, actor sin apenas experiencia en el campo de la escritura de guiones. El hecho de sumar tanto nombre en el guion de la película (a los tres ya citados habría que añadir a Jenny Lumet, Jon Spaihts o al propio director, Alex Kurtzman), ya predice cierto maremagno narrativo que es patente durante el visionado de la película, con muchas ideas en pantalla que no se desarrollan del todo (posiblemente porque la película quería ir sembrando “huevos de pascua” que desarrollar en posteriores títulos que posiblemente nunca llegarán) o mostrando un desenlace que es directamente decepcionante. Alex Kurtzman, director de la película y muy ligado al mundo de la televisión tras su participación en series como Xena, Alias, Fringe, Sleepy Hollow, Hawai 5.0 o varias de las franquicias televisivas de Stark Trek, realiza un competente trabajo detrás de las cámaras sabiendo lidiar con una súper producción como la presente, destacando especialmente su trabajo (con las evidentes colaboraciones de los directores de segunda e incluso tercera unidad) durante las numerosas y espectaculares secuencias de acción, como el tiroteo inicial o la imponente escena en el interior del avión de carga militar atacado por una bandada de cuervos.

La película presenta una factura técnica y visual espectacular, con unos efectos especiales por lo general espectaculares y con grandiosos escenarios y decorados, como la tumba-cárcel en la que se encuentra enterrada Ahmanet o el sepulcro de los cruzados, con un atinado diseño de producción que juega con la sombras y el claroscuro de una película que, aunque coquetea con el terror, está más cercana a los postulados del cine de acción y aventuras que en su día ya delimitara Stephen Sommers con su particular y acertadísima revisión del mito de la momia estrenada en 1999. Y es que, la película, como ya hiciera la cinta de Sommers, deja de lado el mítico título dirigida por Karl Freund en 1932, para, en base a la anécdota argumental de un sacerdote egipcio sometido a una maldición y su regreso en búsqueda de venganza, delimitar su propia historia. Y en el caso que nos ocupa inclusive se ha cambiado el personaje sometido al proceso de momificación y resucitado accidentalmente con funestas consecuencias, siendo en esta ocasión la propia hija del faraón, creando además una nueva trama para justificar la maldición a la que esta es sometida. El prólogo donde se narra este flashback es uno de los momentos reseñables de la película, convertida con posterioridad en una grandilocuente epopeya de acción imposible con un trasfondo de historia de terror.

La película está protagonizada por un Tom Cruise en busca de un nuevo taquillazo que le dé un impulso en su status como actor a tener en cuenta, ya que a excepción de sus incursiones en la franquicia Misión imposible, sus últimos estrenos no habían logrado el éxito esperado, cosa que sucedió igualmente con el título que nos ocupa. La presencia de Cruise tiene sus pros y sus contras, ya que si bien el actor sigue manteniendo buena parte de su carisma en pantalla (con un tono de sarcasmo similar al que Brendan Fraser infundiera en su Rick O´Connell), a lo que se une el plus de disfrutar del intérprete viendo realizar el mismo prácticamente todas las secuencias de acción y riesgo, su presencia en la película provoca que toda gire en torno a su personaje, llevándonos incluso al momento más ridículo de la cinta cuándo vemos al actor, de cincuenta y cinco años en el momento de filmar la película, interpretar a un personaje de mucha menos edad sobre el papel, teniendo su partenaire femenina veinte años menos y llegando a decirse en una línea de guion que es mucho más joven que el personaje al que da vida un Russell Crowe, de hecho dos años menor que el intérprete de Nacido el 4 de Julio. La omnipresencia y el peso en la trama de Cruise desluce y mucho al resto de personajes, como la ya citada Annabelle Wallis (vista en Annabelle y su primera  secuela), quien compone un personaje con potencial, lejos de ser la chica de… y que además de aportar la vertiente intelectual de la historia demuestra estar a la altura en las secuencias más adrenalíticas. Russell Crowe, en un desaprovechado rol cuya intención sería la de, posiblemente explotarlo más y mejor en películas posteriores, es el tercero en discordia, ofreciendo otro de los momentos más flojos y vergonzantes de la película cuándo se descubre a que otro personaje de la mitología de películas de terror clásico de la Universal da vida. Pero el mejor personaje, e igualmente al que no se le saca todo el partido por el insultante peso de la interpretación de Cruise en la trama, sería el interpretado por la actriz nacida en Algeria Sofia Boutella, quien interpreta a la villana Ahmanet, cuya presencia física, estética, y por supuesto, la propia esencia del personaje, con esa atinada mezcla de erotismo y maldad pura, es lo mejor de la película. Por último citar, por aquello del orgullo patrio la intervención del actor Javier Botet (la niña Medeiros de Rec, el fantasma de La cumbre escarlata, la criatura de la segunda entrega de Expediente Warren, el xenomorfo de Alien: covenat o Hobo en It), quien aprovecha su particular fisonomía para dar vida al mismísimo Dios de la muerte Set.

Aunque como hemos apuntado La momia se abona a la moda de los blockbusters de acción, campo en el que resulta un entretenimiento más que digno, cabe recoger y reseñar los apuntes que la acercan al género de terror, además de la propia presencia de la momia resucitada. Y es que los momentos en que aspira la vida de sus víctimas y posibilita la posterior conversión de estas en unos émulos de zombies esclavos, nos devuelve una estética que, amparada en los efectos infográficos en lugar de en trucajes mecánicos y animatrónicos, nos recuerda a las criaturas vampirizadas y convertidas en muertos vivientes vistas en el título de culto dirigida en 1985 por Tobe Hooper Lifeforce, fuerza vital. Algo parecido sucede con esos caballeros templarios vueltos a la vida, donde vemos homenajeados, posiblemente de manera involuntaria, a los fantasmas inspirados en El monte de las ánimas de Bécquer mitificados en la saga de películas de Armando Osorio iniciada con La noche del terror ciego. Y puestos a ver homenajes y guiños a otros títulos no puede faltar el más obvio, el que concede a la anterior revisión del mito cinematográfico de la momia, con esa criatura nacida de una tormenta de arena que parece devorar todo a su paso.

Y es que una vez vista la película se permite poder responder a las siguientes cuestiones. ¿Es La momia un blockbuster recomendado? Si, ya que cumple los requisitos principales de un tipo de cine que busca el entretenimiento inane como una de sus marcas de la casa. ¿Es un correcto remake de la película de Freund protagonizada por Boris Karloff? No, pero ni siquiera busca homenajear un título que sabe, en la mayoría de los casos, los espectadores incluso desconocerán, es por ello que pone las miras del homenaje en la película estrenada veinte años atrás y protagonizada por Brendan Fraser y Rachel Weinsz, ya que es en ese título donde se miraran los nostálgicos que acudan a las salas de cine para ver una nueva película sobre la momia. ¿Es un buen comienzo para tratar de crear una franquicia de películas sobre los monstruos clásicos de la Universal? En este caso la película no cumple con las expectativas, precisamente por tratar de presentar muchas ideas en una sola película, y es que recordemos que en el caso de Marvel, espejo en el que la productora se miraba a través de la recién creada marca  Dark universo, se tardó doce años en estrenar el título que unificaba todo lo visto en un compendio de cerca de una veintena de títulos. En este caso ha faltado paciencia y un plan trazado, ya que la película ni siquiera ha sido un fiasco en taquilla, pero no haber generado lo esperado ha bastado para que no haya segunda oportunidad. Y recordemos que Marvel ha triunfado en parte por aceptar y no dejarse arrastrar por sus títulos menos logrados y exitosos. Ojala Universal vuelva a la carga con una mejor idea que unifique su universo de monstruos clásicos, pero posiblemente nos sea consciente de su principal problema. El género de terror es harto complicado se convierta en cine de masas, nunca lo ha sido excepto unas pocas excepciones. Y es que Guerra Mundial Z ya nos había enseñado que pueden hacerse buenas películas taquilleras con un trasfondo de terror, pero también nos había demostrado que era un terreno plagado de problemas y contratiempos por la propia esencia de este tipo de cine, su público destinatario, a todas luces sin la capacidad de generar un fenómeno de masas como el provocado por el cine de súper héroes, y el añadido de una calificación por edades que reduce aún más las posibilidades en taquilla de este tipo de películas. Aunque sería bonito ver lo que Universal lleva años intentando hacer realidad, y no que le suceda como a la momia protagonista, sea condenada al mayor de los olvidos.