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sábado, 11 de mayo de 2019

DAGON, LA SECTA DEL MAR (DAGON, 2001) 95´




Dos socios y sus respectivas parejas que se encuentran celebrando un reciente éxito empresarial realizando un viaje en barco por la costa gallega, son súbitamente sorprendidos por una feroz tormenta que arrastra la embarcación hasta unas rocas, haciéndola encallar. Con una de las tripulantes atrapada tras la colisión, Paul y su novia Bárbara deciden tratar de llegar hasta un pequeño pueblo costero que logran divisar desde el lugar en el que se encuentran varados.



Tras los tibios resultados obtenidos tanto con Fausto, la venganza está en la sangre como con Arachnid, sería otro grande dentro del terror de las décadas de los ochenta y noventa, Stuart Gordon, quien con Dagon ofreciera por fin un primer interesante producto dentro de la Fantastic Factory. Gordon y Yuzna, antiguos colaboradores en títulos como Reanimator, Resonator o Dolls, donde el primero haría la labor de dirección para dejar al segundo en tareas de producción, repetirían roles en esta libre adaptación de un relato de Lovecraft, un autor de referencia dentro de la filmografía del director, y que sería guionizada por Dennis Paoli, otro colaborador habitual de Yuzna en películas como las citadas Reanimator o Resonator, al igual que en El péndulo de la muerte, Castle freak o los trabajos de Gordon dentro de la serie para televisión Masters of horror. El resultado es una historia que adapta todo el universo poético a la vez que grotesco y malsano de Lovecraft a la idiosincrasia local, trasladando la ubicación del relato desde las originarias costas inglesas al litoral gallego, con una leyenda y folklore propios que son imbuidos dentro de la propia película.  




Precisamente la ubicación de la historia es uno de los principales focos de atención de la película. Gordon sabe sacar todo el partido del mundo en primer lugar al propio pueblo ficticio, de nombre Imboca, y en el cual se desarrolla toda la trama, la cual además tiene lugar en una misma jornada, convertida en apenas unos minutos en un terrorífico viaje a los infiernos para los incautos jóvenes que lo que único que trataban era de conseguir ayuda. La propia arquitectura rural cimentada de casas de piedra y calles angostas de este típico pueblo de la costa gallega se antoja terriblemente inquietante ya desde el momento en el que los protagonistas divisan su dibujo en el horizonte desde el barco encallado. Sucede lo mismo con el diseño de los acertados escenarios interiores, especialmente el desastrado hotel del lugar o la anegada casona en la que el protagonista tiene un enfrentamiento brutal con una de las extrañas criaturas que moran en el pueblo. Estupenda también la idea de desarrollar toda la película en medio de un interminable aguacero, que no solo encaja dentro de la propia historia que se relata, sino que termina de definir una ambientación opresiva, angustiosa y amenazadora, amén de resaltar el buen trabajo tanto de operadores de cámara como iluminadores y director de fotografía.  



Frente a los héroes de una pieza, decididos y sin miedo, habituales en el género, la historia nos presenta a un atemorizado, atribulado y torpe protagonista que se ve superado por una situación que primero no entiende y más tarde teme y le supera, y que le lleva a iniciar una lucha por la supervivencia caótica y sin ningún plan establecido, algo que le lleva a un desatado clímax final. Ezra Godden, quien volvería a trabajar a las órdenes de Stuart Gordon en el episodio Tras las paredes, perteneciente a la primera temporada de Masters of horror, ejemplifica perfectamente a este tipo de personaje anodino y acertadamente normal, propiciando además un guiño al seguidor del director mediante el uso por parte de este de la sudadera de la ficticia universidad de Miskatonic, creada por el propio Lovecraft para sus escritos. Junto a este protagonista, nos encontramos a una Raquel Meroño, que, superadas las reticencias iniciales de tratarse de una presentadora reciclada en mediocre actriz de televisión, nos ofrece una interpretación ciertamente resuelta, notable y acertada. Curiosamente el personaje de Bárbara, frente al prototípico rol de damisela en apuros a la espera de la llegada del héroe salvador, nos sorprende muy gratamente siendo el elemento fuerte de la pareja, y quien más entereza muestra ante la terrible situación a la que se deben enfrentar, incluso en los momentos más dramáticos. Junto a esta pareja protagonista, destacar a una joven Macarena Gómez, quien compone un personaje secundario con una atinada mezcolanza entre ternura y maldad, haciendo lo propio Ferran Lahoz como un enigmático y sanguinario sacerdote. La película supondría el último papel en la prolífica carrera de uno de nuestros grandes actores, Paco Rabal, fallecido ese mismo año y a quien está dedicada la película.



Stuart Gordon logra hacer suya la historia, sabiendo sacar todo el partido del mundo a la limitación espacio temporal con la que cuenta y apoyándose en un suspense que mantiene sin problemas durante los dos primeros actos de la historia, para acabar en un cierre mucho más pirotécnico, alocado, y con la imprescindible presencia de las criaturas propias del universo Lovecraftiano, tan definidas y características tanto en su fisonomía como en su espíritu y alma. La persecución a la que es sometido el personaje central, y que ocupa buena parte del metraje, es todo una lección de cómo mantener el interés en el espectador, quien además es llevado por el cineasta a un estado de tensión similar al del propio Paul Marsh, mientras oímos y sentimos como los extraños y misteriosos habitantes de Imboca se encuentran siempre a un paso de cercar y dar con el aterrorizado joven. Remarcar dentro de esta idea la secuencia del pestiño de la habitación de hotel, y como, pareciendo una situación inclusive ridícula, logra acogotarnos en la butaca gracias a  como es utilizado el suspense de la escena con lo que vemos sucede a un lado de la puerta y lo que intuimos sucede al lado contrario.



Reseñar el buen uso que en Dagon se hace de los efectos especiales y de maquillaje. Los primeros son insertados de una manera adecuada y proporcional para apoyar a aquellas secuencias en los que son necesarios pero sin abusar ni recargar la película, algo que hace que no hayan envejecido nada mal a pesar de los años transcurridos desde el estreno de la película, precisamente al haber sido inteligentemente utilizados en su justa medida. Algo parecido sucede con unos maquillajes sencillos pero muy efectivos gracias a que son mostrados en la mayoría de ocasiones de soslayo y sibilinamente. Gran trabajo a este respecto de la empresa catalana de efectos especiales DDT, todo un referente dentro de este campo en nuestro país y que le ha llevado a colaborar con grandes producciones del otro lado del océano.



De esta forma y gracias a todos los elementos a favor con los que cuenta, a saber, una historia sencilla pero a la que Stuart Gordon, mejor director que su compañero y amigo Brian Yuzna, sabe sacar gran partido, gran ambientación, efectos que ayudan a la historia en lugar de ser la historia, y unas interpretaciones que al menos encajan en el estilo de la película, Dagon logró convertirse en la primera de las aportaciones de la Fantastic Factory donde se veían reflejados en la pantalla de los cines los ideales de la firma cinematográfica, presentando un estilo y una marca propia que iniciaría la breve edad dorada de este sello de Filmax enclavado en el fantástico y el terror. Stuart Gordon volvía una vez más a su adorado Lovecraft y una vez más nos devolvía misterio, terror, romanticismo y muerte.

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