Jacob es un arquitecto que regresa a su hogar
después de un viaje de trabajo, donde le esperan sus hijos y su novia. Junto a
él trae una adquisición de una de las casas en las que has estado trabajando,
un antiguo reloj que coloca sobre la chimenea para, desde ese mismo momento,
iniciarse en relación a esta familia, todo un decálogo de situaciones siniestras
e imposibles.
Nuevamente un relato de John G. Jones sirve
como base argumental de un título que nuevamente se desvincula abiertamente de
la morada de Amityville para introducirnos en lo que podría ser uno de los
muchos episodios de series como En los límites de la realidad o La dimensión
desconocida, y que utiliza un antiguo reloj como nexo vehiculador de toda la
femonemonología paranormal que vendrá detrás de su entrada en esta nueva
familia. Dirige Tony Randel, conocido por el aficionado al terror por dirigir
la segunda entrega de Hellraiser, Hellbound y por el aficionado a las rarezas
por ser igualmente responsable de esa desconocida que es El puño de la estrella
del norte, adaptación que dirigiera en 1995 del manga del mismo título. En este
sentido si que se apercibe algo del tono onírico y pesadillesco que Randel
confirió a la secuela de la película de Clive Barker en esta entrega de
Amityville, aunque obviamente lastrado por las limitaciones presupuestarias y
propias de un título filmado para su estreno directo en alquiler.
Stephen Macht, visto en títulos como Una
pandilla alucinante o La fosa común, interpreta al padre de familia cuya
nefasta decisión de traerse de la casa de Amytiville el reloj protagonista es
el punto de inicio de toda la trama de la película y que el propio Jacob, su
personaje, sufrirá en carne propia. La ex Miss Universo Shawn Wheaterly, bastante
poco creíble pareja de este arquitecto, acabará convirtiéndose en eje central de
la historia, mientras que los jóvenes Megan Ward (El hombre de California) y Damon
Martin (Ghoulies 2) dan vida a los prototípicos hijos del protagonista, aunque
en el caso de ella esa evolución de inocua niña de papa a seductiva y letal
joven es un punto a favor, en un cast sin relumbrón pero todo lo convincente
que se espera en un título de este tipo. Impagable la inexplicable pero siempre
agradecida aparición del recientemente fallecido Dick Miller, todo un icono de
la serie B y con una filmografía de relumbrón a sus espaldas de curtido
secundario.
La película, algo que queda ya perfectamente
evidenciado y enmarcado en su propio título, se enclava abiertamente en el
estilo visual noventero propio del terror de videoclub, con unas secuencias por
lo general bastante suavizadas en cuánto a uso de la sangre se refiere, a pesar
de un par de momentos más impactantes, siendo la muerte del novio de Lisa, hija
del protagonista y a quien como hemos dicho el influjo maligno del reloj de
marras convertirá en una lolita con sed de sangre, la más hardcore en cuanto al
uso de efectos de tintes goremaniacos, los cuales nos recuerdan
indefectiblemente a ese pequeño clásico de 1989 dirigido por Brian Yuzna,
Society. El momento del ataque del perro sobre Jacob está igualmente bien
resuelto, con lo que si bien la película no abusa de efectismos, estos al menos
están bien resueltos cuándo llega el momento de ser utilizados.
Como elemento positivo podemos decir al menos
de la película que adquiere un entretenido ritmo que la sitúa como inocuo
entretenimiento, propio de la época en que fue estrenada, tal como indicábamos con
anterioridad, y superando por este motivo las, por momentos, aburridas cuarta y
quinta entrega. Tony Randel, si bien no es un director prodigo en títulos, sí
que demuestra oficio y solvencia para ofrecer un título dinámico y en cierta
forma original a la hora de jugar con el concepto del tiempo, especialmente en
un tour de forcé final totalmente disparatado y alocado, que acaba ofreciendo
un simpático final.
El principal problema de este Amityville 1992
es el mismo que ya apuntaban las dos películas anteriores, y es que su
historia, ambientación y situaciones poco, por no decir nada, tienen que ver
con el universo fílmico creado en 1979 con la película de Stuart Rosenberg,
siendo la conexión con la historia de la mansión de Amityville creada de una manera que
resulta totalmente artificial y fuera de lugar. Pero lo peor estaba todavía por
llegar.
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